sábado, 30 de mayo de 2015

Los libros son como el amor

(Escrito desde octubre del 2010, publicado apenas...)
"Los libros son muy escurridizos. Buscas uno en un estante y lo encuentras en otro, o no lo encuentras durante años y de pronto aparece frente a tu nariz [...]Los libros se mueven solos: te buscan o te rehuyen [...] Cuando juntas demasiados, es difícil que estén quietos. Los libros buscan su acomodo. A veces piden que los leas, a veces que no los leas."

Juan Villoro



Concediéndole cierta verdad esotérica a la anécdota citada por Villoro en su cuento "El Libro Salvaje", creo que últimamente me ha estado sucediendo lo mismo y eso me causa sorpresa.

Dicen que al amor, entre más lo buscas, más lo espantas, y en efecto, de inmediato se le cuelga a uno la etiqueta de rogón, acosador, indigno, pusilánime y arrastrado...cuando uno nada más busca comunicación, conocimiento y placer, lo mismito que buscamos en los libros. Sólo que estos amigos de papel son menos tajantes, a ellos les gusta hacerse los invisibles aunque estén ahí, a la disposición de uno, aunque puedan tocarse, hojearse, rayarse. Te pueden conceder ese privilegio y eres tú quien no te das cuenta de que quieren decirte algo.

Pasado el tiempo vuelves al estante, a la caja, a la biblioteca y a la librería: ahí han estado siempre, sin embargo se te revelan como si fuera la primera vez que los tuvieras en tus manos, como si nunca antes los hubieras tenido frente a tus ojos, es más, como si nunca los hubieras leído, cuando no es cierto.

En las últimas semanas he vuelto a visitar la biblioteca de mi universidad, y me he podido topar con textos nuevos, adquisiciones y donaciones recientes que me han entusiasmado al ver que el lugar se ha tenido que ampliar... pero también me ha parecido escuchar un murmullo, sentir un piquetito en la espalda y al voltear la vista, encontrarme con títulos que antaño no me causaban la misma curiosidad.

Y me he quedado clavada, paseando los ojos profundamente por las hojas, dialogando por primera vez con autores que anteriormente no hubiera querido escuchar... y parece que les miro a los ojos, que escucho sus voces y que me cuentan lo que quiero saber, que comparten con esa generosidad enferma lo que tanto tiempo les costó entender y descubrir de este mundo que cohabitamos.

También escuché esa vocecita que me hablaba cuando me dí un tour por las Librerías de Viejo del centro, y así, si más, como guiada por un imán, encontré lo que buscaba. Algunas semanas antes, en una librería convencional, hallé un par de libros de oferta que fueron una de las mejores adquisiciones literarias de los últimos años, y hasta vi otros en la biblioteca de una amiga que me reprochó: "Yo siempre te dije que te los prestaba, pero tú nunca quisiste." O.O






Llore que te llore

Good morning, good afternoon, good evening, but sad, so sad night.

Luego de un día por demás agitado, me eché a correr sintiendo cómo el corazón apretujado buscaba liberarse del pecho como el loco atado por la injusta camisa de fuerza. Palpitaba, se retorcía, quería salirse al pasar junto al panteón y de una vez quedarse ahí, brincoteando hasta agotar el total de sus fuerzas, y yacer ensangrentado en algún sepulcro ajeno, sin nombre, sin identidad alguna.

Caminé por las obscuras calles aledañas a la Cineteca, sentía cómo me temblaba la mandíbula, quería llorar, no podía. Llegué a la estación del metro, compré un boleto y abordé el primer tren. Nada parecía ser distinto a las muchas veces que he seguido esa rutina cuando vengo de regreso de ver una película. Encontré asiento, me tembló el labio, me derrumbé y dejé fluir al Amazonas retenido en mis lacrimales.

Poco después en el taxi, quien me hubiese visto diría que parecía una horrenda protagonista de película de culto, recostada en el asiento trasero como una fracasada pidiendo a gritos ahogarme con el aire helado del Ajusco que me invadía por la ventanilla. Espasmos, llanto, nerviosismo del chofer que parecía querer voltear para ver si no me iba drogando... llegada a casa derrotada, agua y moco cubriendo mi rostro, genuina preocupación de mi gente, abrazo fuerte, yo: la niña chiquita debilitada por un sentimiento que no fue bien defendido en tiempo y forma.

Minutos después, pantalla y teclado: no hay mejor recompensa. Comienzo a escribir una crónica y termino siendo la valiente que dice una vez más lo que siente y piensa sin tapujos, con humor y coraje, y a la persona indicada. Me relajo. No pude haber encontrado terapia mejor que refugiándome en los lindos caracteres del procesador de textos. Ya no lloro.

Sigo en la inercia de escribir palabras, por fin tuve el valor de dejarle una canción como mensaje en el teléfono, de decirle las dos palabras más difíciles que pueden decírsele a alguien, y que no se le dicen a cualquiera.

Sí, yo sé que esta entrada debería de ir en mi blog personal y no en el de opinión, pero en serio: vaya de aquí un consejo a cualquier alma adolorida: azótese usted, considere que su vida es una mierda, que usted mismo o misma es una mierda, que usted tuvo la culpa, y un largo etcétera de situaciones dolorosas que le hagan recordar lo miserable que se siente en este momento.

Llórele, suelte el moco, el grito y el berreo... pero luego escriba en su blog -si no tiene, hágase de uno-, o en su diario, o haga una carta como si se saliera de sí mismo y comenzara a verlo todo desde fuera: así lo hice yo. Y véame ahora, el dolor casi se ha esfumado. No del todo, pero he dicho por escrito lo que callé estando frente a su cara, y se lo he enviado. Ahora y por lo pronto estoy satisfecha. Que ruede el mundo mientras tenga yo una computadora en frente. ¡Sí señor! Escribir es de valientes, de cojonudos como yo que los tengo invisibles pero palpables.

Viva la alegría de escupir letras, y salud por todos los que un día me dijeron: "Escribe siempre, no dejes de escribir porque algún día eso te salvará la vida"


Hoy ya lo hizo.


*

domingo, 28 de octubre de 2012

De piedras y calderos

Vengo a resucitar un poquito este espacio, mi viejo blog de opinión sólo por acordarme de cómo se llama, y aprovecho a pedir una disculpa anticipada si comienzo hablando de mí misma, pero no soy una persona que ame la poesía, no la consumo, ya no intento escribirla, de hecho es frecuente que la evada y hasta hoy no me había preguntado por qué.

Quizá me suceda que mi inconsciente le ha endilgado una relación extraña con los tormentos del alma, con la parte obscura de mi adolescencia en donde a la menor provocación escribía versos cursis que en fechas recientes opté por borrar para siempre hasta de la Papelera de Reciclaje.

No me gusta leer poesía porque pienso que, distinguiéndose de otras formas de literatura, es como una lupa que transparenta la piel de quien la escribe, y con mucha regularidad lo que encuentro en las almas de los poetas no es algo muy agradable de descubrir ni me da buen sabor de boca.

Yo no escribo con palabras bien hechas, soy bloguera, criticona y bronca para escupir mis letras. Lo que en su momento consideré buena poesía extraída de mis cuadernos de juventud, con el tiempo no fue merecedora ni siquiera de un espacio en el bote de la basura virtual. Le tengo tirria a escribir sentimientos mal manejados, amores no superados, emociones desbordadas y sin embargo lo hago del único modo que sé: en blogs, notas de facebook y tweets que nadie me sigue. Esa doble sensación de anonimato y exhibicionismo que proporcionan las redes puede fascinarme.

Por eso viví alejada de los poetas -para mí todos ellos son malditos, a mí no me engañan- porque mi pequeño cerebro acostumbrado a la redacción a quemarropa de las noticias, al reto intelectual de los textos científicos, a la seducción casi cinematográfica de la narrativa y a la lógica bufona del teatro; no puede digerir los textos poéticos que son como un clavado al subconsciente, como un viaje a sueños ajenos, indescifrables, enredados y pachecos.

...

Pero algo pasó con un poemario que cayó en mis manos recientemente. Fui por voluntad propia a su presentación en sociedad, con inusitada curiosidad hacia las letras de una bruja que voló desde mi remoto pasado hasta el momento en que pude tenerlas en mis manos. Piedra al alba se llamaba.

Llegué tarde sin proponérmelo, y sólo alcancé a leer cómo su autora leía el último poema:

"...en tierra de ciegos existí
lo sé porque al alba escribo."

Se me erizó la piel tan pronto comenzó a leerlo. Mirarla ahí con su rostro de niña -no ha cambiado la condenada desde que íbamos en la prepa- repasando las líneas que al fin probaban la luz de los reflectores. Fue breve el momento porque de inmediato concluyeron las preguntas y había que ir por el libro, abrazarse, reír.

Caminé por el Centro Histórico de mi amada ciudad, un lugar mágico que se presta a recibir en su seno las más locas historias de amor, las más hondas pasiones, las más lúgubres tristezas y las más ingenuas esperanzas. Suspiré. Serían dos horas de camino a casa, pero traía una lectura en el bolsillo que devorar bajo las generosas luces del tren subterráneo.

Al principio fue la dedicatoria, pecosa sonrisa.

Luego la imagen de una niña en camisón largo cantando "toma el llavero, abuelita, y enséñame tu ropero, con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú"

Ahí estaban no sólo esas cosas que la autora descubrió en aquél armario, sino los rostros, los viajes, los sabores y olores de un alma serena, luminosa. Como un recetario celoso que apenas revela ingredientes y procedimientos útiles para perderse en sí mismo, encontrarse y recibirse como se recibe a un amigo errante que vuelve a casa después de mil batallas.

De una bruja es la melena suelta de 'la Pipis', una muchacha de esas raras que uno conoce en esos años que definen la vida. De una bruja son los recuerdos en su casa de la montaña, jugando al libro mágico, soñando que habitaban fantasmas en la cocina tapizada de talavera, o que surgían los ovnis en medio del bosque, o que el Vampiro Canadiense cobraba vida desde el poster que adorna uno de los cuartos. De bruja es el susto porque en cierta bodega de madera en medio del jardín se escuchan ruidos raros, y todos corremos a refugiarnos con la adrenalina de lo imposible al interior de la casa. De bruja era oír a los Hombres G y asustarse porque cierta canción comenzaba con un susurro...

De bruja es la chica pandrosa en las Noches Coloniales, llegando a abrazarnos de brazos abiertos cantándome "¡¡Vieeeeja, déjame vieeeja!!" cuando la canción original en vez de 'vieja' decía 'piedra'.

Paso entonces al terreno del dominio público y encuentro no sólo el rumor de una suave amargura, propia y natural de las mentes conscientes; sino la lucidez de un humor inteligente, de ese que desde siempre cuestionaba a los maestros, a veces a boca de jarro, a veces desde el silencio.

Ahora lo entiendo: estoy frente a un alma vieja, por lo menos igual de vieja que la mía, contemporánea. Un alma que me sonríe y me guiña el ojo desde el más allá de mis recuerdos remotos, y que se convierte en una caricia para mi propio espíritu.

Mística y enamorada de la ensoñación, siempre distinta. Ella me enseñó qué era el Heavy Nopal, y por ella supe que el Just For Men también podían usarlo las mujeres.

Marian Pipitone con su rebozo multicolor, melena trenzada y uñas pintadas ya no es más 'la Pipis', la aprendiz de magia. Ya es una mujer sabia, poseída y fortalecida por el espíritu de sus ancestros, franca y diáfana, hechicera de las meras meras.

Hoy nos da a probar de ese bebedizo que sabe al hogar y al cosmos... Marian Pipitone no es 'una de esas poetas', ¡Dios la libre y nos libre con ella! Lo que ha publicado son pócimas secretas para adentrarse en su mente. Y yo... simplemente agradezco.




martes, 4 de enero de 2011

martes, 28 de diciembre de 2010

Termina Tortura en Tierra de Ciegos

Gracias a quienes fueron seguidores y testigos de mis opiniones. Próximamente un nuevo espacio.
Hortensia MM

PD No es broma del Día de los Inocentes

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cómicos y chistocitos: ¿artistas o trabajadores?

Aquí vengo, luego de un rato de no escribir en este espacio, para hablar de un tema que me sigue preocupando, y que ha cobrado unas dimensiones que nunca me hubiera imaginado descubrir tan cercanamente. Ese tema sigue siendo la risa.

¿Cuál es la principal función de un actor cómico? ¿Por qué hacer reír es más difícil que hacer llorar? ¿Por qué hay cosas en televisión, teatro, revistas y radio que no son simpáticas y siguen vendiéndose como lo más divertido que puede haber? ¿Qué se obtiene con hacer reír a otro?

En psicología, la necesidad de reconocimiento presente en todo ser humano encierra dos grandes misterios: el deseo de ser amado por un lado, y el deseo de dominio sobre los otros, en el extremo opuesto. Ambas cosas de forma equilibrada, hacen que se exprese esta necesidad de muy diferentes maneras: Hay quienes, desde un narcisismo evidente, no dejan de ser el foco de atención y no pretenden otra cosa que saciar su sensación de soledad con la droga de tener siempre una cierta cantidad de espectadores alrededor, celebrando sus ocurrencias.

Hay otros, que pretenden a través de sus chistes, demostrar que son más inteligentes que sus espectadores, y sus shows llegan a ser tan elitistas, que nadie puede entender y mucho menos reírse, a menos que quiera complacer a quien está en escena, o bien, tenga las mismas referencias de las que ha partido el creador del espectáculo.

En ambos casos la toma del escenario no es más que un escaparate para lucir las propias cualidades: ya sean estas referentes a una imagen presumible (despliegue de producción incluido), o a la exhibición de una o varias habilidades (baile, gracia, canto, uso de voces, elasticidad, pantomima, acrobacias, gestualidad, "inteligencia", etcétera...)

Lamentablemente he podido ver últimamente, y en varios niveles de espectáculos, más trabajadores del arte que artistas propiamente dichos. ¿Qué los distingue? El creerse más de lo que en realidad son.

El artista siempre está en una constante búsqueda de sí mismo, de perfeccionarse como ser humano, de enriquecerse con experiencias varias que le ayuden a vivir tranquilo consigo mismo y con quienes le rodean. Su intención principal es buscar la felicidad como una tarea de todos los días, a sabiendas de que nunca va a encontrarla, y que los únicos momentos en los que podrá devolver a la vida lo poco o mucho que se le ha brindado, es encima de un escenario, compartiendo, como quien ofrece una cena o una fiesta, sus mejores dones, aquello que le ha costado trabajo obtener pero que no sabe igual si se come a solas.

El trabajador del arte busca siempre ser mejor artista. Toma cursos de todo, se prepara, lee, practica, ensaya y se mata con tal de obtener o no perder un lugar en el medio, ya sea éste un espacio importante dentro de la farándula, o dentro de un simple grupo de amigos. Hay gente que desde antes de ser profesional, busca la pose de divo o diva, aprende tipos de comportamiento social que probablemente le resulten efectivos para abrirse camino hacia la fama o el trabajo bien remunerado. No tienen empacho en ofrecer sus halagos a diestra y siniestra, sólo porque ven en el otro una posibilidad de crecimiento personal.

Los artistas son más escrupulosos al respecto. Si bien los tiempos modernos los obligan en cierta medida a establecer relaciones más políticas que afectivas, los artistas sólo se quedan con la gente que les vaya a dejar un aprendizaje útil, profundo, y desechan como van pudiendo, las relaciones por mera conveniencia, ya que estas son las de menor peso en sus prioridades.

Aunque en ocasiones los caminos son tramposos y llevan a tener que decidir entre una u otra, y dependiendo del contexto más amplio, hay que elegir con cuidado, los trabajadores del arte quieren vivir de lo que hacen, lo toman como un oficio, como una carrera profesional a la que hay que entregarse del mismo modo que al estudiar para contador u ortodoncista.

Quizás sea la profesionalización del arte, llena de contenidos obligados, de técnicas probadas y espacios específicos para ejercerla, lo que ha matado a tantos artistas natos, convirtiéndolos en simples obreros. Sin embargo, hay que decir, que existen profesionales ostentando con mucha honra el laurel de artistas, sin que eso signifique que sean mejores o peores que los no estudiados.

Pero, ¿a qué viene toda esta introducción, cuando quiero referirme a la risa y al sentido del humor del mexicano, particularmente? Referiré una anécdota para entrar directo y sin más rodeos:

Hace algunas semanas acudí a una conferencia dictada por Edgar Vivar, Pierre Angelo y René Franco en la Universidad Pedagógica Nacional. Invitados por el encargado de la dirección de Difusión Cultural de dicha institución, y también director teatral, Rodrigo Johnson Celorio, se les pidió que compartieran libremente sus sentires con respecto al "Teatro Popular en México". Así, la primera respuesta fue a cargo del "Señor Barriga", ubicado así por sus seguidores en "El Chavo del Ocho". Vivar apuntó que desde el principio de su historia, el teatro es una manifestación del pueblo, así que no podía explicarse de otra forma al quehacer escénico sin su arraigo popular.

Pierre Angelo se presentó como un apasionado del teatro popular, siendo que, a pesar de no haber estudiado actuación sino una carrera completamente diferente, su tesis de licenciatura la hizo acerca de la "Administración de un teatro bar".

Habiéndose presentado por ya varios años en el Teatro Blanquita con la obra "El Tenorio Cómico", y actor de profesión, René Franco no decepcionó en cantidad de anécdotas entre las que refiere su defensa hacia los espectáculos en vivo, lo que lo llevó a conducir su programa "Es de noche y ya llegué" en las instalaciones de la legendaria XEW con público presente.

Todo iba marchando bien, el auditorio se fue llenando hasta alcanzar el tope, sólo igualado a las grandes ocasiones en que vinieron Howard Gardner (el teórico de las Inteligencias Múltiples) y Henry Giroux (fundador de la pedagogía crítica) ante los cuales, no hay punto de comparación.

Edgar Vivar, por mucho, el más lúcido de los tres, relató una anécdota que vivió en Santiago de Chile después del golpe de estado que dio muerte al presidente Allende. Contó que tuvo que actuar junto con sus compañeros de "El Chavo" en el mismo estadio que días antes había estado lleno de cadáveres producto de la invasión militar de Pinochet. "Roberto (Gómez Bolaños) quiso echarse esa responsabilidad y todos lo seguimos. La parte conmovedora es que al pasar cerca del Palacio de la Moneda, todavía con el olor a miedo de los habitantes, los niños querían vernos y nos hacían valla, aún retenidos por los militares, buscando con gran ansiedad tener un recuerdo visual de sus personajes favoritos."

Pierre Angelo había contado antes, que venía de trabajar en Ciudad Juárez, y que "Efectivamente aquél era un estado de sitio. Nos asomábamos por las ventanas del hotel y no había una sola persona en la calle, todo absolutamente 'muerto'. Lo increíble del asunto es que en la noche, un auditorio de más de cinco mil personas, estaba lleno hasta reventar, y nos aplaudieron de pie, muy efusivamente. -Hasta la 'carne se me pone chinita' de acordarme.- Es cuando uno dice: 'Por eso es que vale la pena mi trabajo, no por el dinero'."

Ojalá hubieran podido sostener argumentos tan elocuentes para explicar la estrecha relación que guarda la comedia con el pueblo. Al llegar la hora de las preguntas, Franco sentenció: "Pregunten, porque un público pasivo es lo que menos me gusta, me da hueva". La primera pregunta fue de un pobre estudiante que -luego de 'darles la bienvenida en nombre de todos' en una actitud totalmente "lamebotas"- casi casi pidió asesoría para su tesis con una ingenuidad planteada a las personas equivocadas: "¿Creen que me puedan aprobar mi tema de tesis que quiere abordar la performance (sic)?" Nada relevante, sino vergonzante.

Y de inmediato, aprovechando que el muchacho en cuestión estaba sentado a mi lado y tenía el micrófono en la mano, quien aquí escribe preguntó su opinión sobre la creciente frivolización de la risa: "Ustedes hablan de que la gente que más sufre es la más propensa al aplauso, porque busca la oportunidad de reírse de lo que más le duele, pero en estos tiempos, la gente ya se ríe de cualquier cosa. ¿No les pesa que sean llamados 'chistocitos' en lugar de actores cómicos? Para ustedes ¿en qué radicará la diferencia?" Palabras más, palabras menos, era una oportunidad de enseñarnos a nosotros, el público que abarrotaba ese auditorio, cuál era el valor real del trabajo que hacían, cómo se preparaban, qué convicción les movía a dedicarse a eso y no a otra cosa, total, estábamos en un espacio universitario. Yo no era una periodista de Ventaneando, sino una pedagoga con una pregunta seria, interesada en saber lo que nos tenían que decir, incluso agradecí antes que nada el tiempo de los tres, pues no es ajeno para nadie que tienen agendas muy apretadas... ... lástima que fue tomado por agresión, pues René Franco me contestó muy a la defensiva y Pierre Angelo simplemente no quiso aportar nada.

Fue Edgar Vivar quien aventuró una especie de respuesta, calificando mi cuestionamiento como "interesante" y poniendo cara de tener tiempo de no preguntarse eso. Franco arguyó que la responsabilidad estaba en el espectador. Que había dos tipos de risa: la "risa buena" y la "risa mala" y que si a mí no me gustaba una, que fuera y buscara la otra. Pésimo.

Otra señora tomó la palabra para decirle a Pierre Angelo que recordaba muy bien su imitación de Nino Canún y que le encantaba. Y una persona más les preguntó cómo influía el poder del estado en los contenidos de Televisa, ya que los tres forman parte de la misma empresa, a lo que Pierre, al ser uno de los muy pocos escritores de comedia en esos canales (mencionó que en total son sólo cuatro), confesó que "no se la rifa" cuando recibe amenazas sutiles o llamados de atención por parte de "los de arriba", y prefiere conservar su trabajo y decir lo que le dejan, que arriesgarse a que lo callen para siempre.

Esas fueron todas las preguntas. El resto fueron halagos, fotos, autógrafos, manifestaciones de admiración de espectadores comunes cuyo mayor interés era el souvenir y no el conocimiento. Salí muy decepcionada esa noche.

¡Lo peor de todo es que estos comediantes están firmemente convencidos de que lo que hacen a través de su trabajo es hacer denuncia social y política! Están tan ciegos de fama y poder, que creen que están diciendo "la verdad del pueblo" ¡textual! Si en verdad Pierre Angelo estuviera diciendo "la verdad del pueblo", segurito, ya no estaría en Televisa. Pero es tan soso, que ni siquiera en el teatro o en el centro nocturno dice tales "verdades". Retratar la realidad nacional, por muy subjetivable que parezca, no se reduce a hablar como nacos y diciendo malas palabras, no se limita al albur y al chiste sexual como recurso barato. Y no soy moralista en lo más mínimo, pero ¿cuántos hacen las más crueles aberraciones vistiéndolas de denuncia como la estupidez de la Guerra de Chistes o el tristemente célebre Esteban Arce, todo "en favor de la libertad de expresión" imperante?

¿Cuántos trabajadores del arte son inclusive, mucho menos que eso, y son sólo instrumentos bien pagados de un esquema social conveniente a los intereses particulares de ciertos grupos poderosos y tendencias globales?

Me queda claro que hacer reír no es cuestión sólo de artistas y trabajadores del arte, como he insistido aquí en diferenciar, sino de personas mediocres y perversas aunque inteligentes (nadie niega la astucia de Franco ni el ingenio de Angelo). Así que, mientras sigo documentándome al respecto, hasta ahora veo pocos actores cómicos, y cada vez más payasos malvados.

miércoles, 6 de octubre de 2010

No oigo, no oigo, soy de palo (toro brindado a Brozo, ¡Óraleee!)

El no escuchar no significa tener un problema auditivo, no percibir los sonidos y tener que leer los labios del otro que nos habla. Lamentablemente el problema de escucha está directamente relacionado con esa ceguera que se resume en la sabiduría popular que reza "no ver más allá de sus narices", y estar educados en un mundo de apariencias, de imagen, sin que ello nos permita lograr ver contenidos de fondo. En este entendido, la gente además de ciega, está sorda... ¡¡pero posee una de labia!!

Lo grave de las pasiones es cuando vienen de gente que no conoce más razón que la propia, que no se mantiene fría hasta que puede emitir una opinión sensata y que, dada su bíblica ceguera, "no ven la viga en el ojo propio, pero distinguen la paja en el ajeno".

Así me sucedió hoy. Tristemente encontré que es difícil edificar una amistad durante años, conservarla, sostenerla con cariño y respeto, para que en un solo día todo se desmorone "en un abrir y cerrar de ojos". ¿El motivo? Ni más ni menos que el escándalo de Brozo y el hacker.

"We always need to hear both sides of the story" entona Phil Collins en una sencilla canción que reflexiona acerca de la necesidad de informarse antes que enjuiciar.

Todo el mundo tiene derecho a opinar desde su perspectiva, y yo en este espacio he tratado de hacerlo con mirada amplia, aunque en ciertos temas peque de corta visión. Incluso ha habido gente que me ha acusado de "tendenciosa y desinformada" en algún post anterior, lo cual pasado el tiempo, puedo aceptar en su justa medida. Sin embargo todo ha sido en medio de un vaivén de ideas, debates, algunos fuertes, otros sencillos. Jamás he pedido que se me conceda la razón absoluta: ni en la libre expresión escrita, ni dramática cuando estoy exponiendo mis ideas sobre un escenario, ni en la libre cátedra cuando imparto mis cursos en la universidad. Soy terca, lo reconozco, y cuando hay contenidos que domino más que mi interlocutor, los sostengo con argumentos. Como les digo a mis estudiantes: nunca daría una clase sólo por darla, sin que yo crea en lo que enseño...pero más que defender mis ideas, defiendo mi derecho a ser escuchada, por favor léalo usted bien: es-cu-cha-da.

Y lo mejor que puede pasarme es que me digan: "entiendo tu punto, pero me quedo con mi postura" ¡Voilá! No quería que me dijeran "me has convencido, ¡oh Sabia del Monte, ilumíname con tu luz!" No con-vencí, no es una guerra.

También es maravilloso, invaluable, cuando alguien me hace ver algo que yo no he visto y me ayuda a aprender, a crecer, a enriquecer mi mundo, a hacerlo más vasto. Y cuando sucede el caso contrario, en que la otra persona se abre con toda humildad a escuchar mis razones y termino yo ayudándole a aprender, la experiencia es gratificante. En todos estos casos hubo diálogo, escucha, ping pong de opiniones. No hay vencidos ni vencedores, todos ganamos si entendemos que hay diversos puntos de vista y que lo interesante de la vida está en la diversidad.

Por desgracia todo el mundo se ha creído que Hortensia es sólo la parte de enfrente: la que camina con convicción en lo que hace, la que está rodeada por un halo de actriz que la hace parecer que se siente estrella, la que toma el territorio de las letras para expresarse como último recurso para no quedarse callada, y como -muy tristemente- me dijo alguna vez alguien que quise, es la que se deja llevar por "el perro de su ego" como lo define Jodorowsky.

Algunas veces también soy esa. Habita el ego en mí como habita en todo el mundo, no soy perfecta, soy -gracias a todos los dioses- un ser lleno de deficiencias, por lo que tengo mucho que hacer. Pero detrás de la convicción en el andar hay un miedo que no me conviene ir pregonando, detrás de esa actitud de mujer creída y autosuficiente hay una mujer solitaria que muere por hallar compañía, por apegarme a gente inteligente, sensible y trabajadora...gente que no se deje llevar por la imagen y explore más allá, gente que se pregunte quién soy y no se quede con lo que ven sus ojos, gente que sepa ver con el corazón, aunque a Saint de Exupéry le digan cursi.

No soy ciertamente sociable, soy selectiva, tengo mi temperamento, pero los pocos amigos que tengo los conservo gracias a esa forma de ser que tienen ellos, no gracias a que soy como soy. ¿Por qué he de ser linchada por decir que el escándalo de Brozo no es para comérselo vivo? ¿Porque no quiero sonar grillera? ¿Porque estoy cansada de esa gente que se la pasa culpando a medio mundo de los males del país y no se pone a hacer algo interesante con su propia vida? ¿Porque justifico medianamente la reacción del payaso comunicador? ¿Porque trato al personaje y al hombre como si fueran uno mismo? (¡¡Esto se me calificó de "lamentable"!! ¡¡Cómo se ve que no saben de actuación!!)

Yo puedo ver en Brozo y en Víctor Trujillo, el hombre que le da vida, todos los defectos que usted guste y mande: ¿es grosero, vulgar, agresivo? Lo es. Nadie lo está negando. ¿Se imaginan a Brozo siendo afeminado como Trujillo? ¡No! ¡Entonces no sería Brozo!, pero entonces al ponerle voz grave, tono guarro -de un arraigo popular muy, pero muy fuerte-, actitud machista y pose de "por mis huevos", ¿Trujillo deja de ser Víctor? Sí y no. Asuntos complejos que no se entienden si no se sabe lo que es encarnar a un personaje... y además, ¡llevarlo puesto por más de veinte años!.

A veces hay que usar un disfraz para que lo escuchen a uno, y si a Trujillo le funciona, se lo respeto.

¡Ya se sabe que hay que tener responsabilidad en medios y bajarle un poco a lo intenso! (Los comentarios apasionados del conductor fueron muy desafortunados) Y yo he dicho en este mismo espacio que Brozo perdió un poquillo de mi credibilidad cuando se fue a Televisa, sin embargo ahora que lo sintonizo con más detenimiento, el tipo sabe muy bien lo que hace y lo que dice. Esta vez se le barrió, pero el que sea amigo de Loret de Mola y de Emilio Azcárraga no lo hacen tener cuernos y cola como para evitarlo a toda costa.

El prejuicio que por décadas tenemos ciertos mexicanos a todo lo que huela a Televisa es justificable, yo misma lo siento a veces, pero no podemos etiquetar así a las personas, no se vale. El Mañanero informa y lo hace bien, provoca el pensamiento, el equipo que lo compone es sólido, su intención cultural es bastante aceptable.

Quizá me identifico con este señor en que todo el mundo le cuelga milagritos que no le corresponden, como eso de que quiere imponer el punto de vista de la Empresa (léase Gobierno) o que quiere manipular al pueblo, ¡por Dios! si no estamos en tiempos de Jacobo Zabludowsky. De verdad, Televisa está a años luz de ser una blanca palomita, pero en este sentido ya no es lo mismo que entonces, y si quien me lee no se acuerda o no se enteró de como era antes, les invito a documentarse de veras.

Entiendo perfectamente que su guarrez puede espantar a muchos que se persignan cada vez que sale con algo de mal gusto, pero no es para rasgarse las vestiduras. Entiendo que el trato sexista que le da a la mujer (medio parodia, medio en serio) a veces puede confundirse y parecer que apoya la inequidad, pero eso es simple: si algo no va de acuerdo con lo que uno piensa, hay una de dos: o se relaja, lo estudia y trata de VER más allá, de ESCUCHAR con mucha atención, incluso si no le gusta lo que va aprendiendo... o de plano le cambia a donde encuentre más empatía y confort.

Brozo juega. Como dije en mi cyber-pleito-no-buscado, es una de las mentes más lúcidas y lúdicas de este país. No como Esteban Arce, que es obtuso y corriente...no los midan con la misma vara sólo porque salen en el mismo canal y seguiditos. "Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra"

Y como ya estoy cantinfleando, creo que finalmente me desahogué, que para eso tengo este espacio. Ya lloré las lágrimas urgentes, ni una más, ni una menos. Perder una amistad duele, pero la vida continúa con anteojos o sin ellos. Ojalá por la miopía no nos tropecemos la una con la otra en mucho, pero mucho tiempo. Yo en verdad, no lo necesito.