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lunes, 29 de noviembre de 2010

Cómicos y chistocitos: ¿artistas o trabajadores?

Aquí vengo, luego de un rato de no escribir en este espacio, para hablar de un tema que me sigue preocupando, y que ha cobrado unas dimensiones que nunca me hubiera imaginado descubrir tan cercanamente. Ese tema sigue siendo la risa.

¿Cuál es la principal función de un actor cómico? ¿Por qué hacer reír es más difícil que hacer llorar? ¿Por qué hay cosas en televisión, teatro, revistas y radio que no son simpáticas y siguen vendiéndose como lo más divertido que puede haber? ¿Qué se obtiene con hacer reír a otro?

En psicología, la necesidad de reconocimiento presente en todo ser humano encierra dos grandes misterios: el deseo de ser amado por un lado, y el deseo de dominio sobre los otros, en el extremo opuesto. Ambas cosas de forma equilibrada, hacen que se exprese esta necesidad de muy diferentes maneras: Hay quienes, desde un narcisismo evidente, no dejan de ser el foco de atención y no pretenden otra cosa que saciar su sensación de soledad con la droga de tener siempre una cierta cantidad de espectadores alrededor, celebrando sus ocurrencias.

Hay otros, que pretenden a través de sus chistes, demostrar que son más inteligentes que sus espectadores, y sus shows llegan a ser tan elitistas, que nadie puede entender y mucho menos reírse, a menos que quiera complacer a quien está en escena, o bien, tenga las mismas referencias de las que ha partido el creador del espectáculo.

En ambos casos la toma del escenario no es más que un escaparate para lucir las propias cualidades: ya sean estas referentes a una imagen presumible (despliegue de producción incluido), o a la exhibición de una o varias habilidades (baile, gracia, canto, uso de voces, elasticidad, pantomima, acrobacias, gestualidad, "inteligencia", etcétera...)

Lamentablemente he podido ver últimamente, y en varios niveles de espectáculos, más trabajadores del arte que artistas propiamente dichos. ¿Qué los distingue? El creerse más de lo que en realidad son.

El artista siempre está en una constante búsqueda de sí mismo, de perfeccionarse como ser humano, de enriquecerse con experiencias varias que le ayuden a vivir tranquilo consigo mismo y con quienes le rodean. Su intención principal es buscar la felicidad como una tarea de todos los días, a sabiendas de que nunca va a encontrarla, y que los únicos momentos en los que podrá devolver a la vida lo poco o mucho que se le ha brindado, es encima de un escenario, compartiendo, como quien ofrece una cena o una fiesta, sus mejores dones, aquello que le ha costado trabajo obtener pero que no sabe igual si se come a solas.

El trabajador del arte busca siempre ser mejor artista. Toma cursos de todo, se prepara, lee, practica, ensaya y se mata con tal de obtener o no perder un lugar en el medio, ya sea éste un espacio importante dentro de la farándula, o dentro de un simple grupo de amigos. Hay gente que desde antes de ser profesional, busca la pose de divo o diva, aprende tipos de comportamiento social que probablemente le resulten efectivos para abrirse camino hacia la fama o el trabajo bien remunerado. No tienen empacho en ofrecer sus halagos a diestra y siniestra, sólo porque ven en el otro una posibilidad de crecimiento personal.

Los artistas son más escrupulosos al respecto. Si bien los tiempos modernos los obligan en cierta medida a establecer relaciones más políticas que afectivas, los artistas sólo se quedan con la gente que les vaya a dejar un aprendizaje útil, profundo, y desechan como van pudiendo, las relaciones por mera conveniencia, ya que estas son las de menor peso en sus prioridades.

Aunque en ocasiones los caminos son tramposos y llevan a tener que decidir entre una u otra, y dependiendo del contexto más amplio, hay que elegir con cuidado, los trabajadores del arte quieren vivir de lo que hacen, lo toman como un oficio, como una carrera profesional a la que hay que entregarse del mismo modo que al estudiar para contador u ortodoncista.

Quizás sea la profesionalización del arte, llena de contenidos obligados, de técnicas probadas y espacios específicos para ejercerla, lo que ha matado a tantos artistas natos, convirtiéndolos en simples obreros. Sin embargo, hay que decir, que existen profesionales ostentando con mucha honra el laurel de artistas, sin que eso signifique que sean mejores o peores que los no estudiados.

Pero, ¿a qué viene toda esta introducción, cuando quiero referirme a la risa y al sentido del humor del mexicano, particularmente? Referiré una anécdota para entrar directo y sin más rodeos:

Hace algunas semanas acudí a una conferencia dictada por Edgar Vivar, Pierre Angelo y René Franco en la Universidad Pedagógica Nacional. Invitados por el encargado de la dirección de Difusión Cultural de dicha institución, y también director teatral, Rodrigo Johnson Celorio, se les pidió que compartieran libremente sus sentires con respecto al "Teatro Popular en México". Así, la primera respuesta fue a cargo del "Señor Barriga", ubicado así por sus seguidores en "El Chavo del Ocho". Vivar apuntó que desde el principio de su historia, el teatro es una manifestación del pueblo, así que no podía explicarse de otra forma al quehacer escénico sin su arraigo popular.

Pierre Angelo se presentó como un apasionado del teatro popular, siendo que, a pesar de no haber estudiado actuación sino una carrera completamente diferente, su tesis de licenciatura la hizo acerca de la "Administración de un teatro bar".

Habiéndose presentado por ya varios años en el Teatro Blanquita con la obra "El Tenorio Cómico", y actor de profesión, René Franco no decepcionó en cantidad de anécdotas entre las que refiere su defensa hacia los espectáculos en vivo, lo que lo llevó a conducir su programa "Es de noche y ya llegué" en las instalaciones de la legendaria XEW con público presente.

Todo iba marchando bien, el auditorio se fue llenando hasta alcanzar el tope, sólo igualado a las grandes ocasiones en que vinieron Howard Gardner (el teórico de las Inteligencias Múltiples) y Henry Giroux (fundador de la pedagogía crítica) ante los cuales, no hay punto de comparación.

Edgar Vivar, por mucho, el más lúcido de los tres, relató una anécdota que vivió en Santiago de Chile después del golpe de estado que dio muerte al presidente Allende. Contó que tuvo que actuar junto con sus compañeros de "El Chavo" en el mismo estadio que días antes había estado lleno de cadáveres producto de la invasión militar de Pinochet. "Roberto (Gómez Bolaños) quiso echarse esa responsabilidad y todos lo seguimos. La parte conmovedora es que al pasar cerca del Palacio de la Moneda, todavía con el olor a miedo de los habitantes, los niños querían vernos y nos hacían valla, aún retenidos por los militares, buscando con gran ansiedad tener un recuerdo visual de sus personajes favoritos."

Pierre Angelo había contado antes, que venía de trabajar en Ciudad Juárez, y que "Efectivamente aquél era un estado de sitio. Nos asomábamos por las ventanas del hotel y no había una sola persona en la calle, todo absolutamente 'muerto'. Lo increíble del asunto es que en la noche, un auditorio de más de cinco mil personas, estaba lleno hasta reventar, y nos aplaudieron de pie, muy efusivamente. -Hasta la 'carne se me pone chinita' de acordarme.- Es cuando uno dice: 'Por eso es que vale la pena mi trabajo, no por el dinero'."

Ojalá hubieran podido sostener argumentos tan elocuentes para explicar la estrecha relación que guarda la comedia con el pueblo. Al llegar la hora de las preguntas, Franco sentenció: "Pregunten, porque un público pasivo es lo que menos me gusta, me da hueva". La primera pregunta fue de un pobre estudiante que -luego de 'darles la bienvenida en nombre de todos' en una actitud totalmente "lamebotas"- casi casi pidió asesoría para su tesis con una ingenuidad planteada a las personas equivocadas: "¿Creen que me puedan aprobar mi tema de tesis que quiere abordar la performance (sic)?" Nada relevante, sino vergonzante.

Y de inmediato, aprovechando que el muchacho en cuestión estaba sentado a mi lado y tenía el micrófono en la mano, quien aquí escribe preguntó su opinión sobre la creciente frivolización de la risa: "Ustedes hablan de que la gente que más sufre es la más propensa al aplauso, porque busca la oportunidad de reírse de lo que más le duele, pero en estos tiempos, la gente ya se ríe de cualquier cosa. ¿No les pesa que sean llamados 'chistocitos' en lugar de actores cómicos? Para ustedes ¿en qué radicará la diferencia?" Palabras más, palabras menos, era una oportunidad de enseñarnos a nosotros, el público que abarrotaba ese auditorio, cuál era el valor real del trabajo que hacían, cómo se preparaban, qué convicción les movía a dedicarse a eso y no a otra cosa, total, estábamos en un espacio universitario. Yo no era una periodista de Ventaneando, sino una pedagoga con una pregunta seria, interesada en saber lo que nos tenían que decir, incluso agradecí antes que nada el tiempo de los tres, pues no es ajeno para nadie que tienen agendas muy apretadas... ... lástima que fue tomado por agresión, pues René Franco me contestó muy a la defensiva y Pierre Angelo simplemente no quiso aportar nada.

Fue Edgar Vivar quien aventuró una especie de respuesta, calificando mi cuestionamiento como "interesante" y poniendo cara de tener tiempo de no preguntarse eso. Franco arguyó que la responsabilidad estaba en el espectador. Que había dos tipos de risa: la "risa buena" y la "risa mala" y que si a mí no me gustaba una, que fuera y buscara la otra. Pésimo.

Otra señora tomó la palabra para decirle a Pierre Angelo que recordaba muy bien su imitación de Nino Canún y que le encantaba. Y una persona más les preguntó cómo influía el poder del estado en los contenidos de Televisa, ya que los tres forman parte de la misma empresa, a lo que Pierre, al ser uno de los muy pocos escritores de comedia en esos canales (mencionó que en total son sólo cuatro), confesó que "no se la rifa" cuando recibe amenazas sutiles o llamados de atención por parte de "los de arriba", y prefiere conservar su trabajo y decir lo que le dejan, que arriesgarse a que lo callen para siempre.

Esas fueron todas las preguntas. El resto fueron halagos, fotos, autógrafos, manifestaciones de admiración de espectadores comunes cuyo mayor interés era el souvenir y no el conocimiento. Salí muy decepcionada esa noche.

¡Lo peor de todo es que estos comediantes están firmemente convencidos de que lo que hacen a través de su trabajo es hacer denuncia social y política! Están tan ciegos de fama y poder, que creen que están diciendo "la verdad del pueblo" ¡textual! Si en verdad Pierre Angelo estuviera diciendo "la verdad del pueblo", segurito, ya no estaría en Televisa. Pero es tan soso, que ni siquiera en el teatro o en el centro nocturno dice tales "verdades". Retratar la realidad nacional, por muy subjetivable que parezca, no se reduce a hablar como nacos y diciendo malas palabras, no se limita al albur y al chiste sexual como recurso barato. Y no soy moralista en lo más mínimo, pero ¿cuántos hacen las más crueles aberraciones vistiéndolas de denuncia como la estupidez de la Guerra de Chistes o el tristemente célebre Esteban Arce, todo "en favor de la libertad de expresión" imperante?

¿Cuántos trabajadores del arte son inclusive, mucho menos que eso, y son sólo instrumentos bien pagados de un esquema social conveniente a los intereses particulares de ciertos grupos poderosos y tendencias globales?

Me queda claro que hacer reír no es cuestión sólo de artistas y trabajadores del arte, como he insistido aquí en diferenciar, sino de personas mediocres y perversas aunque inteligentes (nadie niega la astucia de Franco ni el ingenio de Angelo). Así que, mientras sigo documentándome al respecto, hasta ahora veo pocos actores cómicos, y cada vez más payasos malvados.

lunes, 24 de mayo de 2010

Galletitas light para el ego de Gloria: la 'Baby Monster' de la comedia.

Si esta mujer tiene algo de perra, será tal vez la cánida ternura que incita a amar y proteger a estos animales con la misma constancia con que ellos muestran su innata lealtad, de modo que cuando apareció en el escenario, lejos de encender fuego o elevarnos al viento, fue como un vaso de agua refrescante en lengua sedienta.

Entra la muchacha aquella con un look como de lolita-experimentada-doble-pechuga...y cabe decir que al mencionar el detalle de su cuerpo robusto no estoy hablando de que deba ser necesariamente una mujer fea. Todo lo contrario.


Miré de reojo a mi joven acompañante y tuve la intención de atestarle un pellizco para que dejara de entrecerrar los ojos con aires de tímida lujuria, lo cual no fue una reacción privativa de su juventud o su alta libido, porque pude notar cómo varios caballeros contuvieron el aliento para no importunar a las féminas que estábamos presentes.

Con la suave voz que por momentos deja escapar un acento fresón, Gloria Rodríguez Sayún comienza el monólogo. Ese acento que en otras personas siempre me ha parecido mamón e insufrible, en la incipiente standuppera suena agradable y conecta una inmediata empatía en quienes lo escuchamos brotar de una voz franca, sin más antifaz que el necesario para subirse a un escenario y hacerse a sí misma pedazos.


Comienza hablando un no sé qué que qué se yo de su gordura, continúa viajando por distintos lugares que nos pasean por su casa, sus costumbres, sus amores. Yo conozco a esa mujer de antes, antes ya había oído hablar de la depresión post-party y de comprar lencería en la Comercial Mexicana. Antes ya había escuchado esos chistes en otros trabajos suyos de comedia y si he de ser sincera, ya no me arrancaron la risa.


Sin embargo una sonrisa permanente al notar cómo golpeaba en quienes lo escuchaban por primera vez, me hacía repetir todavía con sorpresa: "eres grande, Gloria."


Se notaba al principio nerviosa, ya fuera por la luz directa que atacaba su cutis perfecto (NDA: grrrrrrrrrr ¬¬) o porque entre los presentes había amigos y familiares, y algún amor perdido en las sombras, brillando con la sola idea de su imprudente presencia.


Chistes iban, chistes venían, mientras en momentos parecía engolosinarse con las carcajadas que arrancaba, y eso se notaba en un coqueto gesto de niña tímida dentro de cuya mente parecía leerse sin pretención alguna: "God, i'm good", y continuaba...buscando por instantes la mirada aprobatoria de alguna amiga, un guiño amable que le hiciera sentir el apoyo de un ser querido, la fuerza que a veces falta en el centro del valor propio para sentir que se está en el camino correcto. Y lo encontraba.


Yo no sé si es porque me es familiar el tener mis botas en un escenario, tal vez pongo en su actuar interpretaciones mías sobre esas pequeñas cosas que suceden a mil por hora y que uno no se da cuenta hasta varias horas después de haberse bajado. No sé si haya algo de cierto en lo que digo, si en donde quiero ver transparencia en una mujer, sólo estoy viendo una proyección de mis propias debilidades. Lo que sí puedo asegurar es que fui testigo del surgimiento de Gloria Rodríguez como un as del Stand up Comedy, porque he tenido la fortuna de coincidir en tiempo y espacio para saber que de aquello que habla aún se duele profundamente, y por ello puedo dar fe de la honestidad de sus espectáculos.


Gloria Rodríguez no es una zorra, porque a pesar de sentir en sus venas el fluir de una sangre ardiente y hasta insaciable, a pesar de no tener problemas con el sexo sin compromiso, prefiere sentirse amada así como ella es capaz de hacerlo: a plenitud. Y es entregada, apasionada, no se vende, tiene escrúpulos -en mi pueblo aún les llaman valores-, no destruye hogares, no copula sólo por sentirse importante. Gloria Rodríguez es una cínica imperfecta, y eso sí, ¡cuanto más pasa el tiempo, más y más lo admiro!

*

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Llorar más, reír menos?

¿Cuál es la diferencia entre caer bien y hacerse el chistocito? ¿Hasta dónde podemos decir que el humor es inteligente y hasta dónde que es una simple ligereza?
Hace poco se me invitó a participar en un cortometraje titulado "Las Plañideras", cuyo guión venía acompañado de una muy seria investigación respectiva a las mujeres que en la antigüedad eran pagadas en los sepelios, con el fin de ayudar a sacar el llanto a los dolientes por medio de sus rezos, cantos y lágrimas.

Por algo el oficio del payaso o clown -curiosamente ejercido en su mayoría por hombres- tiene una historia tan antigua como el de la plañidera -ejercido por mujeres, y más recientemente hombres femeninos-; porque siempre en todas las sociedades, sobre todo en las más caóticas, ha hecho falta liberar la pasión por medio de la risa o del llanto, y estas ciudades de nuestros tiempos no pueden estar excentas de ellos.

Ahora las lloronas, plañideras o lamentatrices ya casi no se utilizan mas que en ciertos poblados remotos en donde aún permanece la tradición. En cambio los payasos, cómicos y chistosos natos han invadido todos los medios de la sociedad, porque la risa no es algo que se asocie con la vergüenza, pero el llanto sí. La gente reprime mucho las lágrimas bajo el supuesto de que llorar es señal de debilidad, y en un mundo guiado por el pesado deber de ser competitivos, "mostrarte frágil lastima tu imagen", tal como me lo dijo una vez, y muy convencido, un exitoso publicista.

Yo no me explicaba por qué los espectáculos cómicos tenían siempre más éxito que los serios, por qué la gente llenaba más los shows de carcajada barata que los de teatro clásico, por ejemplo. Y no, no necesariamente tiene que ver el bajo nivel de cultura general que posee la media de nuestra población, no. El hecho de que la gente busque más a Polo Polo que a Eurípides por el grado de esfuerzo mental que requiere entender a uno y otro, me queda clarísimo; pero creo que va más allá, pues también es mayor el esfuerzo que supone dolerse de las cuitas que nos son ajenas, que el de burlarnos de ellas. Y creo que ahí encuentro un punto crucial en el tema de la risa frívola: reírse del otro, pero no reconocerse en él.

Decía Rabindranath Tagore que cuando el hombre sonrió, el mundo le amó, mas cuando rió, le tuvo miedo. Y si no lo entrecomillo como es debido cuando se citan textualmente palabras que no son propias, es porque esta frase me ha sido propia desde hace ya muchísimos años. Siempre desprecié la risa fácil, y no tiene nada que ver con el origen de ello: debido a mi dentadura imperfecta no aprovecho la menor provocación para presumir el encanto de mi sonrisa. Más bien como Mixtli, el héroe del Best Seller de Gary Jennings, mi inevitable miopía me hace ver mejor las cosas de cerca para apreciarlas antes de soltar un juicio tan descarado y "espontáneo" como lo es la risa.

Ahora entrecomillo el término espontáneo porque en muchas personas la risa pretende serlo, pero no es más que un acto reflejo supeditado a la voluntad para manifestar un sinfín de actitudes que van desde la más velada coquetería hasta el más abierto desprecio. La risa confunde, Tagore tenía razón, reírse es perverso, reírse es algo que nos permite hacer saber al mundo que nuestro cerebro es privilegiado, superior al resto de las especies. Reírnos pocas veces resulta espontáneo, a veces ni la propia sonrisa lo es. Hemos llegado a mecanizar el llanto y la risa de modo tal que son usados a capricho, habiendo anulado con esto el origen genuino de tales expresiones.

Pero ello no significa que llorar sea sólo propio de la gente buena, y reír de la gente mala, si como bueno y malo entendemos la virtud y el vicio. Y tampoco el que llora siempre es manipulador o el que ríe siempre es cínico. Ambas expresiones son tan complejas porque en ellas se resume precisamente la paradoja del ser humano: puede llorar cuando lo invade una profunda felicidad, o reír cuando un dolor inmenso se anida en el fondo de sí mismo.

Llorar ante otros, sin embargo, es señalado como signo de locura, de histeria (de ahí que se asocie mayormente con la femineidad y se reprima en los varones); mientras que reír a solas, tiene el mismo destino. Para llorar, hay que hacerlo en privado, y reír es una poderosa arma para socializar. La gente aprovecha la obscuridad del cine, por ejemplo, para dejar caer una que otra lágrima cuando se conmueve con las situaciones presentadas, pero no siempre. Hay personas que están imposibilitadas para empatizar con circunstancias dolorosas ajenas, ya sean reales o ficticias.

Por otro lado, quedarse impávido ante una anécdota en donde se espera la risa, puede ser o no una especie de bloqueo o imposibilidad para reír. Provocar la risa es algo demasiado difícil, no cualquiera puede hacerlo. De ahí que hablar de Slava Polunin no sea para nada lo mismo que hablar del Payaso Platanito, por más que los dos se pinten la cara de payasos.

A todos pueden dolernos casi las mismas cosas, por eso escribir y actuar una condición trágica siempre resulta más efectivo que al querer construir un momento chusco. No a todos nos hacen reír el mismo tipo de chistes, algunas cosas que divierten a unos, pueden irremediablemente ofender a otros; y lo que a algunas personas puede parecerle sublime y conmovedor, digno de una sonrisa tierna y satisfactoria, para otros puede ser insufriblemente aburrido. Y no nada más tiene que ver con el chiste o la ocasión, lo cual es lo más importante escénicamente hablando, sino con la persona que lo cuenta, cómo lo cuenta y en dónde lo cuenta.

Por ejemplo un chiste político en el cabaret puede ser hilarante, mientras que el mismo chiste en televisión puede ser indignante. Exponer el cuerpo desnudo puede ser grotesco o estético, dependiendo del contexto, fingir un orgasmo puede ser muy erótico o muy vulgar... etcétera.

Cualquier cosa que pretenda provocar una sonrisa es muy delicado, lo que no sucede casi nunca con lo que pretende arrancar una lágrima. Puede, por lo mucho, parecer cursi o sensiblero, pero raramente ofensivo.

Lo peor del asunto es que la gente no sabe de qué se ríe hasta que ha dejado de reírse. Es entonces cuando, en el mejor de los casos, cae en cuenta de que se ha reído de algo doloroso para sí mismo o misma, o bien, que se ha reído de una estupidez sin importancia, de algo que no tiene nada que ver con su propia vida, sino con hacer mofa del otro.

Considero entonces, que hay que cultivar la risa, reeducarla, del mismo modo como educamos día a día la mirada, la palabra, el pensamiento. Hemos abusado de nuestra capacidad de reír y lo hacemos de cualquier simpleza... algunas veces es bueno, pero no cuando se hace costumbre. El llanto es más reprimido en general, quizás haya que usarlo más a menudo para reconocernos como seres humanos completos, y al reírnos usar más la inteligencia, de modo que el jolgorio sea más placentero y menos vacío.


lunes, 28 de septiembre de 2009

Mara de todos los Comediantes

Recuerdo a mi amigo El Sabuán retorciéndose de la risa cuando en aquéllos tiempos de prepa aparecía una tal Mara Escalante haciendo el papel de Doña Lucha. Yo, la verdad, no entendía mucho de qué se reía si el personaje en cuestión no era sino el vivo retrato de tantas señoras fastidiosas que tanto él como yo conocíamos... menuda falta de conciencia: pues por eso mismo era.

Con el paso del tiempo dejé de ver a mi amigo y cada vez que esta mujer aparecía en la tele, me recordaba la cara de angustia del Sabuán resistiendo las lágrimas para no estallar de risa, sin embargo a mí me seguía pareciendo limitada. Y es que aparecer en el show de Los Comediantes no es algo que garantice un humor inteligente, por lo que a todos los que pasaban por ese programa, los medía con la misma vara.

Pero llegó el día en que un programa tuvo a bien reunir a una buena parte de los talentos mexicanos que encuentran en la comedia el medio idóneo para expresarse y comunicar: "Hazme reír y serás millonario".

Por supuesto que el tal programa no estuvo exento de momentos poco afortunados, como la inclusión de Angélica Vale y Marco Antonio Regil como conductores, o la selección de los jueces que contó entre sus filas a Consuelo Duval como "autoridad de la comedia", o algunos participantes como Eduardo Manzano y Galilea Montijo, que en lugar de reír, daban pena ajena: no todo es buena imagen o respetada trayectoria, me queda claro.

Sin embargo, otros más me sorprendieron favorablemente como La Garra y Facundo, cuya irreverencia es necesaria en estos tiempos, así no sea fácil encontrarle un espacio adecuado para su cómoda expresión. Omar Chaparro me hizo ponerme de pie para aplaudirle el profesionalismo y el cariño que a leguas se nota, le tiene a la comedia. Fue uno de los que más me sorprendió porque me hacía reír al mismo tiempo que me conmovía enormemente, al igual que su compañera de equipo, la modelo Cecilia Galiano. Pude ver que cuando se quieren hacer las cosas bien, se hacen, pues independientemente de no ser actriz profesional, la Galiano alcanzó momentos sublimes de actuación y honestidad, sobre todo eso: se agradece infinitamente que alguien tenga a bien darnos una parte de su alma en las actuaciones que entrega.

Y bueno, pues definitivamente Mara Escalante me hizo tragarme mis palabras: Dona Lucha es genial, y aunque reconozco en ella ciertas deficiencias actorales como la ausencia de gestualidad, creo que es una de las comediantes más creíbles y respetables que tenemos actualmente (nadie es perfecto). Los diálogos escritos por José Luis Guarneros, quien a lo largo de la emisión se ganó el apodo de "El Macaco", simplemente maravillosos, y qué decir del galán Ariel Miramontes, ¡estrellaza! Un manejo en la voz impresionante, un carisma avasallador y un talento actoral que me emociona.

Ya si su triunfo en el reality estuvo planeado o si no, es algo que no me interesa mucho: total, ya sabemos cómo se manejan esas cosas, cada vez más descaradamente en el bajo mundo del show bussiness, pero el chiste es que "María de Todos los Ángeles", el programa que ya habían grabado, según sé, desde dos años atrás (porque Evelio con V chica todavía estaba vivo), pudo por fin salir al aire y hacer las delicias de mis domingos con sus capítulos.

Este programa y su elenco hacen mis tardes relajadas y divertidas: Doña Lucha es otra onda, mala leche y egoísta como muchas madres mexicanas que, refugiadas en el poder que les da la beatificada maternidad en este país, hacen y deshacen "por el bien de los hijos". Si bien las señoras que en la vida real son así, me parecen francamente insufribles, la Doña Lucha esta, es simplemente fenomenal: toda la pinta de una de ellas, y el vocabulario es tan exacto, que me tiene en la risa boba completa durante todo el programa.

Albertano es de una ternura infinita, el acento ñero súper bien trabajado, al igual que la caracterización y la actitud, así como su relación amorosa-platónica-tensa con María de Todos los Ángeles, personaje que también interpreta Mara Escalante, y que es la típica solterona que empieza a sentirse quedada y comienza a bajar todos los santos para encontrar el amor.

Romántica e idealista como ella sola, inocente pero coquetona. Uno se identifica con ella si es que a sus treinta y tantos no ha encontrado al valiente que se quiera enamorar de una.

Los demás personajes dan un perfecto soporte a la trama: la hermana buenona de Albertano es en realidad una actriz y bailarina profesional que hace alarde no sólo de su evidente atractivo físico, resaltado con ropa entallada y sexy, sino de sus atributos histriónicos que le dan mucha fuerza al personaje. El fallecido Evelio con V chica es y seguirá siendo entrañable. El abuelito de María y el hermanito menor de Albertano (un escuincle pre-cio-so apodado "El Chino") son fenomenales, así como la mejor amiga de María, Betzabé, que es una 'damita'.

La historia es redonda y los diálogos son sólidos... ¡infinitamente superiores a los de Eugenio Derbez, por ejemplo!, cuya genialidad fue decayendo conforme su fama y poder en Televisa se iban acrecentando -en verdad que vender tu alma al diablo tiene sus inevitables consecuencias-.

La nacada que maneja María de Todos los Ángeles hace palidecer por mucho a las horrendas Nacasia y Nacaranda de La Hora Pico, e inclusive el gracioso Vítor, interpretado por el actor Adrián Uribe, no tiene nada que hacer al lado de Albertano.


Los personajes de Mara Escalante y su equipo son cien por ciento transparentes, y lo más importante: dignifican al naco en lugar de denigrarlo. Eso es la ley. Por eso respeto tanto a este programa y a sus creadores.

Ayer terminó la primera temporada, y aunque estaba tentada a escribir al respecto desde hace mucho tiempo, preferí esperar a ver si en algún momento me decepcionaba, pero ese momento no llegó. Ahora estoy con ganas de ver más, de saber qué sigue en la serie y de seguir disfrutando un trabajo tan bien pensado, tan bien realizado, y tan hecho con el alma.


Mis humildes felicitaciones a esta "actriz de los ojos soñadores" como la bautizara Ortiz de Pinedo, y a todos los que en su momento creyeron que ya se merecía un espacio como este que a pulso se ha ganado.

Hace unas semanas volví a ver a mi amigo el Sabuán y le pregunté como no queriendo la cosa:
-¡Por cierto! ¿Alguna vez has visto "María de Todos los Ángeles"?- Sonriendo y bebiendo un sorbo a su café descafeinado dio cuenta de mi certeza. Hombre ocupadísimo, trabajador y alejado de los espectáculos baratos, su respuesta no pudo ser otra mejor.
-Sabuana: ¡¡No me la pierdo!!
*

sábado, 23 de mayo de 2009

Lo bueno de Televisa

Pensando en positivo me decidí a hablar sólo de lo bueno que hay en la tele abierta, y que es muchísimo menos que toda la basura, de la cual en otras ocasiones sólo quise pepenar una poca para llevarla a mi laboratorio y ponerla bajo el microscopio. Ahora empezaré con Televisa, hablando de los que -a mi parecer- son los programas que se salvan de ser catalogados con este apelativo.

Vayamos primero al Canal de las Estrellas. Dentro de las Telenovelas, lo único bueno que tienen es la repetición de Yo soy Betty la Fea, que por supuesto, no es producción de Televisa, sino de RCN Colombia (de las demás no opino porque ni se me antoja verlas).

La telenovela en cuestión merecería un post aparte, ya que en lo personal tengo a esta historia de Fernando Gaitán en el Top 5 de mis melodramas favoritos de todos los tiempos, debido a que dignifica la vieja fórmula que Hans Christian Andersen escribiera hace dos siglos: el cuento del Patito Feo. No he vuelto a ver otra cosa que retrate mejor la idea esencial del personaje, como ésta novela protagonizada insuperablemente por Ana María Orozco. Las otras historias inspiradas en ese cuento cada vez las hacen peores, y ahora hasta se han atrevido a refritear la producción argentina que descaradamente se llamaba como el cuento, pero ahora llamándole "Atrévete a soñar". Gran error repetir Betty, pues las comparaciones serán del cielo al infierno.

Pero, ¡bueno...! quedamos en que sería positiva y no hablaría de lo malo... veamos ahora los Programas Unitarios: un programa que disfruto mucho es Al Sabor del Chef, donde un joven de no malos bigotes y con presumible experiencia en el mundo culinario, nos enseña recetas que no serán lo más brillante del mundo gourmet... digamos que son más bien cocina popular, pero que se ven muy sencillas y antojables. A diferencia de otros chefs que son todo menos el estereotipo del esposo alivianado, el Chef Oropeza es una extraña mezcla entre el novio guapo, el hombre despreocupado y el marido responsable. Las señoras por fin tenemos un programa diferente, creo yo, en cuanto a cocina se refiere. ¿Qué más de unitarios? el programa de Mariano Osorio entró anunciado con bombo y platillo, pero sinceramente lo prefiero en radio. La tele explota la esencia sensiblera y morbosa de las tragedias de los invitados bajo el pretexto de "aprender de las experiencias de otros", pero es puro espectáculo barato, me decepcionó.

Los Sábados, sólo se salva un poco -recalco que un poco- el programa que conduce Israel Jaitovich, y que se llama Desmadruga-2. Lo único rescatable de este programa es la variedad de invitados y los sketches en vivo. De ahí en fuera lo demás es pura paja, además de que los mentados sketches no siempre son graciosos, pero nos dan la oportunidad de ver "haciendo comedia" a varios famosos que tal vez jamás habríamos imaginado.

Los Domingos, tengo que hablar inevitablemente de Hazme reír (y serás millonario), el programa que conduce Marco Antonio Regil y que tiene una gran producción detrás. Yo sé que no es lo máximo, y que la tendencia al albur y el doble sentido están tan arraigados en la cultura popular mexicana, que este show no podría ser la excepción, sin embargo hay buenos intentos, talentosos comediantes cuyas habilidades han sido puestas a prueba y se les ha dado justicia por primera vez al brindarles la oportunidad de demostrarlas. Hay una buena intención de quitarle a la comedia mexicana el estigma de humor barato, y en algunas ocasiones cómicos natos como Omar Chaparro, lo consigen de manera asombrosa. Yo le doy el beneficio de la duda porque si algo me gusta hacer en esta vida, es reírme, y aplaudo el esfuerzo de quien busca hacer reír con profesionalismo, por eso es que gracias a esas contadas personas que tienen verdadero talento, y -sólo- a UNO de los jueces (Germán Ortega de Los Mascabrothers...-porque Inclán ya no está-), el programa es rescatable, y merece la pena verlo (así tenga que ir a vomitar cada que Angélica Vale aparece en escena).

Pero en fin, que no todo en Televisa es malo, no. Los programas de discusión son de lo mejorcito que tienen, aunque El Notifiero de Brozo diste mucho de aquél querido Mañanero que nos alegraba el inicio del día. De los demás he visto poco, ya que tienen el gracioso detalle de pasar a altas horas de la noche, por lo que si veo el carismático rostro de Carlos Loret de Mola en Tercer Grado, prefiero ver los Infomerciales, antes de quedarme a oír sus brillantes opiniones sobre los temas actuales. Y por último, alguna vez he visto un programa llamado Los Reporteros, en donde los susodichos presentan muy buenos trabajos de investigación periodística, pero de cuya credibilidad en el manejo de la información, algunas veces desconfío, ya que no acostumbro ver ninguno de los noticieros que presenta esta televisora.

Y como ven, apenas hemos pasado el primer canal, pero no se preocupen, que en el Canal de la Ciudad hay muy poco bueno que ver, ya que la programación de entre semana es prácticamente un basural. Probablemente el noticiero de A las Tres se salve por lo serio, pero todo lo demás francamente apesta!! (especialmente Coque Muñiz y su TeVe de Noche). Ahora que si llegamos al sábado, los documentales de México Nuevo Siglo están tan bien hechos, que se me cae la baba viéndolos. Visualmente son muy atractivos, y nos dan la ilusión de quedar bien informados. Son didácticos y entretenidos, muy recomendables para quienes se van levantando al mediodía. Ahora que si quieren quedarse hasta las cuatro y ver el horror que conducen los payasos Lagrimita y Costel, de seguro se les cura la cruda porque simple y sencillamente es un asco. Lo que resta de la programación del sábado y los domingos, de plano paso sin ver...

Y en el Canal 5* están las series y caricaturas... para todos los gustos y edades. Personalmente no me gustan mucho, pero hay fanáticos del Dr. House y de La Ley y el Orden, por ejemplo, aunque como a mí no me gustan ni los médicos ni los abogados, prefiero ver las series de adolescentes como Drake y Josh o Malcolm el de en medio, si bien debo señalar que desde hace tiempo no traen temporadas nuevas y lo que en un principio era novedad, ahora me aburre garrafalmente.

Ahora demos un gran salto, porque lo que sí no puedo dejar de recomendar es la lucha libre de la WWE, en donde podemos ver el lujo de gladiadores que nos darán una muestra de cómo ser al mismo tiempo atletas y entretenedores profesionales. ¡Minutos garantizados de diversión! Y como ya estamos en estas, vayamos a Galavisión, en donde el único programa decente que puede verse a través de ese canal, es dentro de esta misma categoría: la Lucha Libre AAA, misma que si somos sensatos y poco malinchistas, podremos ver que no le pide nada a la que pasa en el 5*. También es divertidísima para cuando uno quiere olvidarse del mundo y sentirse un niño chiquito. Mi acercamiento a las luchas es algo reciente, pero creo saber de lo que hablo cuando digo que es uno de los espectáculos más grandes del mundo, así que... la conclusión definitiva es que no todo en Televisa es malo, aunque sí, lo admito, debe comer mucho porque hace mucha, muchísima mierda.

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domingo, 21 de diciembre de 2008

Humor en tiempos de cólera

Quedan pocos buenos comediantes en la televisión mexicana. Cada vez que uno enciende esa caja en busca de un pequeño rato de sano esparcimiento, lo primero que se aparece es la cara de un bigotón fastidioso llamado Jorge Ortiz de Pinedo, quien, aunque tiene varios años sin grabar programas de comedia, se sigue enriqueciendo con porquerías como La Escuelita, que vende fantasías sexuales a los pedófilos que se excitan con las niñas de uniforme. Los programas de este señor están cargados de albures baratos y poco ingeniosos, de chistes malíiisimos y de humillación hacia los profesores que son los patiños ahí, y en todas las escuelas públicas de mi terruño.

Por otro lado, el Show de los Comediantes recoge un formato estadounidense del típico entretenedor de bar, cuya labor es decir chistes viejos y mal contados con tal de hacer reír a la gente que tiene unas copas de más -o bien unas neuronas de menos-. Por las filas de este programucho pasan los poco talentosos Carlos Espejel, Mara Escalante, Jaime Rubiel, entre otros.

Los hay "chistocitos", que en un sketch de cien, logran hacer reír sólo un poquito, tales como Carlos Eduardo Rico, Teo González o Tony Balardi, pero la mayoría de las veces lejos de ser chistosos, son francamente desagradables, tanto, que me hacen enojar en lugar de hacerme reír, con eso lo digo todo.
Y es que a pesar de querer rescatar el ambiente de las carpas; ese acercamiento con el pueblo que tenían los precursores como Palillo o Cantinflas, esa conciencia popular de que hacían gala los talentos clásicos, se ha perdido con el paso del tiempo. La gente va a beber un trago y a olvidarse de las penas... y no me queda claro cuál será el verdadero beneficio del asunto. En tiempos tan monstruosos donde todo el mundo se engorila por cualquier cosa, provocar una carcajada es una tarea titánica, siempre y cuando sea una risa consciente y valiosa, pues de nada sirve una risa tequilera y absurda.

Volviendo a la tele, Eugenio Derbez podría salvarse porque es cómico nato, inteligente y simpático, pero su pareja de escena, Consuelo Duval es definitivamente insoportable. Adal Ramones y sus colaboradores no eran malos, pero obedecían a ciertas líneas políticas y sociales de Televisa, lo cual les hizo ir perdiendo la credibilidad lenta y paulatinamente hasta hacerla desaparecer. Roberto Gómez Bolaños, el dinosaurio del humorismo obsoleto, tenía que exhumar a su Chavo, y recrearlo en modernos dibujos animados, constituyendo otro escupitajo en la cara de quienes buscamos humor fino. ¿Ejemplos? Claro que sí, cómo no: los argentinos Les Luthiers, el cubanoVirulo, el mexicanísimo Germán Dehesa o el propio Mauricio Herrera, que ha engalanado un par de veces la Fábrica de Risas o no sé bién cuál de esos programas que invaden la tele abierta. Lamentablemente para ver a estas personas, tiene que pagarse un cover, donde va incluido el chance de pensar y reír para no llorar.

Víctor Trujillo, Ausencio Cruz, Andrés Bustamante, inclusive Héctor Suárez, son de los buenos comediantes de que podemos presumir en esta tierra, pero el primero se dedicó a otros asuntos en los que no luce tan bien como vestido de Brozo o de La (inolvidable) Beba ; el segundo, seguramente haciendo teatro o cabaret (donde están los meros buenos); el tercero ya se cotiza y sólo se deja ver en eventos deportivos; y el último se ha aburguesado tanto que parece ser otra persona.
Se extraña el BUEN humor en la televisión: el fallecido Miguel Galván era un actor verdadero, con el carisma y la personalidad necesarios para convertirse en un ícono de la comedia en México, pero como bien dicen que de lo bueno, poco, se nos tuvo que adelantar para dejar un digno legado de actuaciones junto a sus compañeros de La Hora Pico, cuyo equipo de actores -entre los que figuran buenos talentos- a veces saca puntadas que pasan la prueba... claro...sólo si ignoramos a las odiosas de Las Nacas , y a unos cuantos chistes bobos que le ponen como relleno.

Por otro lado, está La Casa de la Risa, un show muy tonto y vulgar en donde lo único rescatable se llama Nora Velázquez, quien junto con Jojojorge Falcón son dinamita pura. Lo demás sin entrar en detalles, es pura basura, empezando por el horrendo personaje llamado La Chupitos que es denigrante y grotesco. Su caracterización con la de Chabela no tiene comparación: como sea y con quien sea, la idea de La Chabelita es simplemente explosiva.
Como ahora que estoy enferma, lo único que me hizo reír fue esta graciosa actriz, puedo hablar de que el concepto de la señora devota hasta el paroxismo, la que se ahoga en la culpa por pensar que todo es pecado, la que en el fondo está consciente de la hipocresía que enseña la Iglesia, es de lo mejorcito que he encontrado últimamente en tele.

La mujer es comiquísima, tiene guiones bien marcados, personalidad definida y unos albures muy bien manejados con el excelentemente bien trabajado morbo de los personajes (ya que siempre interactúa con un sacerdote con el que supuestamente va a confesarse). El padre, quien debe ser muestra de rectitud y sabiduría, es un cochambroso de marca que cada vez que se encuentra a la llorona de Chabela, padece la tortura de ver su negra mente evidenciada, y la devota, que supuestamente parece sucia y pecadora, se reivindica en cada sketch como la más inocente de las creyentes.

Y bueno, pues como en mi casa sólo hay una tele, en algunos momentos me veo obligada de paso a conocer la existencia de estos programas, y el momento de La Chabelita es un momento de risa segura. Yo no sé si mis escasos lectores sean tan corrientitos como yo, pero en el personaje de Velázquez, hay una aguda inteligencia que nos hace recordar que ya nada es lo que parece.