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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Algo sobre la Violencia de Género

Hoy se conmemora el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, y respecto a eso, a veces no quisiera opinar porque da la impresión de que ya se ha dicho todo. Sin embargo no puedo quedarme callada, siendo que el tema es uno de los que más me preocupa como mujer que soy, y en consecuencia, como víctima que he sido del maltrato y la discriminación en muchas de sus formas.

Esta semana estoy asistiendo a un foro en el que, como mencioné en la entrada anterior, muy a pesar de que los asistentes son todos ellos unas piedrotas, los ponentes han estado de lo mejor, y han quedado muchas preguntas en el aire. Es una lástima que me tenga que salir corriendo porque hay que ir a trabajar, pero afortunadamente poseo este espacio en donde puedo decir todo aquello que debo callar por las prisas.


En el evento mencionado se habló de violencia de género desde muchos ángulos, y ahí está la riqueza de lo encontrado en esas discusiones: empezando por definir la violencia desde el punto de vista de Foucault, ligado a las relaciones de poder, hasta la violencia simbólica de Bourdieu, que incide en los comportamientos de los otros de manera más sutil, más difícil de ubicar, y que conduce a la sumisión.


Se recordó nuevamente que vivimos en una cultura mundial androcéntrica, patriarcal, que cada quien tiene las tareas propias de su sexo, y no se dejó de comprobar con datos estadísticos que más del 80% de las mujeres ha sufrido maltrato emocional de su pareja. Se habló de ese currículum oculto en las escuelas, y sin querer, recordé a una amiga de mi hija en la secundaria, que se besuquea con el encargado de las computadoras generando la preocupación e impotencia de mi pequeña.


Yo me cuestioné el asunto: existe una delgada línea entre el abuso y la libertad de sentir placer. ¿Es la niña "abusada por su gusto"? El tipo es un hombre mayor, tiene poder sobre ella, y abusa de ese poder... pero la niña no siente culpa, siente placer y se lo procura. Es menor de edad, claro, pero ¿hasta dónde podemos decir que es abuso? ¿Sólo porque el tipo es realmente nefasto? ¿La obliga de alguna manera? Casos como estos son muy, pero muy delicados.*


Luego vino la violencia en las escuelas, sobre todo entre adolescentes, se habló del fenómeno del Bulling y de las condicionantes del hecho de ser hombres o mujeres respecto a ello, para después pasar a hablar de la violencia institucional y el Mugging o acoso laboral. Todo muy interesante, si tomamos en cuenta que mi hija ha sufrido el primero y yo he sufrido -y sigo sufriendo- el segundo.


También se habló de las leyes que se han aprobado en Brasil y en México, se hizo un comparativo y se hicieron propuestas para mejorar. Muchas de las presentes no conocíamos bien a bien la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida libre de violencia que sólo está vigente en la ciudad de México, por ejemplo, y nos asombramos con la Lei Maria da Penha que rige a todo Brasil.


Un filósofo del Colegio de México, el Dr. Juan Guillermo Figueroa, dio una maravillosa ponencia sobre "Masculinidades, relaciones de poder y violencia", exponiendo el punto de vista de los varones y compartiéndonos experiencias que orillaban a la reflexión en torno al maniqueo de los conceptos. ¿Cómo le hacen los hombres no-violentos en un mundo violento? ¿Qué hacen los que parecen diferentes? ¿Hay que acudir al falsacionismo de Popper para cuestionar la regla? Me dejó con el ojo cuadrado, además de que someramente analizó las campañas televisivas y publicitarias en contra de la violencia de género, en las que hombres y mujeres "de bien" proyectan una imagen moralizante... es un chingón el señor.


Luego, siguiendo en esta misma línea, una maestra cuyo nombre le convendría no fuera mencionado, hizo un raquítico intento de analizar la violencia desde el programa "La Familia Peluche", protagonizada por Eugenio Derbez y Consuelo Duval. No hizo más que repasar la letra de la canción de entrada y decir obviedades, pero a mí me hizo sacar mis propias conclusiones al respecto:


En el caso específico de Los Peluches , ella le prodiga a él toda una serie de insultos que no por agresivos son menos ingeniosos muchas veces... sin embargo, aunque él compite con ella en los apodos, hay una constante cuando quiere salirse por la vía rápida: llama a su mujer "Golosa".


La connotación sexual del término indica que ella tiene una necesidad dependiente de él, suficiente para que ella haya permanecido a su lado tanto tiempo a pesar del evidente odio. Es sutilmente humillante, digamos, y en efecto, se promueve la figura de la mujer castrante y por consiguiente, el odio hacia las mujeres.


Reírse de uno mismo no debe estar peleado con la preocupación por la solución del problema, es más, es parte de un comienzo el decirlo, mostrarlo, hacerlo evidente... pero claro, estamos hablando de Televisa, en donde la violencia está siendo naturalizada desde las épocas del Chavo del Ocho. ¿Hasta qué punto el decir algo deja de ser denuncia y se convierte en obviedad, en naturalización del problema? El manejo sigue siendo delicado. ¿Es cuestión de cómo y dónde se diga? Yo creo que sí, creo que eso es básico.


Después la violencia de género se extendió hacia el resto de las llamadas "minorías", concretamente de los homosexuales, y drásticamente se habló de fascismo, de exterminio y de pasos secuenciales de odio hasta el acabamiento, aludiendo esa famosa frase que dice "Todos lo golpearon, pero él solito se murió". La postura de la Dra. Ana María Martínez de la Escalera fue muy fuerte, pero no por ello menos importante, ya que fue una invitación expresa a asumir la propia responsabilidad que como individuos pertenecientes a una sociedad, tenemos de que se lleven a cabo y se justifiquen de mil maneras los actos violentos, de discriminación y odio, desde los más velados hasta los más atroces.


Se habló de la envidia, cuando se profundizó en el acoso laboral, de esa "situación esquizofrénica", como dicen los psicólogos, cuando se pide colaboración, pero se fomenta la competencia con uñas y dientes entre compañeros de un mismo equipo o de un mismo gremio.


Todavía sigo asimilando lo que el foro dejó a manera de preguntas en mi cabeza. Para pensarlas y para vivirlas. Esto de la violencia es un tema complejo, en el que, aunque parezca que todo está dicho, siempre hay mucho, mucho más por decir, pero sobre todo, muchísimo más por hacer.


*Nota al pie: semanas después me enteré de que la pequeña ya había practicado sexo oral con el tal encargado de las computadoras... quede para la reflexión

domingo, 21 de diciembre de 2008

Humor en tiempos de cólera

Quedan pocos buenos comediantes en la televisión mexicana. Cada vez que uno enciende esa caja en busca de un pequeño rato de sano esparcimiento, lo primero que se aparece es la cara de un bigotón fastidioso llamado Jorge Ortiz de Pinedo, quien, aunque tiene varios años sin grabar programas de comedia, se sigue enriqueciendo con porquerías como La Escuelita, que vende fantasías sexuales a los pedófilos que se excitan con las niñas de uniforme. Los programas de este señor están cargados de albures baratos y poco ingeniosos, de chistes malíiisimos y de humillación hacia los profesores que son los patiños ahí, y en todas las escuelas públicas de mi terruño.

Por otro lado, el Show de los Comediantes recoge un formato estadounidense del típico entretenedor de bar, cuya labor es decir chistes viejos y mal contados con tal de hacer reír a la gente que tiene unas copas de más -o bien unas neuronas de menos-. Por las filas de este programucho pasan los poco talentosos Carlos Espejel, Mara Escalante, Jaime Rubiel, entre otros.

Los hay "chistocitos", que en un sketch de cien, logran hacer reír sólo un poquito, tales como Carlos Eduardo Rico, Teo González o Tony Balardi, pero la mayoría de las veces lejos de ser chistosos, son francamente desagradables, tanto, que me hacen enojar en lugar de hacerme reír, con eso lo digo todo.
Y es que a pesar de querer rescatar el ambiente de las carpas; ese acercamiento con el pueblo que tenían los precursores como Palillo o Cantinflas, esa conciencia popular de que hacían gala los talentos clásicos, se ha perdido con el paso del tiempo. La gente va a beber un trago y a olvidarse de las penas... y no me queda claro cuál será el verdadero beneficio del asunto. En tiempos tan monstruosos donde todo el mundo se engorila por cualquier cosa, provocar una carcajada es una tarea titánica, siempre y cuando sea una risa consciente y valiosa, pues de nada sirve una risa tequilera y absurda.

Volviendo a la tele, Eugenio Derbez podría salvarse porque es cómico nato, inteligente y simpático, pero su pareja de escena, Consuelo Duval es definitivamente insoportable. Adal Ramones y sus colaboradores no eran malos, pero obedecían a ciertas líneas políticas y sociales de Televisa, lo cual les hizo ir perdiendo la credibilidad lenta y paulatinamente hasta hacerla desaparecer. Roberto Gómez Bolaños, el dinosaurio del humorismo obsoleto, tenía que exhumar a su Chavo, y recrearlo en modernos dibujos animados, constituyendo otro escupitajo en la cara de quienes buscamos humor fino. ¿Ejemplos? Claro que sí, cómo no: los argentinos Les Luthiers, el cubanoVirulo, el mexicanísimo Germán Dehesa o el propio Mauricio Herrera, que ha engalanado un par de veces la Fábrica de Risas o no sé bién cuál de esos programas que invaden la tele abierta. Lamentablemente para ver a estas personas, tiene que pagarse un cover, donde va incluido el chance de pensar y reír para no llorar.

Víctor Trujillo, Ausencio Cruz, Andrés Bustamante, inclusive Héctor Suárez, son de los buenos comediantes de que podemos presumir en esta tierra, pero el primero se dedicó a otros asuntos en los que no luce tan bien como vestido de Brozo o de La (inolvidable) Beba ; el segundo, seguramente haciendo teatro o cabaret (donde están los meros buenos); el tercero ya se cotiza y sólo se deja ver en eventos deportivos; y el último se ha aburguesado tanto que parece ser otra persona.
Se extraña el BUEN humor en la televisión: el fallecido Miguel Galván era un actor verdadero, con el carisma y la personalidad necesarios para convertirse en un ícono de la comedia en México, pero como bien dicen que de lo bueno, poco, se nos tuvo que adelantar para dejar un digno legado de actuaciones junto a sus compañeros de La Hora Pico, cuyo equipo de actores -entre los que figuran buenos talentos- a veces saca puntadas que pasan la prueba... claro...sólo si ignoramos a las odiosas de Las Nacas , y a unos cuantos chistes bobos que le ponen como relleno.

Por otro lado, está La Casa de la Risa, un show muy tonto y vulgar en donde lo único rescatable se llama Nora Velázquez, quien junto con Jojojorge Falcón son dinamita pura. Lo demás sin entrar en detalles, es pura basura, empezando por el horrendo personaje llamado La Chupitos que es denigrante y grotesco. Su caracterización con la de Chabela no tiene comparación: como sea y con quien sea, la idea de La Chabelita es simplemente explosiva.
Como ahora que estoy enferma, lo único que me hizo reír fue esta graciosa actriz, puedo hablar de que el concepto de la señora devota hasta el paroxismo, la que se ahoga en la culpa por pensar que todo es pecado, la que en el fondo está consciente de la hipocresía que enseña la Iglesia, es de lo mejorcito que he encontrado últimamente en tele.

La mujer es comiquísima, tiene guiones bien marcados, personalidad definida y unos albures muy bien manejados con el excelentemente bien trabajado morbo de los personajes (ya que siempre interactúa con un sacerdote con el que supuestamente va a confesarse). El padre, quien debe ser muestra de rectitud y sabiduría, es un cochambroso de marca que cada vez que se encuentra a la llorona de Chabela, padece la tortura de ver su negra mente evidenciada, y la devota, que supuestamente parece sucia y pecadora, se reivindica en cada sketch como la más inocente de las creyentes.

Y bueno, pues como en mi casa sólo hay una tele, en algunos momentos me veo obligada de paso a conocer la existencia de estos programas, y el momento de La Chabelita es un momento de risa segura. Yo no sé si mis escasos lectores sean tan corrientitos como yo, pero en el personaje de Velázquez, hay una aguda inteligencia que nos hace recordar que ya nada es lo que parece.