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domingo, 7 de junio de 2009

Decálogo del taxista

Soy una asidua usuaria de los taxis. Por eso nunca me rinde el dinero, porque siempre ando a las prisas y corriendo de un lado a otro. De esto ya son varios años, así que creo tener la suficiente autoridad como clienta frecuente, para hacer recomendaciones para quienes, ya sea por gusto o por necesidad, han decidido recorrer las calles para transportar a la gente presurosa como lo es una servidora.

Los primeros cinco puntos son indispensables para brindar un servicio mínimo de calidad:

  1. No ponga en riesgo la vida.- Esto implica respetar las reglas de vialidad, como son semáforos, señalizaciones, días de descanso obligatorio, los sentidos de las calles, a los peatones y a otros conductores. Por ello debe abstenerse de provocar posibles broncas o hacer caso a provocadores. Usted como chofer de taxi debe poseer un temple inquebrantable, y además cuidar de no beber si va a conducir, mucho menos usar drogas para mantenerse despierto. Respete sus horas de sueño y no salga a trabajar si no se siente en buenas condiciones de salud, ya que eso pone en riesgo tanto a su pasaje como a usted mismo. Tampoco hable por teléfono mientras conduce, ya que suele ser incómodo para el pasajero escuchar conversaciones personales mientras lo ve conducir con una sola mano. Evite sanciones y en lo posible cualquier tipo de distracción peligrosa: el teléfono es una de ellas. Mantenga sus papeles en regla y de preferencia su nombre y su foto a la vista, eso brinda seguridad.

  2. Pregunte la ruta preferida.- Cuando un pasajero aborda el taxi, tiene generalmente un destino fijo. Muchas veces ya se sabe a dónde se va y cómo se llega. Preguntar por dónde prefiere que se vayan es mucho mejor que decidir arbitrariamente la ruta. Si el pasajero ignora la ubicación del lugar, haga usted lo posible por tener a la mano una guía de la ciudad y decidir junto con su cliente el camino más corto. No maree a sus pasajeros con tal de dar más vueltas y hacer correr más el taxímetro, si usted conoce el rumbo, bríndele confianza y conduzca con la seguridad de estar ofreciendo un buen servicio. Si se está quedando sin gasolina, pregunte si no hay inconveniente en pasar a cargar antes, y ponga en marcha el taxímetro sólo cuando salga de la gasolinería. Si considera que no le va a alcanzar para llegar al sitio requerido, mejor no se arriesgue, y si por error o sin más remedio le toca algún congestionamiento vial, mantenga la calma. Un taxista debe estar preparado para abstenerse de tocar como desesperado el cláxon, y de murmurar o gritar improperios por no soportar este tipo de situaciones caóticas.

  3. Haga el intento por no conversar.-Puede que a usted le guste mucho comunicarse, pero tome en cuenta que no toda la gente está dispuesta a platicar en todo momento. Estudie la disposición del pasajero si usted quiere hablar, haga unos cuantos comentarios de rigor y si son fríamente contestados, significa que el cliente quiere pensar mientras viaja, leer o simplemente estar callado. Si el pasajero comparte su afición por platicar, o él mismo inicia la charla, dirija la conversación hacia algún problema de interés común. De preferencia no hable de su vida personal a menos que su pasaje se lo permita, y si es su cliente quien le habla de su vida privada, escúchele atento, y sea cuidadoso en emitir sus opiniones si éstas le son requeridas. Tampoco hable de religión, política y fútbol, debe saber que esos son temas escabrosos que causan conflicto muy fácilmente, pero si por casualidad se encuentra envuelto en una discusión de ese tipo, respete las creencias de la otra persona, o como quien dice "déle el avión", "por su lado". Usted no está para evangelizar, concienciar políticamente o convencer a nadie de lo que usted cree que es lo correcto, para eso hay otros espacios, si ese es su verdadero interés. Entendiendo eso, su charla será más amena y aprenderá mucho más de la vida si escucha más de lo que pretende hablar.

  4. Sea un buen conductor.- saber manejar implica muchas más cosas de las que usted se imagina: ser un buen conductor va desde saber llevar bien el volante hasta mantener una velocidad adecuada y tener presente en todo momento que usted está transportando seres humanos, no bultos de comida para perro. Recuerde que en su mayoría, quienes tomamos un taxi es porque llevamos prisa, así que piérdale el miedo a la calle y no maneje como abuelito con reumas, créame que es desesperante y no faltará quien le pida que aumente su velocidad porque se le hace tarde. Si eso sucede, acelere con moderación, nunca vuele ni rebase a menos que tenga la pericia necesaria para conducirse por la gran ciudad, y si es usted un aventurero arriesgado, tenga en cuenta que el pasajero puede agradecer su osadía si el tiempo es apremiante, pero también puede sentirse asustado si lo ve conducir como si en ello le fuera la vida. Avise lo que va a hacer y pida permiso, recuerde que aunque usted sea el dueño del coche, en ese momento está sirviendo a alguien más.

  5. Respete al pasajero.- ese es el punto crucial para brindar un buen servicio: no trate con demasiada confianza a alguien que apenas acaba de conocer, no importa la edad que sus clientes tengan, nunca les hable de "tú", ni les haga bromas. Si no se siente capaz de entablar una conversación amable sin que ésta suene confianzuda, mejor guarde silencio y hable lo indispensable. Créame que uno agradece más un conductor callado que uno que nos haga sentir acosados. En tiempos de inseguridad latente, un taxista que bromea, hace observaciones sobre nuestra belleza o hace insinuaciones sobre nuestro estado civil o laboral, provoca desconfianza y ganas de bajarse en la siguiente esquina. No ponga espejitos estratégicos para mirar los escotes y las faldas de las damas, no intimide con miradas por el retrovisor, no pregunte a quién van a ir a ver o quién los espera en casa. Eso es algo que no le incumbe a menos que tenga otras intenciones, así que realice su trabajo con decencia, no degrade el trabajo de los taxistas si lo que usted quiere es conquistar mujeres o delinquir. Si usted secuestra, viola y asalta, no es un taxista, es un criminal, y si no lo es, no se comporte como si lo fuera. Tampoco intente vender productos, es muy molesto, ni coloque trucos al taxímetro para que cobre más dinero, eso es reprobable.

Lo anterior entra en el nivel básico. Ahora que si usted quiere brindar un servicio de excelencia, ahí le van las siguientes recomendaciones:


  1. Tenga buenos modales.- Dé siempre los buenos días, las buenas tardes o noches cuando alguien suba. Si el pasajero no es educado y no contesta el saludo, no quedará usted como un descortés. Algunos pasajeros son tímidos, bríndeles confianza con un "Con mucho gusto", "Estoy para servirle". Son frases simples pero muy poderosas. Cuando alguien sabe que está en manos de alguien a quien le gusta hacer su trabajo, se siente mejor, más seguro, más relajado. Dé las gracias, desee buena suerte al despedirse. Hay algunos que se despiden con un "Dios le bendiga", tampoco es malo, es cálido y deja la sensación de haber tenido un buen viaje.

  2. Hable sobre el problema del cambio.- A la mayoría de los taxistas no les gusta cargar con mucho efectivo, debido a que también existe el riesgo de ser asaltados. Eso está bien, pero si es el caso, sugiera que le paguen con cambio, así el pasajero tendrá oportunidad de decir si va a pagar con un billete de alta denominación. En ese caso, ofrézcase a cambiarlo cuanto antes en cualquier tienda o gasolinera, así tendrá la certeza de que el eterno problema del cambio estará resuelto antes de llegar a su destino.

  3. Tenga atenciones.- Preocúpese por la comodidad y seguridad del pasajero. Prevenga que nadie pueda abrir por fuera el auto, sugiera colocarse el cinturón de seguridad, acomode los bultos en caso de haberlos, de forma que no caigan o lastimen a nadie, pregunte si debe cerrar la ventanilla porque el aire puede molestar, pida disculpas si no alcanzó a ver un tope y éste lo hizo brincar. Abra la puerta, ayude a bajar las cosas de la cajuela, brinde un servicio amable y con una sonrisa, le aseguro que la carga será menos pesada incluso para usted si tiene una actitud fresca y positiva. De esta forma, hasta los pasajeros más insufribles serán sólo eso: pasajeros.

  4. Mantenga limpio su automóvil.- No fume, resista el hábito, ahora que si ya es un vicio, pida permiso antes o hágalo cuando vaya solo, pero procure limpiarlo constantemente para que no guarde olores y siempre esté impecable. No hay nada más agradable que subirse a un taxi limpio, que huela bien. Seguramente le tocarán pasajeros inconscientes que embarren su auto de sustancias inimaginables: son los gajes del oficio, amigo, asúmalos con entereza y resuélvalos con dignidad. No se puede andar regañando a los pasajeros porque azotan la puerta o porque ensucian los interiores, si eso sucede, ponga una cara elocuente de disgusto, a veces eso es más que suficiente para obtener la disculpa del otro, y si así pasa, acepte la disculpa amablemente, no caiga en ser grosero, como sea, son sus clientes. Procure ser tolerante hasta donde se pueda.

  5. Escuche música tranquila.- o en su caso, las noticias. Nunca tenga música alocada o a un volumen estridente, créame que aunque a los pasajeros les guste el mismo tipo de ritmos que a usted, le agradecerán más que el volumen sea moderado y que la música incite a la calma y no al desorden. No cante a menos que vaya solo. No dé la impresión de que usted anda en su casa rodante y que uno es sólo un intruso de su comodidad. Tenga siempre presente que usted es un transportador, está sirviendo, no está haciéndole un favor a nadie, no se comporte como un patán que manda, sino como un servidor que complace. Si no le gusta ese trabajo, búsquese otro, se lo digo en serio.

En fin. Yo suelo ser una buena pasajera. Respeto al conductor y a su auto en el agradecimiento de que me están llevando cómoda, segura y con rapidez al lugar deseado, pero entiendo que existen otras personas que abusan de ese servicio, lo cual no quiere decir que por ello todos seamos iguales.


Por fortuna he conocido taxistas que cubren todas las características anteriores, pero por desgracia son muy pocos, la inmensa mayoría tiene un defectito que corregir, por eso quise contribuir con estos "Diez Mandamientos", para que si alguien sabe de alguien a quien le pueda servir, sea tan amable de hacérselo leer.


El servicio de taxi se está haciendo cada vez más necesario en las grandes ciudades como la mía, y no quisiera dejar de preferir viajar así, sólo porque los caballeros -y algunas damas conductoras- no se ponen bien las pilas y no realizan su trabajo como el cliente desea.


También invito a los demás usuarios, que me digan si se me pasó algo, podría ser de mucha ayuda para perfeccionar este decálogo, que podría ser un buen manual de cabecera para todo conductor de transporte público que se precie de serlo.



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jueves, 16 de octubre de 2008

¡Larga vida a la RTP!

En mi casa le llamamos "la figura amable del camión". Cuando lo estamos esperando en la parada, o simplemente cuando lo vemos pasar, decimos que ahí va la figura amable, y es que es amable por muchas cosas.

Cuando es de todos sabido que en el transporte público viajan muchos hombres trabajadores, que no por muy trabajadores son menos morbosos ni gustan de manosear e intimidar con miradas a las jovencitas de secundaria; llega entonces al rescate el "super" RTP Sólo para Mujeres.

He de confesar que cuando recién se estrenó este servicio (cuyo nombre real es Programa Atenea), hacíamos malos chistes sobre en dónde estaban los strippers, pero después nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio, y que a pesar de la obligada polémica en estos temas, el proyecto tuvo éxito. Las mujeres nos sentimos seguras al viajar entre pura vieja. Así nos mezclamos ancianas, estudiantes, madres de familia, secretarias y mujeres trabajadoras en general. El servicio es excelente.

Por otro lado, un camión de esta ruta da servicio exclusivo en las mañanas a los chamacos de la escuela: así tal cual. Sólo recogen uniformados y padres o madres de familia con mochila al hombro y niño de la mano. Esto ha sido muy útil porque los niños y adolescentes viajan contentos de que haya un servicio especial para ellos, y quienes vamos de colados porque tenemos retoños que acompañar, también lo estamos.

Pero eso no es todo: al menos en la ruta que me ha acompañado desde hace varios años, la que va del Pedregal de San Nicolás al Metro Chapultepec, los choferes son de lo más selecto de este mundo.

Recuerdo que alguna vez le dije a un alumno:

-¿Quieres dejar de estudiar y volverte microbusero?- todo el grupo se quedó callado, como si con mi alusión ofendiera a sus padres, tíos o hermanos que trabajan de transportistas. Me di cuenta de ello y continué.- Pues si eso quieres, no tiene nada de malo, pero entonces tienes que ser el MEJOR microbusero, dar un muy buen servicio, porque mira que nos hacen falta de esos.

En el caso de los de la RTP, (cuyas siglas significan Red de Transporte de Pasajeros del Distrito Federal) son unos señores intachables. Jamás he visto a alguno infringir una ley de tránsito, echarse a jugar a las carreritas con algunos compañeros, aturdir al pasaje con el alto volumen de una música insufrible, o mentarse la madre, al contrario. Cuando se encuentran dos camiones de frente, se saludan cordialmente alzando la mano y siguen su camino, llevan música a un volumen aceptable y son cordiales con los usuarios. Algunos choferes que se conocen, se sonríen o se gritan un saludo corto, pero no se quedan a cotorrear cuando uno lleva prisa. Más bien son los de los microbuses quienes luego les echan bronca porque en una parte de la zona comparten la misma ruta, y la verdad es que no hay competencia: los camiones de a dos pesitos son mucho más cómodos, rápidos y seguros que los que cobran el doble y arriesgan tu vida.

Una vez me tocó presenciar cómo un tipejo conductor de un micro intentaba provocar al señor del camión... yo creo que estaba drogado o loquito, con esos ya nunca se sabe, pero el caso es que quería pelear por una estupidez de la que él mismo tenía la culpa, es más, lo había hecho a propósito para hacer enojar al chofer. El caso es que el del camión se comportó a la altura, a pesar de que efectivamente el otro tipo le estaba calentando la sangre. El muy imbécil se tuvo que conformar con echar elegantes amenazas del tipo "¡Donde te tope, puto!" y seguir su camino furioso. Nuestro chofer le argumentaba que no fuera necio, que no se iba a bajar a pelear, porque traía pasaje. ¡Qué honor que le den a uno su lugar como pasajero! Y no se bajó, y dejó al baboso ese con las ganas de tirar golpes.

¡Así se hace, carajo! El chofer quedó como un valiente, no como un cobarde que le sacó a los trancazos, y los que estábamos arriba, de no ser por el susto, le habríamos aplaudido de pie al caballero.

Yo no sé si el reglamento de los camiones será más estricto que el de los micros, y las sanciones en caso de incurrir en faltas sean más severas, pero sea lo que sea, está funcionando. Los señores son amables con la gente que aborda sus unidades, salvo extraños casos en que al conductor se le ve cansado y cortante, la mayoría de las veces son finísimas personas.

Sólo espero que en el sindicato que forman los respetables no se maneje de modo que puedan heredar sus plazas a los hijos, y si así lo hicieren, que la nación se los demande (jejeje). Me refiero a que si cuando los señores sean ancianos y otros conductores ocupen sus lugares, que no se pierda la cultura del buen servicio, que les hereden junto con el camión, el gusto por transportar a la gente, la dignidad de tener un trabajo de alta valía, porque en verdad que mover a los que estudian y trabajan en esta ciudad, no es cualquier cosa. Los conductores de microbuses deberían de entender que su trabajo importa, y que por eso deben hacerlo con responsabilidad.

Tampoco quiero generalizar, pues hay quienes conducen unidades limpias, respetan las señales y a las personas, pero después de subirme a un microbús conducido por un menor de edad, que llevaba a otros cuatro cabrones con caguama y vasitos de plástico en mano, oyendo reggaetón a un volumen estridente y orinándose en los asientos de hasta enfrente, ya no sé qué más esperarme de este tipo de transporte público. Los conductores de autos particulares no me dejarán mentir: estos especímenes son un dolor de cabeza, o como diría una gran amiga chilena: son un verdadero grano en el culo.
Sólo hay una crítica que podría hacerle a los camiones: que dejen de dar boletitos que sólo sirven para hacer más basura... aunque, ¡momento!, si su número de serie suma 21, fomenta que la gente se regale un beso, lo cual es también necesario en esta urbe tan falta de amor.