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domingo, 19 de abril de 2009

LA SONRISA DE MONA LISA

Debido a la gran cantidad de visitas que ha recibido esta entrada con la búsqueda del tema de "Análisis de La Sonrisa de Mona Lisa", me permito hacer una importante...
ACLARACIÓN:
Si consultas este análisis para alguna tarea, puedes tomar extractos SIEMPRE CITANDO LA FUENTE, POR FAVOR.
No te acostumbres a robar ideas.
GRACIAS
ANÁLISIS PERSONAL DESDE LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA

Desde la primera vez que vi la película de Mike Newell (2003), se convirtió en una de mis favoritas, a pesar de que Julia Roberts es una de las actrices que menos me gustan del cine hollywoodense. La razón por la cual me gustó es porque el personaje principal es un retrato fiel de una persona que sale de la facultad con ganas de transformar el mundo en que vive, a través de la educación.

Enfrentarse a un mundo de apariencias después de lo estudiado supone un choque muy fuerte: uno se enfrenta al monstruo de realidad que representan las instituciones, y por lo regular éstas no siempre reflejan la realidad de sus estudiantes.

En la mayoría de los casos, tal como se menciona en la cinta, los jóvenes pueden “oler el miedo” de quienes se plantan por vez primera ante un grupo desconocido, y pueden ser muy crueles y arrogantes con los profesores. Es una suposición primaria el imaginar que quienes van a tener la labor de educarnos, deben contar al menos con una preparación aceptable y un carácter bien forjado para que sean capaces de encarar el reto. Cuando una persona adulta con cualquier título de autoridad, llámese orientador, maestro o cualquier otro, se da cuenta a primera vista de que la inteligencia o la perspicacia de los estudiantes supera sus expectativas, el golpe es para ambas partes: por un lado la figura de autoridad deberá mantenerse firme en su posición y no demostrar que fue sorprendido o lastimado; y por otro, los estudiantes pueden tener reacciones diversas hacia quien flaquea ante ellos, mismas que van desde la indiferencia hasta el desafío.

En una situación como esta, la mayoría de las decisiones tomadas por Katherine Watson (Roberts), coincidieron con las que yo en lo personal habría tomado, como interesarse por conocer los expedientes personales de sus alumnas para empaparse más de quiénes son, y el llevar contenidos innovadores o darles un giro que se acerque más a su contexto y sus intereses.

No obstante, los contenidos propositivos no siempre son aceptados por los directivos o los mismos compañeros de trabajo, llegando a provocar desconfianza o burla por parte de quienes desconocen los fundamentos en que se basan. Un ejemplo claro dentro del filme se da cuando en la junta de profesores, nadie comprende por qué ella sostiene que Picasso influiría en la historia de la pintura del mismo modo en que Miguel Ángel lo había hecho en su tiempo. Los argumentos que le dan son elitistas y herméticos, dejando claras las reglas e ideología de la institución, así como el lugar de obediencia que como empleada debe mantener.

Por otro lado algunos alumnos nos retarán, no habrá empatía, y algunas acciones que lleguemos a emprender podrían atentar contra los principios morales de algunas personas, como en el caso de la enfermera al repartir pastillas anticonceptivas. Aún suceden cosas en la actualidad como se menciona en la cinta: “Demasiada independencia los espanta”.

Uno de los maestros le recomienda a la protagonista que para sobrevivir en el Instituto, el truco es no llamar la atención. Y efectivamente es más fácil adaptarse y mantenerse al margen de lo establecido, que mantenerse fiel a un ideal y cuestionar las cosas. No hay que olvidar que los padres de familia poseen también cierto poder institucional (asociaciones de padres, patronatos, etcétera) y tanto ellos como sus hijos tienen el derecho de ejercerlo, ya sea que lo hagan por causas justas o bien movidos por intereses personales.

Hay lugares, como el colegio de la película, en donde no se dan muchas oportunidades de crecer, en donde se colocan muchas etiquetas a quien presenta un modo de pensar distinto a lo acostumbrado, y en donde, como continúa diciendo el maestro, se llega al punto en que no se sabe quién protege a quién de qué. Las reglas pueden ser ambiguas, contradictorias, y en marcos similares uno puede fácilmente hacer especulaciones sobre lo que otros piensan, sienten o necesitan, como en el momento en que Watson le facilita a una alumna la solicitud de ingreso a Yale por creer que es lo mejor para ella.

Este tipo de especulaciones pueden tener que ver con nuestra propia historia personal, con nuestros propios intereses y nuestros propios prejuicios, mismos que pueden llevarnos a cuestionar mal las cosas. Particularmente en una labor de Orientación, uno puede confundirse al querer ayudar a otros, ya que es posible que en realidad queramos ayudarnos a nosotros mismos, tal como ocurre con Watson. En mi caso tal vez habría sucumbido igual, a la tentación de decidir por ellos, pero por ello la historia es aleccionadora, y deja varios puntos a la reflexión como el hecho de que la convivencia con los jóvenes es divertida pero nunca deja de ser comprometedora, y también el hecho de que hay gente a quien le gusta vivir engañada, lo sabe, pero lo prefiere, como en el caso de su compañera de cuarto, a quien tampoco puede ayudar a salir de su encierro y de su soledad.

La frase que una de sus alumnas le da al justificar el no haberse inscrito en Yale puede resumir muy bien el mensaje: “No todos los que yerran van a la deriva”. Cada quien es dueño de su propia vida y decide qué hacer con ella. No podemos cambiar al mundo, es verdad, ni siquiera podemos cambiar a una sola persona. No pretendamos entonces hacerlo, sólo ayudar a quien así lo pida.

Finalmente mis escenas favoritas son cuando Watson ha decidido marcharse del Instituto y todas sus alumnas le regalan una versión personal de Los Girasoles, luego de que ella criticara la masificación del arte de Van Gogh. Ellas le demostraron que cada quien puede tener una versión distinta de su propia vida, y cada uno de los cuadros podía ser bello y valioso sin importar que se hubiera basado en una obra maestra que ya se había vuelto comercial. Ello supone una gran lección para la maestra, que se da cuenta de lo cerrada que había sido ella misma al tener que enfrentarse con un mundo aparentemente retrógrada, pero funcional.

Lo significativo de los rituales sociales persiste aún en nuestros días, y temas como el matrimonio, la familia feliz, los roles de género y el estereotipo de la mujer, van a estar siempre presentes en las sociedades de una u otra forma, por lo cual es muy difícil cambiarlos. En la parte final de los créditos, los comerciales televisivos de los años cincuentas no son muy diferentes a lo que podemos ver en pleno siglo XXI.

Lo que sí podemos hacer es abrir una especie de ventana, como en la escena del cuadro de Jackson Pollock. La profesora dice algo como “Ni siquiera les tiene que gustar, sólo considérenlo. Háganse un favor: cállense y miren...”. Esa es otra de mis escenas consentidas, pues las estudiantes parecen mirar extasiadas algo que para su época era considerado muy feo y de mal gusto, se estaban dando la oportunidad de conocer otras opciones, movidas por la motivación de la maestra, cuya convicción artística era tan fuerte que no puso en duda el valor del cuadro.

Lo mismo puede ser aplicable a los valores, las teorías y los métodos. Cuando uno está convencido y defiende férreamente la verdad de su valía, puede ser que alguien decida ponerse nuestros anteojos y regalarnos al menos el beneficio de la duda. Si bien no siempre acabarán en final feliz las historias negativas que podamos experimentar en el trabajo, siempre habrá una posibilidad de aprender algo bueno de ello.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Paradojas de la vida: Ceguera, mi punto de vista


El miércoles pasado asistí al cine a ver el más reciente filme de Fernando Meirelles, la adaptación cinematográfica del libro que inspira el subtítulo de este blog: Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago.

En Ceguera pude apreciar en imágenes visuales lo que fueran imágenes mentales hace aproximadamente cinco años cuando leí la novela. Recordé episodios que había guardado en la memoria remota, y reviví la emoción que sentí al pasar cada página, pero no había tenido un tiempo y un espacio para sentarme a escribir sobre la dura temática que aborda el escritor, y la excelente dirección que hizo el cineasta.

Lo sorprendente fue que al tercer día que pasé por el cine, la película ya no estaba en cartelera. De momento me sorprendió porque duró muy poco tiempo, tal vez una sola semana, pero después entendí que a la gente no le gusta pagar un boleto para reflejarse, asquearse y horrorizarse de sí misma. El caso es que quien tuviera en sus manos la adaptación fílmica del libro, no tenía una tarea muy fácil.

Para empezar, se dice que Saramago no tenía intenciones de ceder los derechos debido precisamente a la degradación que del ser humano se relata en sus líneas, esta debía ser una película muy cruda y desesperante que no sería aceptada fácilmente, como ciertamente ocurrió en Cannes, donde las críticas no fueron buenas para Ceguera; aunque finalmente mi admirado portugués aceptó que se adaptara la novela, condicionando que la ciudad no fuera reconocible y que se usara un perro grande para interpretar el personaje de El Perro de las Lágrimas (por mucho, mi personaje favorito).

Así, Meirelles escogió un reparto internacional con el fin de representar un microcosmos de la sociedad mundial, ya que incluyó caucásicos, negros, latinos y orientales. Yo no lo había entendido así cuando vi la película, de hecho no me había imaginado al primer ciego como un oriental, ni rubia a la mujer del médico, pero entré en la convención propuesta y terminó conmoviéndome lo mismo.

Por respeto a quien no haya leído el libro no contaré aquí la trama, para dar oportunidad de que se acerquen a la literatura de este señor que, aunque algunos rehuyan por decir que se ha puesto de moda, la verdad es que vale la pena leerse por muchas razones presentes en varios de sus libros, y mismas que ya descubrirán cuando lo lean. Sin embargo no puedo poner el tema en la mesa sin hablar sobre lo que me provocó sacarme unos nachos gratis en el cupón del cine, y no poder comerlos por mucho que me engolosinan: el desarrollo de la película no me dio la oportunidad. ¿Quién va a tener ganas de comer y atascarse con el extraqueso mientras ves mierda, sangre y mugre tan palpable que parece salpicarte desde la pantalla? No contesten... sé de gente que tiene el estómago de acero, pero ese no es mi caso.

Ignoro los criterios de los críticos de Cannes para destrozar la película, pero no deben estar lejos de los criterios que tuvo el auditorio para hacerla desaparecer de cartelera en tan poco tiempo. A la gente no le gusta verse en el espejo, a menos que este sea como el del cuento de Blancanieves, y sólo refleje lo que cada quien quiera mirar. Todos ciegos, dependiendo unos de otros, revolcándose en su propia inmundicia, abusando del de al lado, ignorando que finalmente somos iguales en algo: en nuestra irrenunciable condición humana. No obstante siempre hay alguien que lo ve todo, y a través de sus ojos observamos lo que otros ni siquiera dan cuenta. Hay quien se siente con cierto poder, pero decide no ejercerlo en contra de nadie para no traicionarse a sí mismo, aun cuando se vea orillado a sacar uñas y dientes ante la inminente injusticia.

El libro de Saramago me deslumbró, no encuentro una palabra más adecuada, era imposible no fabricarse imágenes mientras lo leía, y dada mi pasión por el cine, también pensaba en cómo sería una película basada en él, por lo que el sólo imaginar la blancura que se recreó en pantalla, me lastimaba.

No podía ser de otra manera, me parece: fueron peores los horrores que imaginé en la lectura, aunque eso sí, sin ese antecedente, la película puede ser espantosa y excesiva, pero sigue valiendo la pena. Véala usted.