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viernes, 19 de septiembre de 2008

The power of Christ compels you!!

Yuri, Lupita D'Alessio, Sylvester Stallone, Juan Luis Guerra, entre otras celebridades de aquí y de allá, han contribuido a poner de moda el convertirse al Cristianismo: de la noche a la mañana vemos vidas transformadas, corazones tocados en lo más profundo de su arteria aorta, testimonios de llagas abiertas que están dispuestos a ser parte importante en el cambio de vida de otras personas, y que aprovechan la menor provocación para decir con orgullo que el Señor es su camino, su verdad y su vida, y que desde que aceptaron a Cristo en el corazón, su día a día cambió definitivamente.

Lo anterior no lo digo en sentido peyorativo, ni tengo la intención de ofender a nadie, puesto que hay gente muy cercana a mí que desayuna, come y cena con el Jesús en la boca, así que he aprendido a respetar su estilo de vida y comprender la necesidad que el ser humano tiene de entrar en contacto con su lado espiritual. De ninguna manera quiero en este espacio tirar la primera piedra y atacar a las personas que han decidido dar el volantazo y buscar otro camino, aquí todo eso se respeta, y si es para ser mejor persona, mucho más.

Desgraciadamente todo lo que suena a religión no es fácilmente creíble en estos tiempos, debido a que mucha gente se ha enriquecido ilícitamente gracias al abuso ejercido sobre esta necesidad imperante de encontrar un consuelo a la soledad. El mundo necesita mirar hacia arriba y hallar la ilusión de unos brazos abiertos que nos cobijen de tanta frialdad, y eso es lo que el Cristianismo ha logrado en tantas personas.

No defiendo a ultranza a estas congregaciones, puesto que en todos lados se cuecen habas, como decía mi abuela, pero si han contribuido a hacer mejores personas a aquéllos que no daban un solo centavo por su propia existencia, creo que es justo y necesario agradecer a quienes se dedican a ser pescadores de almas y se entregan de corazón a rescatar vidas de las garras de la perdición, entendida esta como el naufragio de las ideas, el sofoco de la culpa y la desesperanza de los años recientes.

Quien entrega amor desinteresadamente, está aceitando un motor potentísimo que estoy segura puede mover montañas....y no es que me haya puesto mística de un momento a otro, de hecho siempre he creido en la utopía colorida del amor, aunque desentone con lo grisáceo de la época en la que estoy viviendo.
Por otro lado, en lo personal, no siento el más mínimo interés por ser parte del ejército de Dios, pues en mis venas corre más malicia que inocencia, pero me conformo con algún día ser la Magdalena que se enamore del Superestrella y le cante aquéllo de "Yo no sé cómo amarlo..."... porque no tengo intención de exorcizar mis demonios, esos que gracias al Cielo, sólo son diablillos pastoriles que a veces me hacen pensar.