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sábado, 7 de agosto de 2010

La crisis del Cabaret


Vengo después de un par de meses en los que no escribí nada.

No es por ausencia de temas que me interesaran, pero sea cual fuere el motivo por el que abandoné tanto tiempo este espacio, el caso es que ya estoy de vuelta. ¿Y cuál es el tema que me trae de regreso? Pues el cabaré.


Sí, sí, ya sé que yo he dicho que me daré un descanso en lo que a la elaboración de espectáculos se refiere, que al parecer tiré la toalla por dedicarme a estar pendiente de la educación inicial de una bachiller inocente, pero aunque todo esto sólo sea una parte del enramado de mi existencia, en el fondo tengo la inquietud de contestar seriamente a esta pregunta: ¿Qué es el cabaret?

En una reunión de amigas me la plantearon y me pareció tan importante como otro par de cuestionamientos que me acompañan todos los días: ¿Qué es la pedagogía? y ¿Quién soy yo? Porque las tres preguntas me conforman en un todo, se contestan por momentos, son cambiantes, aunque una esencia permanezca en la espina dorsal de todas. De vez en cuando debo replantearlas para saber dónde diablos estoy parada, para dónde voy, y de dónde carajos vengo.

Cuando se habla de mi carrera todo el mundo parece saberlo todo, es más, no tiene caso estudiar Pedagogía porque al parecer la educación es cuestión de sentido común, cualquiera puede educar a un niño, en cualquier libro o revista para padres se encuentran las respuestas, la didáctica de la letra con sangre entra es infalible, y en el mejor de los casos, educar con amor es lo de hoy.

Y si hablamos de la vertiente psicológica de la disciplina, todo el mundo habla del ser humano y sus procesos mentales como si sólo hubiera dos grandes grupos: los listos y los tontos, los locos y los cuerdos. No se puede discutir, no se puede defender a ultranza, que en algo ha de valer la pena estudiar un mínimo de cuatro años, leer chorrocientas lecturas, hacer prácticas profesionales y especializarse en los procesos evolutivos de las personas, porque al parecer todo lo tocante a los vericuetos de la mente humana "cualquiera puede intuirlo". Plop!!

Algo parecido pasa con el Cabaret en México. Cualquiera parece poder hacerlo, basta con tener carrera de actor, habilidades para el canto y el baile, saber escribir, conocer los géneros teatrales y leer periódicos, burlarse del gobierno, defender la causa gay, ser chistocito, etcétera... pero tampoco es tanto así.

En los últimos años se ha puesto de moda el género, todo el mundo cree que lo hace, o al menos lo intenta.

Algunos piensan que hacer cabaret se limita a tocar música con determinados instrumentos de viento, entre los que destacan el acordeón, el saxo o las trompetas. Que teniendo un ambiente bluesero o jazzista ya se tiene ganada la mitad del numerito, usando plumas en el sombrero o en el ropaje, medias de red, maquillaje de draga y corsé rojo y negro.

Se limita el cabaret a una pasarela, a la oportunidad de verse distintos y distintas, y de parecer muy liberales cuando lo que en verdad cuesta es liberar la mente. Para encuerarse, cualquiera; y más si se tiene un cuerpo bonito que lucir en escena: es un espacio liberador y el destape puede ser el primer paso en muchas ocasiones, ya que es lo más inmediato, lo más obvio, el sexo siempre vende. Pero, ¿qué tan verdadero es el discurso que sostiene el encuere, la coquetería? ¿se quiere decir con ello algo más que "mírenme qué sexy soy"?

Los espectáculos cabareteros surgen del dolor, del vacío, de la ausencia de algo. Parafraseando a Freud en una de mis frases favoritas que siempre repito a mis alumnos: "La falta inaugura el deseo...y el deseo nunca se satisface"

Mientras el artista no asuma la fuerza que debe impulsar su acción, mientras se acobarde y sólo haga mofa de los otros sin voltearse a ver para adentro, su cabaret seguirá siendo chatarra. Es mi humilde opinión. No sé si parto ya de un concepto muy personal de lo que para mí significa este modo de expresión, pero si no duele de fondo, la risa no es sincera.

En algún post anterior hablé ya del problema que tengo con la risa. Una amiga mía me decía que cuando alguien me conoce puedo parecer pasiva, demasiado preocupada por la vida, inclusive ensimismada --o "enmimismada" para ser correctos ;P--, que no me río de las cosas simples y que no socializo mucho. Y concediéndole razón en casi todo, difiero en ser pasiva, soy más bien observadora, y en efecto puedo reírme de las cosas más simplonas de esta vida, sólo que no cualquier PERSONA me causa risa.

Me sorprende cuando conozco a alguien y convivo perfectamente desde el primer día, son raros, pero los hay. Cuando la risa en el otro es genuina, desde dentro, me río, cuando advierto cierta burla insana, ni siquiera una sonrisa. Por eso me pregunto, ¿el cabaret es para hacer reír?

Una de las amigas presentes en la citada reunión me preguntaba: ¿qué debo ver para tener referencias de cabareteros reales? Lo primero que se me vino a la mente fue hablarle de Tin Tán, un personaje popular, clásico, gracioso y muy natural. Un talento como pocos, un carisma excepcional. Sin embargo me quedé corta al tratar de buscar gente que pudiera servirle a mi amiga como referente infalible.

Si hoy tuviera que contestar esa pregunta, yo diría: observa a quien tú quieras, aquéllo que te toque en lo más profundo, los artistas que provoquen algo en ti, ya sea que te arranquen una lágrima, un suspiro o una carcajada. Lo que te hace vibrar a tí dice mucho de lo que tú eres, así pues, estúdiate a ti y a lo que quieras decir, lo que realmente te indigne y quieras denunciarlo, lo que realmente te esté molestando de tu persona como piedra en el zapato y desees exorcizarlo. Cualquier cosa que venga de ti, de tu más íntima intimidá.

Ya en un post posterior (valga la cacofonía) compartiré algunas cosas que para mí han sido enseñanza, y tal vez me atreva a explicar por qué. De momento hasta aquí llegan mis debrayes sobre esta, MI crisis cabaretera. Por eso me callo un momento. No pienso crear por crear, y además, hay que atender prioridades. ¿Qué sería de cualquier vida sin ellas?
Agradezco sus comentarios.
*

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Algo sobre la Violencia de Género

Hoy se conmemora el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, y respecto a eso, a veces no quisiera opinar porque da la impresión de que ya se ha dicho todo. Sin embargo no puedo quedarme callada, siendo que el tema es uno de los que más me preocupa como mujer que soy, y en consecuencia, como víctima que he sido del maltrato y la discriminación en muchas de sus formas.

Esta semana estoy asistiendo a un foro en el que, como mencioné en la entrada anterior, muy a pesar de que los asistentes son todos ellos unas piedrotas, los ponentes han estado de lo mejor, y han quedado muchas preguntas en el aire. Es una lástima que me tenga que salir corriendo porque hay que ir a trabajar, pero afortunadamente poseo este espacio en donde puedo decir todo aquello que debo callar por las prisas.


En el evento mencionado se habló de violencia de género desde muchos ángulos, y ahí está la riqueza de lo encontrado en esas discusiones: empezando por definir la violencia desde el punto de vista de Foucault, ligado a las relaciones de poder, hasta la violencia simbólica de Bourdieu, que incide en los comportamientos de los otros de manera más sutil, más difícil de ubicar, y que conduce a la sumisión.


Se recordó nuevamente que vivimos en una cultura mundial androcéntrica, patriarcal, que cada quien tiene las tareas propias de su sexo, y no se dejó de comprobar con datos estadísticos que más del 80% de las mujeres ha sufrido maltrato emocional de su pareja. Se habló de ese currículum oculto en las escuelas, y sin querer, recordé a una amiga de mi hija en la secundaria, que se besuquea con el encargado de las computadoras generando la preocupación e impotencia de mi pequeña.


Yo me cuestioné el asunto: existe una delgada línea entre el abuso y la libertad de sentir placer. ¿Es la niña "abusada por su gusto"? El tipo es un hombre mayor, tiene poder sobre ella, y abusa de ese poder... pero la niña no siente culpa, siente placer y se lo procura. Es menor de edad, claro, pero ¿hasta dónde podemos decir que es abuso? ¿Sólo porque el tipo es realmente nefasto? ¿La obliga de alguna manera? Casos como estos son muy, pero muy delicados.*


Luego vino la violencia en las escuelas, sobre todo entre adolescentes, se habló del fenómeno del Bulling y de las condicionantes del hecho de ser hombres o mujeres respecto a ello, para después pasar a hablar de la violencia institucional y el Mugging o acoso laboral. Todo muy interesante, si tomamos en cuenta que mi hija ha sufrido el primero y yo he sufrido -y sigo sufriendo- el segundo.


También se habló de las leyes que se han aprobado en Brasil y en México, se hizo un comparativo y se hicieron propuestas para mejorar. Muchas de las presentes no conocíamos bien a bien la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida libre de violencia que sólo está vigente en la ciudad de México, por ejemplo, y nos asombramos con la Lei Maria da Penha que rige a todo Brasil.


Un filósofo del Colegio de México, el Dr. Juan Guillermo Figueroa, dio una maravillosa ponencia sobre "Masculinidades, relaciones de poder y violencia", exponiendo el punto de vista de los varones y compartiéndonos experiencias que orillaban a la reflexión en torno al maniqueo de los conceptos. ¿Cómo le hacen los hombres no-violentos en un mundo violento? ¿Qué hacen los que parecen diferentes? ¿Hay que acudir al falsacionismo de Popper para cuestionar la regla? Me dejó con el ojo cuadrado, además de que someramente analizó las campañas televisivas y publicitarias en contra de la violencia de género, en las que hombres y mujeres "de bien" proyectan una imagen moralizante... es un chingón el señor.


Luego, siguiendo en esta misma línea, una maestra cuyo nombre le convendría no fuera mencionado, hizo un raquítico intento de analizar la violencia desde el programa "La Familia Peluche", protagonizada por Eugenio Derbez y Consuelo Duval. No hizo más que repasar la letra de la canción de entrada y decir obviedades, pero a mí me hizo sacar mis propias conclusiones al respecto:


En el caso específico de Los Peluches , ella le prodiga a él toda una serie de insultos que no por agresivos son menos ingeniosos muchas veces... sin embargo, aunque él compite con ella en los apodos, hay una constante cuando quiere salirse por la vía rápida: llama a su mujer "Golosa".


La connotación sexual del término indica que ella tiene una necesidad dependiente de él, suficiente para que ella haya permanecido a su lado tanto tiempo a pesar del evidente odio. Es sutilmente humillante, digamos, y en efecto, se promueve la figura de la mujer castrante y por consiguiente, el odio hacia las mujeres.


Reírse de uno mismo no debe estar peleado con la preocupación por la solución del problema, es más, es parte de un comienzo el decirlo, mostrarlo, hacerlo evidente... pero claro, estamos hablando de Televisa, en donde la violencia está siendo naturalizada desde las épocas del Chavo del Ocho. ¿Hasta qué punto el decir algo deja de ser denuncia y se convierte en obviedad, en naturalización del problema? El manejo sigue siendo delicado. ¿Es cuestión de cómo y dónde se diga? Yo creo que sí, creo que eso es básico.


Después la violencia de género se extendió hacia el resto de las llamadas "minorías", concretamente de los homosexuales, y drásticamente se habló de fascismo, de exterminio y de pasos secuenciales de odio hasta el acabamiento, aludiendo esa famosa frase que dice "Todos lo golpearon, pero él solito se murió". La postura de la Dra. Ana María Martínez de la Escalera fue muy fuerte, pero no por ello menos importante, ya que fue una invitación expresa a asumir la propia responsabilidad que como individuos pertenecientes a una sociedad, tenemos de que se lleven a cabo y se justifiquen de mil maneras los actos violentos, de discriminación y odio, desde los más velados hasta los más atroces.


Se habló de la envidia, cuando se profundizó en el acoso laboral, de esa "situación esquizofrénica", como dicen los psicólogos, cuando se pide colaboración, pero se fomenta la competencia con uñas y dientes entre compañeros de un mismo equipo o de un mismo gremio.


Todavía sigo asimilando lo que el foro dejó a manera de preguntas en mi cabeza. Para pensarlas y para vivirlas. Esto de la violencia es un tema complejo, en el que, aunque parezca que todo está dicho, siempre hay mucho, mucho más por decir, pero sobre todo, muchísimo más por hacer.


*Nota al pie: semanas después me enteré de que la pequeña ya había practicado sexo oral con el tal encargado de las computadoras... quede para la reflexión

martes, 24 de noviembre de 2009

Entre intelectuales te veas

Todavía en medio de la oportunidad decisiva de elegir ser una académica brillante y una cabaretera de reputación difícil, esta semana empecé a asistir a un foro de discusión interdisciplinaria e interinstitucional, en donde el tema principal sería la violencia de género.

Sobre ello ya hablaré más ampliamente, ya que casi nunca es posible expresar desde el público asistente, las propias conclusiones en tiempo y forma que requerirían mínimamente. El punto no es ese, el punto es darme cuenta del tipo de gente que son quienes van a esos lugares.

Afortunadamente no es el primer ciclo de conferencias, congreso, foro o espacio de debate al que he asistido, así que tengo una referencia muy amplia, y puedo decir que siempre hay una constante en ellos, y que por desgracia sigo confirmando en cada oportunidad que me doy de asistir a algún evento académico: la gente va en su mayoría por la constancia curricular, así como van a la escuela por el título, o al trabajo por el cheque. Es desesperante la actitud de ya saber de antemano todo lo que están diciendo los ponentes, darlo por hecho, no hacer anotaciones, no hacer preguntas, y limitarse a escuchar o a comentar las mismas conclusiones a las que ya se habían llegado en la mesa, dando la impresión de que nunca estuvieron atentos y de que eso ellos ya lo habían pensado antes.

Me ennerva escuchar cuchicheos que nada tienen que ver con la discusión que nos trae a reunirnos en este sitio, y ver a los alumnos tomar parte en labores serviles como preparar el café y registrar a los asistentes, relegados a un papel secundario de manera tan arbitraria, que al cerrar el foro, un maestro dijo: "Me da gusto que esto lo hayan organizado nuestras alumnas de la maestría ellas solitas, prácticamente no necesitaron de ningún adulto." (¡¡¡!!!) ¿O sea que las alumnas de la maestría son qué? ¿Niñas? ¡Es horrible! Por eso no avanzamos, porque el comentario del profesor le vino a dar al traste a tanto esfuerzo de las compañeras, y que yo personalmente no pude dejar de aplaudir y reconocer como valioso.

Apartada de la vida social, me pregunté una vez más, ¿por qué no encajo? ¿por qué no he hecho la plática con nadie, no he encontrado alguien con quién compartir la opinión de lo que se está charlando acá, y que es tan verdaderamente preocupante desde el lugar que como mujer ocupo en esta sociedad, y que como madre de una mujer también, me interesa sobremanera... bueno, pues porque la primera vez que intenté establecer relación con una chica, lo primero que saltó a decirme por delante es que estaba haciendo el doctorado en este tema, y que casi casi se llevaba de a piquete de ombligo con las top top top del PUEG (Programa Universitario de Estudios de Género), en donde trabajan las más destacadas feministas y estudiosas del tema en este país.

No pude pasar más allá. La mujer unos cuantos años más joven que yo, estaba instalada en hablar de sí misma y de su intachable vida académica, antes que debatir en corto, en un descanso, acerca del tema que, supuestamente, es fundamental en su vida. Me dejó con la palabra en la boca en cuanto se desocupó una de las ponentes y pudo acercarse a hacerle la barba. Me pareció patético... como patético me pareció escuchar a un maestro de la universidad, viejo lobo de mar, abordar a una de las estudiantes y preguntarle qué estudiaba. La joven le contestó que ella venía de otra universidad, y que estudiaba Estética. El arrogante profesor la sorprendió con la típica pregunta del que se siente experto en su ramo y que es de lo único que puede hablar medianamente bien: "¿Y cuál es tu corriente filosófica?"

Yo me esperaba una respuesta más inteligente de la chica, que en su afán de no parecer tonta, lo pareció muchísimo más al contestar: "¿Eh...m-mi corriente filosófica? Ehm... pues... yo estudio estética, lo que estudio no tiene nada que ver con esto, de hecho... aunque esto me ayuda mucho porque necesito que me baje a tierra, que me haga preocupar por los otros..."

Y bueno, así como esas cosas, me resistía de plano a escuchar más, porque estábamos en un foro en donde se hablaba de la tolerancia, del respeto, de la sana convivencia y otras cosas más profundas, pero todo el mundo parecía estar en su onda. Tan solo la misma chamaquita esa que "estudia estética", se acercó a la cafetera y dijo realmente ofendida: "¿Pero cómo? ¡¡YO SOY de las organizadoras y no alcancé café!!" ... verdadera tragedia.

Como siempre, aprendí mucho, recordé muchas cosas, reflexioné mucho más con los puntos de vista y los estudios de los ponentes, pero en la práctica, me costó mucho no tener ganas de echar insecticida para eliminar a unos cuantos bichos que en lugar de poner atención y aportar algo al foro, se la pasaban comadreando o mascando chicle. Y es que decir "Tolerancia, respeto y sana convivencia" se dice fácil, pero no hay que hacerse de la vista gorda, la cosa no es nada sencilla, y no es que nadie haya dicho que lo sea, sino que para llegar a ese nivel hay que primero aprender a ser nosotros, y casi nadie lo hace, todo el mundo pretente, casi nadie es honesto y casi todos disimulan y fingen ser otra cosa.

Por eso el foro me ayudó a afirmarme en mi búsqueda personal: ser intelectual, hablar como tal o parecerlo no son una meta en mi vida. Si lo soy, se van a dar cuenta por lo que haga y diga en un teatro o en una conferencia magistral. El mundo intelectual, como el del arte, y el que gusten y manden, no está exento de hipocresía y de prepotencia, de abuso de poder y de mediocridad; en todos lados entran las ratas, y como ya lo dijo Saúl Hernández: "acuérdate que las ratas, no tienen alas...". Por fortuna, creo que yo sí tengo.



*

lunes, 16 de noviembre de 2009

Carta abierta a mis asesores de tesis

No sé cómo decirles esto... ya sé que a quien más le afectan mis decisiones es a mí misma, y que por tanto, no debería ser difícil decir "no me titulo este año" y ya. Pero la verdad es que no es fácil defender a capa y espada lo que uno siente, la mayor parte de las veces resulta muy complicado.

Segura estoy de que ustedes pensaban que yo sería una gran profesionista, que confiaban en mi conocimiento y en mi compromiso con la educación, pero a veces pasan cosas que transforman el destino de las personas, y hoy por hoy tengo que resolver el eterno problema de la identidad que siempre me preocupó, y que ahora reconozco como propio.

Yo, al igual que ustedes, confié en los libros, en las teorías, en el lema de la universidad, pero ahora tengo una resaca brutal de pedagogos, aulas y escritos. Salí de la carrera queriendo acabar pronto, elaborar mi trabajo recepcional de la mejor manera, transformar la educación poco a poco a través de mi trabajo, elaborar proyectos, hacer propuestas... pero lo verdaderamente importante, eso que me hacía falta para llevar a cabo el objetivo, era conocerme a mí, reencontrarme, reubicarme, redimensionarme. Hoy estoy en el proceso de entender quién demonios es mi persona, de dónde vino y a dónde va. Esta ha sido una búsqueda eterna desde que recuerdo, pero por primera vez en mi vida creo que ya me he encontrado.

Sé que dirán tristemente que al contrario, me he perdido. ¡Tan buena estudiante que era, y ahora echando gorgorillos sobre un escenario!

Sí... seguramente no suena nada lógico, al parecer lo que empiezo a hacer ahora no corresponde con la actitud que manejé durante mis cuatro años de carrera, y podrían condenarme a la hoguera por dejar morir a una buena pedagoga, porque sí, señores, soy potencialmente una buena pedagoga, y de las mejores... pero no se asusten, que esa profesional de la educación no muere mientras no muera yo. Ahora estoy tratando de encontrar ingenuamente el vínculo entre lo educativo y el cabaret... sí, ya sé...por favor no sonrían de lado ni aguanten la carcajada irónica: deben ambos tener mucho que ver para que se hayan mezclado en mi sangre y ahora yo no sepa bién que coctel corre por mis agitadas venas.

Descubrí que puedo hacer algo que disfruto tanto o más que dar clases, y que puedo hacerlo bien, y que quiero explorarlo hacia adentro y hacia afuera de mí misma. No quiero olvidarme por completo de la cientificidad del asunto, pero sí quiero adornarlo con plumas.

Sé que se puede, maestros, confíen en mí... y si no, lo lamentaré. Me dio mucho gusto conocerles, han sido una gran, enorme, inspiración, pero no tanto como esos demonios que me hacen cosquillas en los pies todas las noches, y que me obligan a pensar en ritmos y palabras, si bien soy consciente de que las candilejas no están exentas de amargo dolor.


*

miércoles, 28 de octubre de 2009

Hablemos de las guarderías

Los seres humanos comenzamos a socializar desde el primer momento en que tenemos contacto con alguien más de nuestra especie: ese momento es, en la gran mayoría de los casos, cuando conocemos a nuestra madre y a nuestra familia más cercana.

De ahí aprendemos gestos, sonidos y movimientos que representan algo, que nos servirán para algo. Por eso la sonrisa que enternece, el llanto que alerta, las palabras que nos ayudan a explicarnos mejor la vida y a explicar mejor la vida. Socialmente nacemos ahí, en el seno de la familia, observando con nuestros ojillos tiernos la dinámica de relaciones que poco a poco vamos internalizando y dándole nuestro toque personal.

Sin embargo, el verdadero momento en el que hay que poner a prueba todo lo aprendido en nuestra casa, ocurre en cuanto pisamos una escuela. Es entonces cuando entramos en contacto directo con seres educados de diferentes maneras, gente que aprendió otros gestos y otras palabras, otros modos de supervivencia y otras mañas. Sí, la escuela es el lugar en el que inevitablemente todos tenemos que caer tarde o temprano.

Hace algunos años, la educación preescolar no era obligatoria, por lo que muchos niños llegaban a este espacio determinante en sus vidas cuando ya tenían unos seis o siete años. Esto podría parecer ventajoso porque en el mejor de los casos, llegaban ya con cierta madurez y firmeza en sus personalidades, lo que podría hacerles más llevadera la dinámica de la socialización; pero ahora que cursar el Jardín de Niños es absolutamente obligatorio, la edad en la que esto pasa se reduce hasta los tres años.

No conforme con esto, hay niños que salen de casa para entrar a un espacio compartido con otros niños, desde su más tierna infancia: me refiero a los pequeños que por necesidades específicas de sus madres, tienen que caer en una guardería.

Esto es una realidad, no es algo que pueda evitarse, vivimos en ciudades caóticas con estilos de vida demandantes y con cada vez más madres trabajadoras que, ya sea que no cuenten con el apoyo de una pareja, o bien, que ellas mismas tengan que ser el apoyo económico de su pareja, tienen que salir a ganar el sustento para los hijos desde muy temprana hora, y conservar sus trabajos sin poder darse el lujo de amamantar y tomarse tres años para ser madres de tiempo completo en lo que sus hijos van a la escuela. Las guarderías, si no existieran, alguien tendría que inventarlas algún día, ya que son un mal necesario.

Pero también pueden ser un bien. Recuerdo haber tenido discusiones levemente acaloradas con personas que, ya siendo madres, maestras o simples personas que se creen con el derecho a opinar sin conocer, despotricaban contra la sola posibilidad de enviar a los niños a lugares como estos. En mi caso, fui educada en casa bajo la protección de mi abuela, y después cuando fui madre, tuve la necesidad de encargar el cuidado de mi pequeña a otras personas desde sus primeros meses de vida, así que puedo hablar del contraste entre su personalidad y la mía. El ser educado por alguien de la familia, en este caso los abuelos o los tíos, que son muchas veces quienes más están a la mano para ayudar, no siempre es la mejor opción de todas. La protección recibida en mi caso, únicamente sirvió para formarme una personalidad introvertida que he luchado con uñas y dientes para liberar de su prisión. En cambio un niño criado en guardería obtiene mucha más independencia, mayor conocimiento de la gente, más fina percepción de las cosas, mayores mecanismos de defensa ante la sociedad devoradora.

No voy a mentir diciendo que no hubo malas experiencias, en mi caso, leves, como rozaduras en las pompas o un día en el que supe que no quiso comer nada, tal vez algún problema con un compañerito o que le contagiaran la gripe o se enfermara del estómago. Esas cosas suceden.

Tampoco he de decir que nunca me preocupé, que no hubiera preferido de alguna manera ser yo quien estuviera a cargo de la pequeña de tiempo completo en lugar de otra persona, ni decir que no sentía horrible los primeros días el dejar a mi más preciado tesoro con su gorrito rosa y su dotación de biberones mientras yo me iba a estudiar o a trabajar para superarme y ofrecerle mejores cosas en la vida... pero si desde el primer momento tenemos la certeza de que los hijos no son propiedad de uno, sino sólo una responsabilidad, el espectro cambia, y puede uno suspirar y seguir adelante, dejando en claro que lo que uno está encargando es lo más valioso para uno, y que si algo le llegara a pasar, habría una leona enfurecida que acabaría con todo aquél que osara maltratar al cachorrito.

Si uno se ocupa de brindar el soporte educativo que le corresponde desde casa, incluso desde los primeros meses de vida, creando un vínculo fuerte que le dé seguridad al bebé, que no le permita ser manipulador o susceptible de abuso, uno puede tener la tranquilidad de que el hijo se comportará adecuadamente, y que obtendrá los regaños que merece y no más.

El error de muchos padres de familia es aventar a los pequeños en lugares donde no se cerciora de las personas que están a cargo, ni está al pendiente, ni hace preguntas todos los días, ni deja saber a los encargados de que efectivamente, lo que tienen que cuidar no es un mueble, sino una persona. La responsabilidad no es sólo de las guarderías, sino de los padres, y de ahí hasta que los hijos son adolescentes, no hay que despegarse de esa atención y esa preocupación por saber lo que pasa, lo que está detrás de la gente que se encarga de tenerlos la mitad del día.

No se vale que se ataque tanto a las guarderías desde un gobierno hipócrita que fomenta la unión de la familia y sataniza a los lugares de cuidado que, digámoslo como es, tienen una labor muy importante en esta sociedad, indispensable diría yo. No se puede cantar y comer pinole, decía mi abuela, y las familias cuya unión promueve el gobierno de la derecha, tenemos que comer, debemos trabajar, las madres solteras particularmente, necesitan ganarse el pan y salir adelante en un país donde las cosas no se les facilitan para nada.

Hoy parecen estar de moda las noticias de tragedias en las guarderías, desde el incendio de una de ellas, la tristemente célebre ABC en Villahermosa, ha comenzado una verdadera cacería de brujas contra estos centros, y muchos de ellos están cerrando. Cabe aclarar aquí que este caso es especial, pues ha destapado muchas coladeras malolientes a costa de las vidas de muchos pequeños, pero es un caso tan doloroso y complejo, que no puedo opinar todavía con el rigor que debiera.

Hablo más bien de que luego de esta tragedia, el oportunismo de los medios para buscar más ratas ocultas en estos centros, ha sido llevada al extremo: después vino el caso Casitas del Sur, en donde hasta de trata de personas se habló, y en cuyo caso "cerrado" sigue habiendo muchas irregularidades. Pareciera que se buscara desprestigiar a todos estos centros con el ejemplo de los mal administrados, los mal habidos o los mal encausados. Cierto que hay que voltear a ver qué hay detrás de esto, para que un caso como el de ABC no se repita, pero no es justo agarrar un "tema de moda" nada más para rellenar un noticiero.

Hoy por la mañana veía el caso de un niño que fue violentamente golpeado y mordido ¡por uno de sus compañeritos!, acentuando la negligencia de los cuidadores. Entiendo que este tipo de casos se tenga que demandar, pero ¿darle más de media hora a una noticia como esta? Me parece francamente perverso, exagerado, y por demás tendencioso.

Lleve a sus hijos a guarderías si tiene que hacerlo, las guarderías no son del diablo, y usted no es peor madre por tener que dejar sus criaturas al cuidado de unos brazos extraños, siempre y cuando haga su parte y asuma su responsabilidad con respeto y amor.

*

jueves, 25 de junio de 2009

Los huevos de don Arturo

(o "En todos lados se cuecen habas"...-se aceptan ideas para la versión mexicana-)


POST PIRATEADO TAL CUAL DEL BLOG DE ÁLVARO ANCONA
(usted dispense)

Arturo Pérez-Reverte XL-Semanal.


C.c.p. Elba Esther Gordillo, Alonso Lujambio, y los maestros que no fueron a dar clases hoy.


PERMITIDME TUTEAROS, IMBÉCILES

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros -aquí matizaré ministros y ministras- de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es deliberado- a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía.

De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas.

Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia.. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana -que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña.

Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educación, la señora Cabrera , capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad» , entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente -recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española-. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres» , aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos»

Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p'alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco , Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias , José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo.

Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil, que un malvado.
*

AMÉN :)

domingo, 19 de abril de 2009

LA SONRISA DE MONA LISA

Debido a la gran cantidad de visitas que ha recibido esta entrada con la búsqueda del tema de "Análisis de La Sonrisa de Mona Lisa", me permito hacer una importante...
ACLARACIÓN:
Si consultas este análisis para alguna tarea, puedes tomar extractos SIEMPRE CITANDO LA FUENTE, POR FAVOR.
No te acostumbres a robar ideas.
GRACIAS
ANÁLISIS PERSONAL DESDE LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA

Desde la primera vez que vi la película de Mike Newell (2003), se convirtió en una de mis favoritas, a pesar de que Julia Roberts es una de las actrices que menos me gustan del cine hollywoodense. La razón por la cual me gustó es porque el personaje principal es un retrato fiel de una persona que sale de la facultad con ganas de transformar el mundo en que vive, a través de la educación.

Enfrentarse a un mundo de apariencias después de lo estudiado supone un choque muy fuerte: uno se enfrenta al monstruo de realidad que representan las instituciones, y por lo regular éstas no siempre reflejan la realidad de sus estudiantes.

En la mayoría de los casos, tal como se menciona en la cinta, los jóvenes pueden “oler el miedo” de quienes se plantan por vez primera ante un grupo desconocido, y pueden ser muy crueles y arrogantes con los profesores. Es una suposición primaria el imaginar que quienes van a tener la labor de educarnos, deben contar al menos con una preparación aceptable y un carácter bien forjado para que sean capaces de encarar el reto. Cuando una persona adulta con cualquier título de autoridad, llámese orientador, maestro o cualquier otro, se da cuenta a primera vista de que la inteligencia o la perspicacia de los estudiantes supera sus expectativas, el golpe es para ambas partes: por un lado la figura de autoridad deberá mantenerse firme en su posición y no demostrar que fue sorprendido o lastimado; y por otro, los estudiantes pueden tener reacciones diversas hacia quien flaquea ante ellos, mismas que van desde la indiferencia hasta el desafío.

En una situación como esta, la mayoría de las decisiones tomadas por Katherine Watson (Roberts), coincidieron con las que yo en lo personal habría tomado, como interesarse por conocer los expedientes personales de sus alumnas para empaparse más de quiénes son, y el llevar contenidos innovadores o darles un giro que se acerque más a su contexto y sus intereses.

No obstante, los contenidos propositivos no siempre son aceptados por los directivos o los mismos compañeros de trabajo, llegando a provocar desconfianza o burla por parte de quienes desconocen los fundamentos en que se basan. Un ejemplo claro dentro del filme se da cuando en la junta de profesores, nadie comprende por qué ella sostiene que Picasso influiría en la historia de la pintura del mismo modo en que Miguel Ángel lo había hecho en su tiempo. Los argumentos que le dan son elitistas y herméticos, dejando claras las reglas e ideología de la institución, así como el lugar de obediencia que como empleada debe mantener.

Por otro lado algunos alumnos nos retarán, no habrá empatía, y algunas acciones que lleguemos a emprender podrían atentar contra los principios morales de algunas personas, como en el caso de la enfermera al repartir pastillas anticonceptivas. Aún suceden cosas en la actualidad como se menciona en la cinta: “Demasiada independencia los espanta”.

Uno de los maestros le recomienda a la protagonista que para sobrevivir en el Instituto, el truco es no llamar la atención. Y efectivamente es más fácil adaptarse y mantenerse al margen de lo establecido, que mantenerse fiel a un ideal y cuestionar las cosas. No hay que olvidar que los padres de familia poseen también cierto poder institucional (asociaciones de padres, patronatos, etcétera) y tanto ellos como sus hijos tienen el derecho de ejercerlo, ya sea que lo hagan por causas justas o bien movidos por intereses personales.

Hay lugares, como el colegio de la película, en donde no se dan muchas oportunidades de crecer, en donde se colocan muchas etiquetas a quien presenta un modo de pensar distinto a lo acostumbrado, y en donde, como continúa diciendo el maestro, se llega al punto en que no se sabe quién protege a quién de qué. Las reglas pueden ser ambiguas, contradictorias, y en marcos similares uno puede fácilmente hacer especulaciones sobre lo que otros piensan, sienten o necesitan, como en el momento en que Watson le facilita a una alumna la solicitud de ingreso a Yale por creer que es lo mejor para ella.

Este tipo de especulaciones pueden tener que ver con nuestra propia historia personal, con nuestros propios intereses y nuestros propios prejuicios, mismos que pueden llevarnos a cuestionar mal las cosas. Particularmente en una labor de Orientación, uno puede confundirse al querer ayudar a otros, ya que es posible que en realidad queramos ayudarnos a nosotros mismos, tal como ocurre con Watson. En mi caso tal vez habría sucumbido igual, a la tentación de decidir por ellos, pero por ello la historia es aleccionadora, y deja varios puntos a la reflexión como el hecho de que la convivencia con los jóvenes es divertida pero nunca deja de ser comprometedora, y también el hecho de que hay gente a quien le gusta vivir engañada, lo sabe, pero lo prefiere, como en el caso de su compañera de cuarto, a quien tampoco puede ayudar a salir de su encierro y de su soledad.

La frase que una de sus alumnas le da al justificar el no haberse inscrito en Yale puede resumir muy bien el mensaje: “No todos los que yerran van a la deriva”. Cada quien es dueño de su propia vida y decide qué hacer con ella. No podemos cambiar al mundo, es verdad, ni siquiera podemos cambiar a una sola persona. No pretendamos entonces hacerlo, sólo ayudar a quien así lo pida.

Finalmente mis escenas favoritas son cuando Watson ha decidido marcharse del Instituto y todas sus alumnas le regalan una versión personal de Los Girasoles, luego de que ella criticara la masificación del arte de Van Gogh. Ellas le demostraron que cada quien puede tener una versión distinta de su propia vida, y cada uno de los cuadros podía ser bello y valioso sin importar que se hubiera basado en una obra maestra que ya se había vuelto comercial. Ello supone una gran lección para la maestra, que se da cuenta de lo cerrada que había sido ella misma al tener que enfrentarse con un mundo aparentemente retrógrada, pero funcional.

Lo significativo de los rituales sociales persiste aún en nuestros días, y temas como el matrimonio, la familia feliz, los roles de género y el estereotipo de la mujer, van a estar siempre presentes en las sociedades de una u otra forma, por lo cual es muy difícil cambiarlos. En la parte final de los créditos, los comerciales televisivos de los años cincuentas no son muy diferentes a lo que podemos ver en pleno siglo XXI.

Lo que sí podemos hacer es abrir una especie de ventana, como en la escena del cuadro de Jackson Pollock. La profesora dice algo como “Ni siquiera les tiene que gustar, sólo considérenlo. Háganse un favor: cállense y miren...”. Esa es otra de mis escenas consentidas, pues las estudiantes parecen mirar extasiadas algo que para su época era considerado muy feo y de mal gusto, se estaban dando la oportunidad de conocer otras opciones, movidas por la motivación de la maestra, cuya convicción artística era tan fuerte que no puso en duda el valor del cuadro.

Lo mismo puede ser aplicable a los valores, las teorías y los métodos. Cuando uno está convencido y defiende férreamente la verdad de su valía, puede ser que alguien decida ponerse nuestros anteojos y regalarnos al menos el beneficio de la duda. Si bien no siempre acabarán en final feliz las historias negativas que podamos experimentar en el trabajo, siempre habrá una posibilidad de aprender algo bueno de ello.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Educar la mirada... lo que no se dice, pero se ve.

El título de este blog y la temática del post anterior era la ceguera, así como la intención de querer mirar aunque sea un poco más allá a través de una cualidad de tuerto entre tanto invidente. Pero no había pensado en términos de Educar la Mirada, título de un seminario que vino a dar a mi Universidad, la reconocida investigadora argentina Inés Dussel en compañía de Patricia Ferrante y que concluyó el día de ayer.

Debido a que empezaba el día lunes y se me hacía imposible faltar a mi clase porque debía entregar un trabajo, y que el jueves había una conferencia magistral sobre la educación por competencias (totalmente actual); decidí no inscribirme en él aunque me interesaba demasiado. No me había percatado de que la propaganda decía "A la Comunidad Académica", es decir, que sólo era destinado a los profesores e investigadores de la UPN.

Sin embargo el martes salí temprano de clases y de un edificio a otro, mi compañero y amigo Moisés, me saludó de lejos. Cuando vi en dónde se encontraba, debido a que había un cartel del evento pegado afuera, decidí acercarme y preguntar si todavía era tiempo de inscribirse y participar. Mi amigo que es alumno y fotógrafo, y que de algún modo se había incorporado al evento, me presentó a la organizadora, quien me preguntó cuál era mi nombre únicamente como un dato para saber si le sonaba conocido... como no fue así, se limitó a decirme que sólo me aceptaría como oyente. Accedí a la propuesta en el entendido de que el cupo era limitado y la ponente, importante.

No dudé en participar desde la primera oportunidad, pues el tema me apasiona y he pensado mucho al respecto. Tal vez debido a que no llegué a la primera sesión y no hubo tiempo de presentarme, mis participaciones enontraban eco en el vacío y en ocaciones alcancé a sentir como que eran ignoradas por la mayoría. De principio comencé a sentirme una tonta, creyéndome el entendido imaginario de que por ser una estudiante no estaba a la altura del pensamiento de aquéllos maestros que tomaban el curso... pero después me di cuenta de que no era cierto. Yo no estaba diciendo cosas más tontas que las que ellos decían, e incluso a veces repetían mi idea inicial sólo que con otras palabras.

La maestra que me aceptó como "oyente" (es decir, que oye sin decir nada); me dijo el primer día, tras notar mi atrevimiento al hablar: "¿Vas a asistir al resto de las sesiones? Entonces te entrego constancia, pero si me fallas un sólo día, ya no te entrego nada"

Sumisa contesté que sí, que mi intención era participar los tres días restantes, de un total de cuatro. Lo siguiente no se lo dije, pero lo pensé: "si además de darme la oportunidad de aprender, me regalan un papel que lo hace legítimo, para mí está más que perfecto".

Vinieron las dos sesiones siguientes y seguí participando. Comenzó a importarme menos el hecho de que los presentes pudieran preguntarse internamente "¿Ésta quién se cree? ¿De dónde diablos salió?" Hubo profesores que sólo vi en una sesión o en dos, y que seguramente, recogerán constancia y se pararán el cuello diciendo que conocieron a la Dra. Dussel y aprendieron mucho de sus investigaciones, pero no estuvieron presencialmente ni aportaron nada en la retroalimentación.

Ese último día, la misma maestra que me había prometido la constancia, me abordó para decirme "Finalmente lo lograste, ¿verdad?"

En el momento no entendí lo que aquélla frase quería decirme. ¿Logré exactamente... qué? ¿"Salirme con la mía"? ¿Colarme en un evento diseñado únicamente para los académicos, cuando el papel que se les designó a los alumnos fue el de sirvientes, preparando el café y cargando las galletitas?

No me pareció justo en lo absoluto. No me considero una tonta por el simple hecho de apenas estar estudiando una licenciatura. Estos espacios deberían dejar de ser tan elitistas, y los maestros callarse la boca y no llenarse de discursos de inclusión, respeto y tolerancia que sólo son palabrería vacía.

La Doctora y su asistente, sin embargo, me trataron igual que a todos ellos, no sentí discriminación alguna, y al parecer se fueron satisfechas diciendo que habían aprendido mucho de esta experiencia. No lo dudo: espero que hayan podido ver la arrogancia de ciertos sectores de maestros (no son todos, por supuesto), que se creen que por tener un título de maestros o doctores, están perdonados de tener que aprender cosas nuevas. Nadie hizo preguntas, no externaban dudas, sino opiniones -yo me abstuve un poco por prudencia-, pero todos llevaban la actitud de "entiendo perfectamente", "eso yo ya lo sabía". Sólo uno de ellos tuvo la decencia de agradecer el curso, cuando los demás se querían poner "al tú por tú" en conocimiento con la invitada. ¡Por favor! Yo aprendí muchísimo, se me espantaron ciertos demonios que me jalaban el pelo de noche, y no precisamente por ser una alumnita inculta, sino porque la verdadera intención del seminario no era otra que esa: aprender.

Yo no sé... no quiero que el presente escrito suene despectivo o sentido, porque nunca he sido de tomarme las cosas muy personales, pero sí me valgo de este mi espacio, para denunciar la realidad que existe entre los sectores docentes de la mayoría de las instituciones públicas (y no sé si también privadas) de mi país. La UPN me ha dado enormes satisfacciones, y estoy convencida de que es la institución de donde salimos preparados los mejores pedagogos, pero por desgracia la brecha generacional todavía pesa mucho. La gente en general necesita sentirse importante al menos por instantes poco duraderos, ejercer cierta actitud de poder a la primera oportunidad, no importa si eso los hace caer en la incongruencia entre sus palabras y sus actos.

De este modo urge educar los ojos de los maestros, la visualidad de la que hablaba Dussel, el punto de vista, la postura que se toma para mirar. No hay que ponerse en el centro del panóptico y sentirse el vigía que ascendió a ese puesto para nunca bajar. Hay que dejar los binoculares para ver de cerca, agacharse a mirar con la lupa, quitarse los tacones y ponerse zapatillas deportivas de vez en cuando, sentirse de nuevo aprendiz y no catedrático.

Pienso dar un curso para profesores que aborde esta problemática, y de entrada no condicionaré las constancias, pediré llevar jeans y zapatos bajos como único requisito.

Los maestros presumen diciendo que les encanta aprender de sus alumnos, pero siempre y cuando esta acción no sea voluntaria, siempre que el dichoso aprendizaje sea una chispa de iluminación que ellos captan de algún comentario inocente o de alguna acción reveladora; pero una vez que haya una estudiante que esté explícitamente ahí para enseñarles algo, a ver cuántos van, y cuántos continúan hasta terminar el curso.

Todavía es un proyecto en la mente que me surgió a partir de esta experiencia, y que pienso llevar a cabo en algún momento no muy lejano. Ojalá pueda surgir algo bueno, porque el sistema docente de mi país parece haber criado cuervos en vez de alumnos, aunque yo no diría que fuimos nosotros precisamente quienes les sacaron los ojos, pero fueron ellos mismos quienes los cambiaron por ojos de vidrio, tan fríos y endurecidos, que de nueva cuenta hace falta hacer sangrar.