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domingo, 21 de diciembre de 2008

Humor en tiempos de cólera

Quedan pocos buenos comediantes en la televisión mexicana. Cada vez que uno enciende esa caja en busca de un pequeño rato de sano esparcimiento, lo primero que se aparece es la cara de un bigotón fastidioso llamado Jorge Ortiz de Pinedo, quien, aunque tiene varios años sin grabar programas de comedia, se sigue enriqueciendo con porquerías como La Escuelita, que vende fantasías sexuales a los pedófilos que se excitan con las niñas de uniforme. Los programas de este señor están cargados de albures baratos y poco ingeniosos, de chistes malíiisimos y de humillación hacia los profesores que son los patiños ahí, y en todas las escuelas públicas de mi terruño.

Por otro lado, el Show de los Comediantes recoge un formato estadounidense del típico entretenedor de bar, cuya labor es decir chistes viejos y mal contados con tal de hacer reír a la gente que tiene unas copas de más -o bien unas neuronas de menos-. Por las filas de este programucho pasan los poco talentosos Carlos Espejel, Mara Escalante, Jaime Rubiel, entre otros.

Los hay "chistocitos", que en un sketch de cien, logran hacer reír sólo un poquito, tales como Carlos Eduardo Rico, Teo González o Tony Balardi, pero la mayoría de las veces lejos de ser chistosos, son francamente desagradables, tanto, que me hacen enojar en lugar de hacerme reír, con eso lo digo todo.
Y es que a pesar de querer rescatar el ambiente de las carpas; ese acercamiento con el pueblo que tenían los precursores como Palillo o Cantinflas, esa conciencia popular de que hacían gala los talentos clásicos, se ha perdido con el paso del tiempo. La gente va a beber un trago y a olvidarse de las penas... y no me queda claro cuál será el verdadero beneficio del asunto. En tiempos tan monstruosos donde todo el mundo se engorila por cualquier cosa, provocar una carcajada es una tarea titánica, siempre y cuando sea una risa consciente y valiosa, pues de nada sirve una risa tequilera y absurda.

Volviendo a la tele, Eugenio Derbez podría salvarse porque es cómico nato, inteligente y simpático, pero su pareja de escena, Consuelo Duval es definitivamente insoportable. Adal Ramones y sus colaboradores no eran malos, pero obedecían a ciertas líneas políticas y sociales de Televisa, lo cual les hizo ir perdiendo la credibilidad lenta y paulatinamente hasta hacerla desaparecer. Roberto Gómez Bolaños, el dinosaurio del humorismo obsoleto, tenía que exhumar a su Chavo, y recrearlo en modernos dibujos animados, constituyendo otro escupitajo en la cara de quienes buscamos humor fino. ¿Ejemplos? Claro que sí, cómo no: los argentinos Les Luthiers, el cubanoVirulo, el mexicanísimo Germán Dehesa o el propio Mauricio Herrera, que ha engalanado un par de veces la Fábrica de Risas o no sé bién cuál de esos programas que invaden la tele abierta. Lamentablemente para ver a estas personas, tiene que pagarse un cover, donde va incluido el chance de pensar y reír para no llorar.

Víctor Trujillo, Ausencio Cruz, Andrés Bustamante, inclusive Héctor Suárez, son de los buenos comediantes de que podemos presumir en esta tierra, pero el primero se dedicó a otros asuntos en los que no luce tan bien como vestido de Brozo o de La (inolvidable) Beba ; el segundo, seguramente haciendo teatro o cabaret (donde están los meros buenos); el tercero ya se cotiza y sólo se deja ver en eventos deportivos; y el último se ha aburguesado tanto que parece ser otra persona.
Se extraña el BUEN humor en la televisión: el fallecido Miguel Galván era un actor verdadero, con el carisma y la personalidad necesarios para convertirse en un ícono de la comedia en México, pero como bien dicen que de lo bueno, poco, se nos tuvo que adelantar para dejar un digno legado de actuaciones junto a sus compañeros de La Hora Pico, cuyo equipo de actores -entre los que figuran buenos talentos- a veces saca puntadas que pasan la prueba... claro...sólo si ignoramos a las odiosas de Las Nacas , y a unos cuantos chistes bobos que le ponen como relleno.

Por otro lado, está La Casa de la Risa, un show muy tonto y vulgar en donde lo único rescatable se llama Nora Velázquez, quien junto con Jojojorge Falcón son dinamita pura. Lo demás sin entrar en detalles, es pura basura, empezando por el horrendo personaje llamado La Chupitos que es denigrante y grotesco. Su caracterización con la de Chabela no tiene comparación: como sea y con quien sea, la idea de La Chabelita es simplemente explosiva.
Como ahora que estoy enferma, lo único que me hizo reír fue esta graciosa actriz, puedo hablar de que el concepto de la señora devota hasta el paroxismo, la que se ahoga en la culpa por pensar que todo es pecado, la que en el fondo está consciente de la hipocresía que enseña la Iglesia, es de lo mejorcito que he encontrado últimamente en tele.

La mujer es comiquísima, tiene guiones bien marcados, personalidad definida y unos albures muy bien manejados con el excelentemente bien trabajado morbo de los personajes (ya que siempre interactúa con un sacerdote con el que supuestamente va a confesarse). El padre, quien debe ser muestra de rectitud y sabiduría, es un cochambroso de marca que cada vez que se encuentra a la llorona de Chabela, padece la tortura de ver su negra mente evidenciada, y la devota, que supuestamente parece sucia y pecadora, se reivindica en cada sketch como la más inocente de las creyentes.

Y bueno, pues como en mi casa sólo hay una tele, en algunos momentos me veo obligada de paso a conocer la existencia de estos programas, y el momento de La Chabelita es un momento de risa segura. Yo no sé si mis escasos lectores sean tan corrientitos como yo, pero en el personaje de Velázquez, hay una aguda inteligencia que nos hace recordar que ya nada es lo que parece.