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lunes, 31 de mayo de 2010

Ópera Prima, el 'reality show wannabe'

Y bueno, como ya se hizo costumbre, vengo aquí con mi tercera crónica sobre la gala. Y me agrada decir que el programa ya me ha atrapado: si bien, en mi primera crítica hablé con desconfianza sobre un proyecto que es del gobierno, que para colmo de todos mis males, lo relacionan con los festejos del Bicentenario, y que había fuertes rumores de que todo ya estaba arreglado de antemano; y si en mi segunda crítica despotriqué una vez más contra algunas personas y detalles que no me agradaron en lo absoluto, debo decir que mi opinión no ha cambiado del todo. Sin embargo en esta tercera gala parece que hay pocas cosas que puedo criticar.

No hablaré demasiado de los conductores de sangre pesada, pues al parecer Julio Patán defiende un estilo que tal vez pretenda hacerle honor a su apellido: pose de Alberto Peláez, pero no tan profesional, más bien desfachatado y juszgón, mientras Claudia Ramírez insiste en la sonrisa falsa, pero bueno, no me desgasto. Eso no lo van a cambiar, ya me ha quedado muy claro.


Tampoco hablaré mucho de los maestros, pero no me gusta que estén de jueces, ni que haya una opinión de personajes distintos cada vez.
Comprendo que no hayan tenido posibilidad de contratar un jurado fijo, conocedor, por el número de semanas que vaya a durar el programa, o que hayan querido "darle variedad y multiplicidad de opiniones" a los cantantes, porque ni siquiera es así. Comprendo el que pedagógicamente -la óptica desde donde miro el programa- sea de utilidad el no saber quién te criticará, para quién cantarás, sino cómo lo harás, pero en esto de hacer un Reality Show radicalmente diferente de los ya existentes, me surgen serias dudas sobre si realmente lo es.
Parece más un programa de concursos común mezclado con un documental bien realizado, tomando elementos de los realitys como la crítica de un jurado y una expulsión semanal, pero ahora en bola. Todo parece estar hecho para que la emisión dure muy poco. De entrada salieron seis personas, luego cuatro y luego dos. No sé si será por falta de presupuesto, por falta de organización, o por premura de tiempo. No sé si saldrá un solo ganador o más. Con eso de que se subtitula "Las Voces del Bicentenario", seguramente el ganador o los ganadores (en cuyo caso veo a Leticia Vargas y Alan Pingarrón como los más fuertes) vendrán a formar parte del festejo oficial del gobierno federal interpretando en algún proyecto canciones de principios de siglo. No sé nada, sólo especulo.


Ahora vayamos con las observaciones.



  • ¿Ven? Se los dije, agregar ingredientes teatrales a las presentaciones iba a hacer el show mucho más atractivo. Me encantó que, si bien no les pusieron vestuario específico, sí añadieron elementos escenográficos que ayudaron a ambientar lo que la ópera es. Sabemos que esto no es sólo la voz, aunque siempre se relacione el total del concepto con el estilo de canto operístico, pero ahora pudimos ver el histrionismo de los cantantes y un poquitín de su desenvolvimiento escénico.
  • Lo malo es que siguen calificando los mismos rubros y todos se refieren a la voz. Sólo la interpretación cabría un poco como elemento histriónico, pero es muy ambiguo y subjetivo. Habría que calificar también el dominio de la escena, que es importante, pues en este caso tuvieron que interactuar con un compañero, y ahí retorció la puerca el rabo como dice mi abuelita. Yo hubiera explusado a Linda Gutiérrez por su poco profesionalismo. Ese "soy casada" que usó como argumento para su incapacidad de besar a Ángel y hacer una escena apasionada fue de muy mal gusto. En casa dijimos literalmente "¡Pues vete a tu casa a cuidar a tu marido!, ¿qué haces aquí?" Fue el peor dueto de la noche y en cambio sacaron a (buaaa!!) Héctor Niño y Elisa Ávalos, quienes no tuvieron su mejor participación, pero que tenían muy buen potencial. Y ya desde el orden de participación, se veía que eran los menos favoritos de los maestros. Incluso ellos mismos lo dijeron: estaba clarísimo quienes eran "The Top Two y the Bottom Two". ¬¬

  • Por cierto que conforme pasa el tiempo, las despedidas son más emotivas, no tan frías como las del principio, inevitable sentir más feo entre más tiempo te quedes.

  • La clase magistral de Joan Dornemann me pareció maravillosa, sin más detalles, como maravilloso fue que los llevaran a escuchar buen jazz con el maestro Eugenio Toussaint, aunque no me gustó ese intento de improvisación jazzística-operística-ranchera que se aventó Ángel (o Mariano, no recuerdo... perdónenme pero sí se parecen xD) al final de la velada.

  • No me gustó que sólo estuvieran unos minutitos con Diego el Cigala antes de salir al escenario. Como no veo los programas de entre semana -digo, tengo una vida propia ;D- y sólo disfruto las galas, me habría gustado ver un palomazo de cante jondo con los participantes. No sé si hubo más interacción con él, pero lo poco que ví me pareció así: poco. Claro que el regalo de disfrutar su concierto con backstage passport incluido tal vez fue suficiente para ellos, pero como espectadora el programa me quedó a deber.

  • La convivencia entre las parejas fue de diez. A mí me encanta vivir en la fantasía de que todo el mundo se lleva de pelos, aún en la vida real, y esa sensación de que eso pasa en el ambiente de trabajo de Ópera Prima, me deja un muy buen sabor de boca. Alan Pingarrón cada vez me cae mejor, y Leticia Vargas cada vez me cae menos mal: tuve que estar de acuerdo con ella en que la voz de Lola es hermosísima. (Aclaro que no es nada personal contra la cantante, pues sé que esta humilde opinión llega hasta los directamente involucrados, sólo que no me gustó cierta actitud de diva que percibí en ella al principio.)

  • El que el programa sea grabado sigue sin gustarme, aunque les dio la oportunidad de agregar subtítulos a la opinión de Dornemann, por ejemplo. Y los subtítulos en las actuaciones fue una fantástica idea, además de las cortinillas para comerciales, que incluían un glosario de términos, hizo el programa mucho más didáctico... y bueno... yo sé que para quien sabe de ópera, estas cosas pueden parecer hasta chocantes, como chocante es que escojan obras de las más conocidas para darles a cantar a los muchachos, pero si tenemos en cuenta que el programa es un intento de acercamiento hacia las masas, la selección y el manejo de contenidos apenas está en su punto, así que no nos pongamos tan exigentes en ese aspecto. Insisto: el programa es muy didáctico, quiero creer que está dirigido precisamente a quienes no saben mucho del género y por ello las canciones deben ser fácilmente reconocibles o por lo menos de fácil apreciación. Eso ayuda a entrenar el oído de la gente acostumbrada a voces mucho más comerciales, y a entender que no cualquier grito de soprano es muestra de virtuosismo plausible.

En tiempos como este, hace falta dialogar con otras personas, mirar otro tipo de películas, acercarse a otro tipo de lecturas, ver otro tipo de programas de televisión, y aquí es donde Ópera Prima va teniendo más y más puntos a favor, aunque no podamos dejar de lado las cosas desagradables, mismas que espero por el bien de todos, que cada vez sean superadas por las cosas rescatables.


En fin, que las voces que quedan son privilegiadas, aunque sigo pensando que sacar a Linda en lugar de a Héctor era la opción, pero ni modo. De todas maneras, algo seguiremos sabiendo de los expulsados, eso espero, y como dije, este intento de reality show ya me ha atrapado, así que aquí estaré la otra semana para escupir mi opinión realista y apasionada. Hasta la próxima.


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