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jueves, 16 de septiembre de 2010

¿Los libelos de las libélulas?

Si usted piensa que al ir a ver Las Tandas del Centenario se va a encontrar con buen teatro... está usted en lo cierto. Y tal vez sea lo único que necesita saber para comprarse un boleto en primera fila, o en el lugar que usted prefiera, y sentarse a saborear una deliciosa tarde-noche en compañía de sus seres queridos. El entretenimiento está asegurado, y le garantizo que al menos sale usted con una amplia sonrisa, gustoso de haber decidido conocer esta propuesta, de la que, si quiere usted saber más, ya le platico en las siguientes líneas./
Producto de un concienzudo proceso de investigación sobre la Historia del Teatro de Revista ligada a la Historia de México, Pedro Kóminik trae este concepto personal en donde se reencuentra con sus raíces mexicanas y teatreras, reafirmándose en cada línea y en cada nota de las canciones interpretadas./
El oficio del escritor Carlos Pascual -a quien se le pidió ayuda para elaborar el texto y dirigir la escena- queda manifiesto en la riqueza del lenguaje y el cuidado de los albures. El nivel es muy bueno, se nota su experiencia en la elaboración de personajes, situaciones y enredos que en este caso, con un estilo descaradamente brechtiano, nos narra la historia de un grupo de actores, músicos y cantantes que son sometidos a los abusos de Doña Genara, la administradora del teatro que está supeditada a la figura en el poder, de acuerdo a sus intereses monetarios./
La obra transcurre con aparente ligereza, así que no espere usted encontrar una crítica social directa como en tiempos de Palillo, ni una producción de 40 tiples, pues corre el peligro de salir decepcionado; más bien le invito a buscar la reflexión desde el centro mismo de la vida de los personajes y en el profundo contenido de los textos. Comparto aquí mi muy personal visión:/
Mariano Ocampo -Pedro Kóminik-: Galán fiel, secreto militante de la ideología liberal, el personaje de este dandy tiene un obscuro perfil que se oculta como la cara perdida de la pérfida Luna: es un traidor, una falsa víctima de los tiempos y circunstancias. Tras la brillante apariencia de un empresario exitoso, se esconde un ser pusilánime y convenenciero cuyo gestus de acariciar constantemente un real de oro, nos revela a un hombre frívolo con sueños de ser revolucionario. Podemos en momentos odiarlo, ver asomarse a la maldad detrás de su rostro ambicioso y sin escrúpulos, pero quizás gracias a que el personaje fue estrictamente creado para este actor, nunca alcanzamos a detestarlo, nunca llega a ser tan insoportablemente indignante. El carisma de Kóminik rebasa todo intento de apasionamiento con el personaje en cuestión. Tal vez hizo falta hacer más énfasis en la debilidad de carácter de Mariano Ocampo, pero esto hubiera llevado a la utilización de otro género, y me queda claro que no se quería dejar un mensaje trágico al espectador. Sin embargo el uso de la tragicomedia para temas como este y en estos momentos es cruel y desgarrador: un final abierto es posiblemente la causa de las críticas que ha recibido la puesta, y en las que abundaré un poco más adelante./
Quien conoce el talento de este gran artista, no se sorprenderá al verlo bailar, escucharlo cantar y hacer varios personajes como dueño del teatro en donde se desarrolla la ficción. Y antes de que diga usted que el señor se luce, me adelanto a defenderle sin reservas, pues en los teatros de revista de principios de siglo era inexcusable entrarle a todo en los números presentados, y sin embargo, sólo tiene uno para él solo, por lo que no verá un concierto de sus habilidades, sino que encontrará variedad, no le quepa la menor duda.


Doña Genara Padilla -Pilar Boliver-: Hay que reconocerlo, la señora es graciosa por naturaleza, pero...sin demeritar la preparación actoral y los años de carrera que le anteceden, la también conductora de Farándula 40 está sobreactuada la mayor parte del tiempo. Instalada en la encarnación de Jim Carrey o de Dario T. Pie, no me gustó demasiado. Es cierto que de todos los personajes es la que más arranca sonrisas, pues entre su figura, los gestos y la voz, alcanza momentos de verdadera hilaridad con el público, pero sí, el humor que trabaja es muy cliché, y en las maneras a veces no se sabe si está uno viendo a La Roña o a La Manigüis. De acuerdo con sus tablas y talento, dudo que no pudiera sacarle una personalidad distinta a la ambiciosa administradora. Me parece que confió demasiado en su personalidad, en la naturalidad con que puede burlarse de las cosas y las personas, lo que afortunadamente para ella, le hace tener un buen click con la gente, que finalmente le regala una muy buena ovación. Aunque no tiene número musical, pues su personaje sólo administra los dineros, es muy gracioso verla queriendo robarse la escena en varios momentos. Seguramente le gustará.

Carlos Truchuela -Eugenio Bartilotti-: Si alguien se disputa el ángel con el protagonista, este actor es quien lo hace. Y no hablo del Ángel de la Independencia que sirve de fondo para un número musical, sino del halo de honestidad, talento y buena vibra que rodean al mencionado actor. Eugenio no sólo es bueno en los números musicales y en las diversas caracterizaciones, sino en su recreación de un Truchuela siempre taciturno, agobiado, sin esperanzas. Aun si esto fuera poco, el actor que parece estar en un gran momento de su carrera luce excelente en la comedia, muy versátil entre los números de "Jodoncio y Afrodisia" y "Los Pelados", este último, maravilloso. Por mucho uno de mis favoritos.

Y aquí es donde me gustaría hacer una acotación: no parece casual que el personaje que interpreta Bartilotti: dramaturgo y actor soñador, quien termina vendiéndole el alma al Diablo, se llame precisamente Carlos. ¿Una auto referencia, señor Pascual? El detalle me pareció un guiño triste, certero, aunque un poco superficial. El escritor constantemente cuestionado por su clase social o preferencia sexual, siempre hambriento de reconocimiento y fortuna, es capaz de hacer cualquier cosa en pos de obtener dichos beneficios. Pareciera un intento de Pascual por hacerse trizas, y con él a muchos grandes talentos de carne y hueso, encima de cuyas cabezas pesa la sombra de Televisa, esa empresa gigantesca que durante mucho tiempo abanderó los intereses del gobierno y que ahora lucha por deslavar esa imagen con muy contados aciertos. De ahí que me parece -al menos- un buen truco, escribir el papel para actores carismáticos en estos dos personajes: uno se llega a olvidar de que se traicionan a sí mismos y de que se disculpan todo el tiempo, incluso citando al mismísimo Brecht./
Las Tiples -Dalia Rodríguez, Olinca Velázquez, Verónica Alvarado-: Variadita la situación. Quien hace el papel de Carlota es una soprano que no entiendo si desafina a propósito, o es que las funciones han sido tan intensas, que le tienen horrible la voz a la pobre dama, aunque es sabido que quien alcanza notas muy altas cautiva al público casi por defecto, así que no le va mal en el aplauso. Quien hace el papel de Lupita al parecer es muy joven pero tiene todo para ser una excelente actriz, ya que a diferencia de las demás, transmite una energía muy positiva, de mucha franqueza y profesionalismo. Y quien aparece en el papel de Romualda, sobrina de Doña Genara, es la que menos brilla de todas, amén del encomiable esfuerzo que representa la preparación de los números en que aparece. Pero a fin de cuentas, en esa época, estrellas de revista como María Conesa sustituían su falta de técnica vocal con otros dones, como la chispa de una apabullante personalidad, y en este caso por lo pronto, el reparto está muy bien balanceado, no encontramos miscast alguno: la aspirante a dama de alcurnia, la que se siente diva y la representante de la mujer del pueblo están... que ni mandadas a hacer, producto del buen ojo de quienes tuvieron la responsabilidad de elegir al elenco. En las tiples se encuentra un equilibrio de caracteres que le va muy bien al concepto.

Los músicos son encantadores, su talento indiscutible y su arte, parte imprescindible del montaje; las canciones son fantásticas, me parece que originales de la época en la mayoría de los casos, por lo que ayudan a generar el ambiente melancólico por un México perdido; las coreografías son divertidas y el discurso...el discurso es demoledor: "El mundo está cambiando y por lo mismo, nosotros no debemos cambiar." "Los cómicos nunca hemos cambiado al mundo." (Ouch!)

Por diálogos como estos el trabajo ha recibido algunas críticas, como el haber desperdiciado "una oportunidad inmejorable de dar vino nuevo en odres viejos"(1) o se le calificó de "apenas una débil nota amable muy al margen de lo que interesa vitalmente."(2) Y sin afán de convertir esto en una apología de la obra, al parecer los periodistas citados se acercaron con demasiadas expectativas políticas dadas sus propias referencias históricas del género, mismas que no dudan en mencionar como argumento para respaldar sus opiniones.

Aquí les concedo un poco de razón, ya que el espectador nacional está ávido de propuestas comprometidas, sobre todo en tiempos de violencia y desencanto, pero no es justo politizar una obra que tiene tanto tiempo de producción, investigación y alma de los implicados, aduciendo una "moda derechista", es decir, una "invitación al inmovilismo ante cualquier cambio." Creo que no puede reducirse a eso: al menos a simple vista, este concepto no pretendía ser un panfleto político, por eso nunca lo prometió así la propaganda. Tampoco es una denuncia tan cruda como el más reciente filme de Luis Estrada, ni mucho menos un homenaje a los héroes de la patria como la última serie histórica de Televisa (en donde, dicho sea de paso, Kóminik y Pascual tuvieron una importante aportación teórica y artística).

Las Tandas del Centenario es una propuesta estética, un punto de vista personal, enrarecido quizá en cierta medida por el logotipo de los festejos oficiales, la beca del FONCA -dinero sin el que, seguramente los vestuarios y la escenografía no estarían tan lucidores-y el ansia de que alguien nos diga las cosas a quemarropa. Por lo tanto la obra no es un "mal melodrama" como lo califica la periodista en su artículo, es una "gran tragicomedia", tan grande que devela sin miramientos el motor de quienes se dicen artistas en la sociedad mexicana, y no sólo eso, sino que deja muy claro que los nuestros, como los de hace un siglo, son tiempos de una cruenta lucha por la supervivencia, únicamente justificable por el miedo en el que nos hallamos inmersos todos.

Cierto que una comedia en donde quedaran ridiculizadas las debilidades de Mariano o de Doña Genara podría haber sido más fuerte, más golpeadora, y la motivación a la reflexión tal vez sería más efectiva, se vislumbraría una postura más clara. Aquí sí coincido con Olga Harmony: "extraña en un escritor ganador del Premio Bicentenario de Novela Histórica." y además, con tanto callo dentro de este género.
También estoy de acuerdo con Bruno Bert en que al tratar de revivir la época del teatro de revista -casi abuelo de nuestro actual cabaret-"ni podemos reproducir lo de antaño ni tiene demasiada importancia hacerlo"...

...¡pero a este artista se le pegó la gana, ¿y qué?! Vive la liberté d'expression!! No está apelando a la movilización armada, es más, en la mayoría de los asistentes puede que apenas provoque la movilización intelectual, pero la movilización emocional está a flor de piel, es inevitable, pues nos pega en la nostalgia, y lo que es más laudable: los mexicanos actuales -y sobre todo las generaciones jóvenes- ¡alcanzamos a extrañar un país que ni siquiera conocimos en carne propia!, ¡añoramos unos tiempos en que los espectáculos populares eran aaaaaaaabsolutamente otra cosa! y eso en tan solo dos horas que se viven como una montaña rusa de sentimientos. La adrenalina es tal, que es casi seguro que le quedarán ganas de volver... pero de volver para verla una segunda vez, o si se puede, una tercera, ¿y sabe por qué? porque Las Tandas del Centenario no se parece a nada de lo que hay actualmente en oferta teatral respecto al tema.

Ya usted verá lo que quiera ver y se identificará con el personaje que usted quiera, que yo al menos, me encontré reflejada en Lupita: mujer mexicana, trabajadora, digna y sobre todo tontamente enamorada, muy -pero muy- a pesar suyo.

La temporada termina este domingo 26 de septiembre en el Julio Castillo, así que aún tiene una semana para disfrutar esta puesta que, lo que es a mí, me dejó satisfecha, inspirada, reflexiva...


♪♫"Y algo más también, difícil de decir...y algo más también, que no he de repetir..."♪ ♫ ;)


*

viernes, 10 de septiembre de 2010

La Historia de México en manos de sus creativos

Sí, ya sé que he confesado en distintas ocasiones que esto del Bicentenario ya me tiene hasta el gorro, pero si hay algo de lo que me puedo alegrar, es de la producción artística que se ha desatado alrededor del evento del año. He aquí sólo una raquítica muestra de lo que el talento mexicano (y uno que otro extranjero apasionado en el tema) ha hecho para conmemorar dos siglos de un país rico en historias.
CINE

Revolución



Héroes Verdaderos



El Infierno



El Atentado



Hidalgo: La Historia Jamás Contada


Suertes, humores y pequeñas historias de la independencia


Batallón 52: historias que animan la Historia


Repensar la Historia


13 formas de amar a México



Mujeres Patria

TEATRO Y CABARET
(Sólo en la Ciudad de México)



La Güera Rodríguez



Las Tandas del Centenario



Festival de Cabaret 2010 "Pitorreándonos del Centenario"



Revo-Ilusión
Prohibido usar calzones de manta
Ensalada de heroínas: ni cómo ayudarlas
Rancheras Revolution...
...y una amplia propuesta escénica formal e informal sobre el asunto...

TELEVISIÓN


Discutamos México



Gritos de Muerte y Libertad


Los Minondo


LITERATURA
La Resurrección Maya (Steve Alten)
La Malinche (Laura Esquivel)
La novela fundamental sobre la intervención francesa en México (Francisco del Paso)
Ojos Azules (Arturo Pérez-Reverte)
Contra la historia oficial (José Antonio Crespo)
Pobre patria mía: La novela de Porfirio Díaz (Pedro Ángel Palou)
A la sombra del Ángel (Kathryn S. Blair)
Historias desconocidas de la Independencia y la Revolución (Trino)
La Constitución ilustrada por Trino (Christian Cymet)
La derrota de Dios (José Luis Trueba Lara)
2010: ni Independencia ni Revolución (Eduardo del Río, 'Rius')
Pendejadas célebres en la Historia de México (Antonio Garci)
Leona (Celia del Palacio Montiel)
La Insurgenta (Carlos Pascual)


Y más de un centenar de títulos...
Hay gran variedad y para todos los gustos. Y a usted, ¿qué se le antoja VER?
*

martes, 18 de mayo de 2010

Un Reality Show, ¿Cultural?

Bueno, creo yo que sobra el adjetivo, cuando a fin de cuentas Ópera Prima, de Canal 22 es lo mismo: un programa de realidad manipulada en el que varios concursantes acuden con el sueño de aprender y convertirse en alguien famoso. Un programa donde serán entrenados, exhibidos y juzgados como en todos los proyectos de este tipo. Eso es un reality show, no es otra cosa.


Forma parte de nuestra cultura ya, ¿no es cierto? Entonces, ¿qué caso tiene hacer énfasis en "cultural"? Claro, como es un programa que se jacta de traer cantantes "de verdad", en comparación de las largamente padecidas "Academias" de TV Azteca y sus variantes, y como el bel canto se relaciona siempre con este nivel de cultura inalcanzable, elitista, sólo accesible para unos cuantos letrados, era lógico que la publicidad utilizara este plus en el título del programa.


Pero bueno, analicemos. ¿Usted lo vio? Si no es así, déjeme decirle que se perdió de algo por demás interesante. Una producción en donde comparten créditos ni más ni menos que la Secretaría de Educación Pública, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y el Instituto Nacional de Bellas Artes, ahí nomás.


Yo no tuve oportunidad de apreciar el primer capítulo, en donde me refieren que hubo una muestra de los aspirantes (hasta donde sé, sólo se recibieron poco más de setecientas video-audiciones), y en donde se argumentó someramente por qué no eran aceptados, o se hizo un intento de transparencia en el proceso de selección. Al menos eso parecía ser. Si, por el contrario, es como comentan, una vil tomadura de pelo, lamento entonces que una vez más se engañe al público a través de la tele, no deberíamos acostumbrarnos, aunque lo malo es que no siempre nos damos cuenta.


Pero vayamos a la parte sustancial de todo: las voces, que... ... ¡bueno!, ¡es que de verdad no puedo dejar de distraerme nuevamente y mencionar otro detallito en las palabras!: "Las Voces del Bicentenario". ¡Háganme el favor! Pero ya, ya... ya sabemos que es televisión pública, del gobierno, y si para incluir al proyecto en el presupuesto anual había que amarrarlo con los magnos festejos que se preparan para este año, ándenle pues, les perdonamos que se llame así, pero es excesivo. Quedémonos con las voces, las personas que están detrás de esas voces.


Veintidós concursantes fueron seleccionados de entre todo el material recibido. El número es obvio, significativo y tal vez hasta cabalístico: el número del canal donde se transmite. Una semana estuvieron los cantantes preparándose para la primera gala, que de gala no tuvo mucho, puesto que el arreglo personal de los participantes dejaba mucho que desear. Sin embargo ese es un detalle que podemos dejar pasar si nos concentramos en que lo verdaderamente importante era apreciar las voces educadas, la interpretación, la gestualidad y -para quien sabe más de esto- la musicalidad de cada uno y el uso adecuado de la técnica vocal.


Del total de participantes, seis fueron expulsados esa misma noche, y he aquí que puedo apreciar algunas actitudes sospechosas que procedo a ennumerar a continuación:


*La gran mayoría fueron mujeres, lo cual no es de extrañar, pues somos mayoría poblacional, y sobre todo mayoría en las artes y la educación (la comunidad pedagógica conoce muy bien de estos asuntos); pero el punto es que de los hombres, quedaron siete de siete, a menos que me falle la memoria. Sí, todos tenían buenas voces, pero se me hizo una estrategia para equilibrar el grupo en cuanto a género.

*La inmensa mayoría de las chicas, son sopranos. ¡Con lo bella que suena una voz de mezzo -yo soy mezzo, es mi favorita -! Y me eliminaron a una de ellas, Andrea Trueba que para su edad, y en mi humilde opinión, lo hacía muy bien. Pero bueno, habla mi subjetividad, irremediablemente.

*Dos de los concursantes tienen una discapacidad: Betsabé Brito, una joven con problemas de desarrollo en los brazos y Alan Pingarrón, un invidente que a todos estremece porque claro, su ceguera le ha hecho desarrollar un maravilloso oído y una intensidad en el uso del diafragma que hace vibrar a cualquiera. En el canal de YouTube del programa, ya hay quien lo nombra el Pavarotti Mexicano. Joven el muchacho, selección de aria adecuada, quiero ver qué ofrece más adelante, ya que la otra chica quedó fuera. Bravo: el programa no está movido por la lástima...hasta el momento, pues Brenda García tiene rasgos indígenas. Se quedó. Canta bien.

*Tampoco me gustó que quedara una mujer -cuyo nombre no recuerdo- que cantó "Por tí volaré", a mi juicio, de manera espantosa. No sé si es porque le están dando el beneficio de la duda o qué, pero en primer lugar, mientras todos escogieron arias de obras consagradas, ella escogió una canción popular ¡y todavía lo hizo mal! Me pareció injusto que se quedara, ni siquiera escogió la versión en inglés, digo, para que se viera el esfuerzo de cantar en otro idioma como casi todos los hicieron -Gabriel Niño (¡¡niiño!! ;P) cantó en español, pero fue un aria-. No sé si es otra estrategia para equilibrar música culta con música popular, pero bueno... ya veremos.

*No me hagan mucho caso, pero creo que una tal Leticia Vargas puede ser la consentida de los jueces, no lo sé bien. Tal vez sea mi mala leche, pero así soy yo, y parece haber entrado con palancas. Créanme la mitad.


Y bueno, la conducción de Claudia Ramírez no es lo más acertado. ¡Es falsísima! Esa sonrisa se la compraban los jóvenes calenturientos en los noventas, pero ahora, que espero seamos un público más colmilludo, no se la cree ni ella misma.


Me gustó, finalmente, que les ofrecieran una cena a todos, invitando a Genaro Sulvarán, barítono, y a Natalia Lafourcade para compartir su música y sus experiencias. Si quieren conciliar lo pop con lo culto, está padrísimo que se haga de esa manera, porque además, la niña Lafourcade canta precioso el bossa nova, y es tan talentosa como todos los que están ahí, sólo que en otro género. Creo que eso fue de lo mejor.


También me gustan las cortinillas y el arte en general en la edición del programa, todo elegante, nostálgico y moderno a la vez. El sonido anduvo fallando y lo mejor es que las galas sean en vivo, no grabadas, tache a eso. Me gustó la sorpresa de cumpleaños que le prepararon a Pamela Rosales, ya que momentos como ese son los que le dan el saborcito a reality show que tanto gusta. Irónicamente la expulsaron del concurso en la primera gala...¬¬


¿Qué espero de él? Buenos shows, variación en la música (no creo que canten la misma pieza siempre), e incluso más variado en el vestuario: atractivo visualmente en cuanto al arreglo de todos, digo, puede verse bien alguien con un atuendo minimalista, si quieren todos del mismo color, pero no todos de chile, dulce y manteca como en la última gala. También espero información interesante y bien manejada sobre el mundo de la ópera, respeto a los concursantes y sobre todo, respeto a la inteligencia del público.


En fin, que el programa es entretenido, desata polémica, lo cual es la sal y la pimienta de todo concurso de realidad virtual, y por lo menos es lo mejorcito que hay a esa hora el domingo por televisión abierta. Ustedes, ¿qué opinan? Coméntenme!!


NOTA: Mi agradecimiento a Javier Ghiaurov por la oportunidad del debate

jueves, 7 de enero de 2010

Calderón, Arce y otras bellezas

Últimamente me la he pasado haciendo trabajo de escritorio en casa, mismo que me permite estar al tanto de la red y de las cosas que empiezan a tener eco en las redes sociales, y como desde hace tiempo he estado queriendo hablar de ello, creo que ha llegado el momento.

El día de ayer nuestro presidente envió un mensaje a la nación con motivo del año nuevo, y claro, como era de esperarse, el mismo debería estar cargado de esperanza y optimismo para que la gente que le cree todo a la tele, y que lamentablemente es una buena parte de la población, se estuviera tranquila y siguiera pensando que si el efe lo dice, por algo habrá de ser.


Escuchar a Felipe Calderón con su acento mezcla de político tradicional y sacerdote de pueblo, no sólo fue un insulto para mis oídos, sino que un descarado escupitajo en el rostro: me remonté a la primaria, con los ojos bien blanquitos y el alma buena, pequeñita, con mochila en la espalda y vestida de blanco el lunes para la ceremonia, escuchando a la nefasta de mi directora hablando hipócritamente de los héroes que nos dieron patria, creyéndomela todita y soñando con algún día alcanzar la altura moral de alguno de ellos.

Sin embargo ya no soy esa niña: tengo los ojos amarillentos por la sobreexposición al estudio y al sufrimiento, el alma buena desgarrada y en reconstrucción permanente, mujer adulta, con mi propia historia en la espalda y vestida de negro porque así me gusta. Ahora escucho hablar del hiper-mentado Bicentenario, esa celebración contra la cual tengo una afrenta personal, esa celebración que le roba tiempo y recursos a lo verdaderamente importante, esa celebración de la cual no quiero formar parte y de la cual no me puedo salvar del todo.


Sé que me he propuesto este año nuevo defender lo que quiero hacer de mi vida contra viento y marea, y que si el año pasado parecía quijotesco tener pensamientos positivos ante tanta adversidad, en este año la aventura es poco más que kamikaze, pues la situación del país está en pleno retroceso, el futuro se vislumbra en medio de paraísos fiscales y de especulación de la bolsa, más pobreza, más violencia, más planes sin escrúpulos para cuidar que la riqueza siga quedando en manos de los mismos de siempre, mientras que el resto somos meros espectadores de un montaje macabro.


¿De algo habrá servido el "Maratón Guadalupe Reyes"? Si usted lo acostumbra y se avienta la borrachera y el despilfarro desde el 12 de Diciembre hasta el 6 de enero, ¿ya está listo para enfrentar una cruda...? ¿Una muy cruda, crudísima realidad? Puede que no, por eso hay que irse de mezclilla al trabajo todos los viernes, y no dejar la sanísima costumbre del "viernes social" con los amigos de parranda, la chela del fin de semana o el pisto del mediodía, ¿o no?


El Zeitgeist* de nuestro tiempo está repleto de frivolidad, acelere y evasión. Cuenta de ello la dan los dos ritmos de moda entre las clases sociales más populares: el reggaetón y el duranguense: si todo ritmo de baile tiene que ver con las pulsiones del cuerpo, y concretamente con la pulsión sexual, este par resume la furia y la prisa con que los individuos quieren acercarse sexualmente entre ellos: ¡tacatatán!, movimiento frenético, sudor, exhibicionismo, ausencia de vínculo emocional, hedonismo puro. Y si entramos al detalle de las letras, habría motivo de discusión de otro post completo, el cual de antemano prometo.


Tampoco quiero decir que los tiempos del danzón eran mejores, pues la insatisfacción sexual de los individuos no tiene que ver con qué tan recatados y prudentes o aventados y locos sean los bailes de la época, sino con esa ausencia de vínculo afectivo que cada vez existe menos entre la gente no sólo para irse a la cama, sino para todo tipo de relación humana: de amistad, de trabajo, incluso de sangre.


El caso es que estamos culturalmente enfermos, contaminados, nos ha atacado un extraño virus más difícil de estudiar que el mismísimo AH1N1 que tanto dio de qué hablar en tiempos recientes. Son unos pocos los que valoran más el dinero que la vida, por eso es que los secuestros en todas sus modalidades son el negocio de moda. Nuestras calles ya claman por ver sangre en la portada de un periódico y tetas en la foto de al lado.


¿Quién nos llevó a agotar como chacales los diarios de nota roja y las revistas pornográficas de la más baja calidad? ¿Es que el pueblo pidió todo esto siempre y generosamente nos fue otorgado, o es que en realidad fue estratégicamente creada esa necesidad de sangre y semen mezclados en un mismo coctel? Somos todo lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos y lo que creemos, somos lo que consumimos y lo que nos acostumbramos a demandar así no sepamos qué consecuencias trae eso. De ahí que el caso Esteban Arce sea un ejemplo importante en estos momentos:


El tipo en cuestión es un señor de esos que se quieren sentir jóvenes buena onda toda su vida, pero que en el fondo están más frustrados y amargados que nada. Yo lo escuchaba en mi época de secundaria en WFM, cuando junto a Jorge, El Burro Van Rankin conducía un irreverente programa. Después saltaron a Tele Hit con su programa El Calabozo, que era divertido por lo novedosa que de alguna forma resultaba su irreverencia... bueno, yo tenía poca edad y menos actitud crítica entonces, por eso me divertía. Ahora es titular de un programa que es mezcla de noticiario y revista, El Matutino Express, en donde poco a poco ha ido cobrando una fuerza de audiencia impresionante.


El asunto es que recientemente se habla de un programa que salió en diciembre del año pasado, en donde se la pasó cuestionando si la homosexualidad era "normal", súper metido en la necia de que no lo era, de que es una perversión, así, igual de cerrado que Serrano Limón en sus mejores tiempos. Por supuesto que entre la comunidad LGBT tuvo un impacto tremendo, y también entre aquellos que no pertenecemos a ella, pero que igual defendemos el derecho a tener la preferencia sexual que a uno le plazca.


Luego, por si fuera poco, en otra emisión se atrevió a hablar mal de José Saramago -por mucho, uno de mis escritores favoritos, con una visión y un talento que ya quisieran tener muchos-. El tal Esteban no lo bajó de "comunista recalcitrante", demeritando su obra y los premios recibidos como si él tuviera toda la verdad en la boca, y atacando desde su tribuna a "la izquierda de todo el mundo" como lo peor que le pudo pasar a la humanidad, diciéndonos hasta "lo que hay que leer"...


¡¡¡Bueno, pero es que entre éste y Calderón nos quieren ver como una bola de niños vestidos de blanco en ceremonia de lunes!!! ¡¡¡Gargantúa y Pantagruel, para todos ustedes!!!


Luego, en una crítica un tanto...mmm...apasionada a mi parecer, el estudioso de la televisión Álvaro Cueva, "defiende a Esteban Arce por ser homofóbico", diciendo que es un escándalo planeado, que todos nosotros somos unos exagerados por criticarlo a él y no al Cardenal Norberto, quien desde su posición política-religiosa, ha atacado sin miramientos la nueva ley que permite el matrimonio gay en México. Cueva dice que no hay que ser, que Arce es "es una criatura vulnerable con otro tipo de antecedentes, es alguien ideal para esta clase de escándalos". Puede ser, yo respeto la opinión del señor Álvaro, pero si es muy difícil tirarles a las escopetas, lo es mucho más tirarle a un tanque de guerra.


Empezar a denunciar por medio de la red, que empieza a ser el único recurso en el que se puede ser crítico y libre en muchos aspectos, es una oportunidad que debemos aprovechar para que cualquiera que piense que puede insultar a quien se le dé la gana sólo porque tiene el poder de un medio masivo, se lo piense dos veces, así que si esta vez le tocó a Esteban Arce, pues que asuma las consecuencias de no cuidar su grandísima bocota, y cual Reina de Corazones de Carroll, ¡que le corten la cabeza!... al menos del programa.

-¡¡Qué hermoso país seríamos si cada quien se hiciera responsable de lo que dice y de lo que puede provocar en los otros!! Habría muchos menos corazones rotos, me queda claro...o al menos sanaríamos mucho más pronto...-

Y bueno, que no se trata de darle fama al baboso este, ni de un escandalito de esos que se olvidan con el tiempo, no. En la televisión están sucediendo cosas muy graves, y si nadie abre los ojos y dice: "aquí ya se pasaron de la raya", vamos a seguir teniendo la basura de programas que vemos todos los días.


Y perdóneme, señor Cueva, pero en su programa del 28 de noviembre usted mismo denunció a los programas que hacen burla de las minorías, yo le aplaudí su valor y en unos minutos supe que había sido víctima de la delincuencia. Esa cadena de sucesos me aterró de entrada, soñé feo, ya para qué le cuento... pero me hizo pensar mucho en qué tan valientes debemos ser, qué tan unidos debemos estar tanto "los más respetados comunicadores de nuestra nación", como los que nada más tenemos un bloguito ahí...


Hay que decir las cosas, ya sea que quienes opinamos diferente a la mayoría tengamos un "tercer ojo" o no, que quienes estemos a favor de la libertad de expresión siempre y cuando se haga con argumentos inteligentes, seamos amargados o no: hay que decirlo.


El supuesto humor que se maneja en este programa y en tantos otros de las dos grandes televisoras del país, es el que nos pone una verdadera cortina de humo para que sigamos riéndonos de nuestros propios problemas, de nuestras propias carencias, pensando que todo está bien como está, que lo que está mal no está en nuestras manos, y que la risa es la única forma de sobrevivir ante el holocausto al que nos están orillando nuestros gobernantes.

Yo no digo que haya que perder el sentido del humor, pero insisto una vez más: ¿dónde vemos eso que nos hace reír? ¿de dónde viene eso que se ve tan bonito? ¿qué pretención hay detrás de tanto trabajo y gasto de producción?

Entre programas como El Matutino Express, TV de Noche y otros tantos, aunados a la magna celebración del dichoso Bicentenario, estamos hasta el fondo del hoyo, pero no conformes, aún le escarbamos más.




*Clima intelectual y cultural de una era