
Vengo después de un par de meses en los que no escribí nada.
No es por ausencia de temas que me interesaran, pero sea cual fuere el motivo por el que abandoné tanto tiempo este espacio, el caso es que ya estoy de vuelta. ¿Y cuál es el tema que me trae de regreso? Pues el cabaré.
Sí, sí, ya sé que yo he dicho que me daré un descanso en lo que a la elaboración de espectáculos se refiere, que al parecer tiré la toalla por dedicarme a estar pendiente de la educación inicial de una bachiller inocente, pero aunque todo esto sólo sea una parte del enramado de mi existencia, en el fondo tengo la inquietud de contestar seriamente a esta pregunta: ¿Qué es el cabaret?
En una reunión de amigas me la plantearon y me pareció tan importante como otro par de cuestionamientos que me acompañan todos los días: ¿Qué es la pedagogía? y ¿Quién soy yo? Porque las tres preguntas me conforman en un todo, se contestan por momentos, son cambiantes, aunque una esencia permanezca en la espina dorsal de todas. De vez en cuando debo replantearlas para saber dónde diablos estoy parada, para dónde voy, y de dónde carajos vengo.
Cuando se habla de mi carrera todo el mundo parece saberlo todo, es más, no tiene caso estudiar Pedagogía porque al parecer la educación es cuestión de sentido común, cualquiera puede educar a un niño, en cualquier libro o revista para padres se encuentran las respuestas, la didáctica de la letra con sangre entra es infalible, y en el mejor de los casos, educar con amor es lo de hoy.
Y si hablamos de la vertiente psicológica de la disciplina, todo el mundo habla del ser humano y sus procesos mentales como si sólo hubiera dos grandes grupos: los listos y los tontos, los locos y los cuerdos. No se puede discutir, no se puede defender a ultranza, que en algo ha de valer la pena estudiar un mínimo de cuatro años, leer chorrocientas lecturas, hacer prácticas profesionales y especializarse en los procesos evolutivos de las personas, porque al parecer todo lo tocante a los vericuetos de la mente humana "cualquiera puede intuirlo". Plop!!
Algo parecido pasa con el Cabaret en México. Cualquiera parece poder hacerlo, basta con tener carrera de actor, habilidades para el canto y el baile, saber escribir, conocer los géneros teatrales y leer periódicos, burlarse del gobierno, defender la causa gay, ser chistocito, etcétera... pero tampoco es tanto así.
En los últimos años se ha puesto de moda el género, todo el mundo cree que lo hace, o al menos lo intenta.
Algunos piensan que hacer cabaret se limita a tocar música con determinados instrumentos de viento, entre los que destacan el acordeón, el saxo o las trompetas. Que teniendo un ambiente bluesero o jazzista ya se tiene ganada la mitad del numerito, usando plumas en el sombrero o en el ropaje, medias de red, maquillaje de draga y corsé rojo y negro.
Se limita el cabaret a una pasarela, a la oportunidad de verse distintos y distintas, y de parecer muy liberales cuando lo que en verdad cuesta es liberar la mente. Para encuerarse, cualquiera; y más si se tiene un cuerpo bonito que lucir en escena: es un espacio liberador y el destape puede ser el primer paso en muchas ocasiones, ya que es lo más inmediato, lo más obvio, el sexo siempre vende. Pero, ¿qué tan verdadero es el discurso que sostiene el encuere, la coquetería? ¿se quiere decir con ello algo más que "mírenme qué sexy soy"?
Los espectáculos cabareteros surgen del dolor, del vacío, de la ausencia de algo. Parafraseando a Freud en una de mis frases favoritas que siempre repito a mis alumnos: "La falta inaugura el deseo...y el deseo nunca se satisface"
Mientras el artista no asuma la fuerza que debe impulsar su acción, mientras se acobarde y sólo haga mofa de los otros sin voltearse a ver para adentro, su cabaret seguirá siendo chatarra. Es mi humilde opinión. No sé si parto ya de un concepto muy personal de lo que para mí significa este modo de expresión, pero si no duele de fondo, la risa no es sincera.
En algún post anterior hablé ya del problema que tengo con la risa. Una amiga mía me decía que cuando alguien me conoce puedo parecer pasiva, demasiado preocupada por la vida, inclusive ensimismada --o "enmimismada" para ser correctos ;P--, que no me río de las cosas simples y que no socializo mucho. Y concediéndole razón en casi todo, difiero en ser pasiva, soy más bien observadora, y en efecto puedo reírme de las cosas más simplonas de esta vida, sólo que no cualquier PERSONA me causa risa.
Me sorprende cuando conozco a alguien y convivo perfectamente desde el primer día, son raros, pero los hay. Cuando la risa en el otro es genuina, desde dentro, me río, cuando advierto cierta burla insana, ni siquiera una sonrisa. Por eso me pregunto, ¿el cabaret es para hacer reír?
Una de las amigas presentes en la citada reunión me preguntaba: ¿qué debo ver para tener referencias de cabareteros reales? Lo primero que se me vino a la mente fue hablarle de Tin Tán, un personaje popular, clásico, gracioso y muy natural. Un talento como pocos, un carisma excepcional. Sin embargo me quedé corta al tratar de buscar gente que pudiera servirle a mi amiga como referente infalible.
Si hoy tuviera que contestar esa pregunta, yo diría: observa a quien tú quieras, aquéllo que te toque en lo más profundo, los artistas que provoquen algo en ti, ya sea que te arranquen una lágrima, un suspiro o una carcajada. Lo que te hace vibrar a tí dice mucho de lo que tú eres, así pues, estúdiate a ti y a lo que quieras decir, lo que realmente te indigne y quieras denunciarlo, lo que realmente te esté molestando de tu persona como piedra en el zapato y desees exorcizarlo. Cualquier cosa que venga de ti, de tu más íntima intimidá.
Ya en un post posterior (valga la cacofonía) compartiré algunas cosas que para mí han sido enseñanza, y tal vez me atreva a explicar por qué. De momento hasta aquí llegan mis debrayes sobre esta, MI crisis cabaretera. Por eso me callo un momento. No pienso crear por crear, y además, hay que atender prioridades. ¿Qué sería de cualquier vida sin ellas?
No es por ausencia de temas que me interesaran, pero sea cual fuere el motivo por el que abandoné tanto tiempo este espacio, el caso es que ya estoy de vuelta. ¿Y cuál es el tema que me trae de regreso? Pues el cabaré.
Sí, sí, ya sé que yo he dicho que me daré un descanso en lo que a la elaboración de espectáculos se refiere, que al parecer tiré la toalla por dedicarme a estar pendiente de la educación inicial de una bachiller inocente, pero aunque todo esto sólo sea una parte del enramado de mi existencia, en el fondo tengo la inquietud de contestar seriamente a esta pregunta: ¿Qué es el cabaret?
En una reunión de amigas me la plantearon y me pareció tan importante como otro par de cuestionamientos que me acompañan todos los días: ¿Qué es la pedagogía? y ¿Quién soy yo? Porque las tres preguntas me conforman en un todo, se contestan por momentos, son cambiantes, aunque una esencia permanezca en la espina dorsal de todas. De vez en cuando debo replantearlas para saber dónde diablos estoy parada, para dónde voy, y de dónde carajos vengo.
Cuando se habla de mi carrera todo el mundo parece saberlo todo, es más, no tiene caso estudiar Pedagogía porque al parecer la educación es cuestión de sentido común, cualquiera puede educar a un niño, en cualquier libro o revista para padres se encuentran las respuestas, la didáctica de la letra con sangre entra es infalible, y en el mejor de los casos, educar con amor es lo de hoy.
Y si hablamos de la vertiente psicológica de la disciplina, todo el mundo habla del ser humano y sus procesos mentales como si sólo hubiera dos grandes grupos: los listos y los tontos, los locos y los cuerdos. No se puede discutir, no se puede defender a ultranza, que en algo ha de valer la pena estudiar un mínimo de cuatro años, leer chorrocientas lecturas, hacer prácticas profesionales y especializarse en los procesos evolutivos de las personas, porque al parecer todo lo tocante a los vericuetos de la mente humana "cualquiera puede intuirlo". Plop!!
Algo parecido pasa con el Cabaret en México. Cualquiera parece poder hacerlo, basta con tener carrera de actor, habilidades para el canto y el baile, saber escribir, conocer los géneros teatrales y leer periódicos, burlarse del gobierno, defender la causa gay, ser chistocito, etcétera... pero tampoco es tanto así.
En los últimos años se ha puesto de moda el género, todo el mundo cree que lo hace, o al menos lo intenta.
Algunos piensan que hacer cabaret se limita a tocar música con determinados instrumentos de viento, entre los que destacan el acordeón, el saxo o las trompetas. Que teniendo un ambiente bluesero o jazzista ya se tiene ganada la mitad del numerito, usando plumas en el sombrero o en el ropaje, medias de red, maquillaje de draga y corsé rojo y negro.
Se limita el cabaret a una pasarela, a la oportunidad de verse distintos y distintas, y de parecer muy liberales cuando lo que en verdad cuesta es liberar la mente. Para encuerarse, cualquiera; y más si se tiene un cuerpo bonito que lucir en escena: es un espacio liberador y el destape puede ser el primer paso en muchas ocasiones, ya que es lo más inmediato, lo más obvio, el sexo siempre vende. Pero, ¿qué tan verdadero es el discurso que sostiene el encuere, la coquetería? ¿se quiere decir con ello algo más que "mírenme qué sexy soy"?
Los espectáculos cabareteros surgen del dolor, del vacío, de la ausencia de algo. Parafraseando a Freud en una de mis frases favoritas que siempre repito a mis alumnos: "La falta inaugura el deseo...y el deseo nunca se satisface"
Mientras el artista no asuma la fuerza que debe impulsar su acción, mientras se acobarde y sólo haga mofa de los otros sin voltearse a ver para adentro, su cabaret seguirá siendo chatarra. Es mi humilde opinión. No sé si parto ya de un concepto muy personal de lo que para mí significa este modo de expresión, pero si no duele de fondo, la risa no es sincera.
En algún post anterior hablé ya del problema que tengo con la risa. Una amiga mía me decía que cuando alguien me conoce puedo parecer pasiva, demasiado preocupada por la vida, inclusive ensimismada --o "enmimismada" para ser correctos ;P--, que no me río de las cosas simples y que no socializo mucho. Y concediéndole razón en casi todo, difiero en ser pasiva, soy más bien observadora, y en efecto puedo reírme de las cosas más simplonas de esta vida, sólo que no cualquier PERSONA me causa risa.
Me sorprende cuando conozco a alguien y convivo perfectamente desde el primer día, son raros, pero los hay. Cuando la risa en el otro es genuina, desde dentro, me río, cuando advierto cierta burla insana, ni siquiera una sonrisa. Por eso me pregunto, ¿el cabaret es para hacer reír?
Una de las amigas presentes en la citada reunión me preguntaba: ¿qué debo ver para tener referencias de cabareteros reales? Lo primero que se me vino a la mente fue hablarle de Tin Tán, un personaje popular, clásico, gracioso y muy natural. Un talento como pocos, un carisma excepcional. Sin embargo me quedé corta al tratar de buscar gente que pudiera servirle a mi amiga como referente infalible.
Si hoy tuviera que contestar esa pregunta, yo diría: observa a quien tú quieras, aquéllo que te toque en lo más profundo, los artistas que provoquen algo en ti, ya sea que te arranquen una lágrima, un suspiro o una carcajada. Lo que te hace vibrar a tí dice mucho de lo que tú eres, así pues, estúdiate a ti y a lo que quieras decir, lo que realmente te indigne y quieras denunciarlo, lo que realmente te esté molestando de tu persona como piedra en el zapato y desees exorcizarlo. Cualquier cosa que venga de ti, de tu más íntima intimidá.
Ya en un post posterior (valga la cacofonía) compartiré algunas cosas que para mí han sido enseñanza, y tal vez me atreva a explicar por qué. De momento hasta aquí llegan mis debrayes sobre esta, MI crisis cabaretera. Por eso me callo un momento. No pienso crear por crear, y además, hay que atender prioridades. ¿Qué sería de cualquier vida sin ellas?
Agradezco sus comentarios.
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