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sábado, 7 de agosto de 2010

La crisis del Cabaret


Vengo después de un par de meses en los que no escribí nada.

No es por ausencia de temas que me interesaran, pero sea cual fuere el motivo por el que abandoné tanto tiempo este espacio, el caso es que ya estoy de vuelta. ¿Y cuál es el tema que me trae de regreso? Pues el cabaré.


Sí, sí, ya sé que yo he dicho que me daré un descanso en lo que a la elaboración de espectáculos se refiere, que al parecer tiré la toalla por dedicarme a estar pendiente de la educación inicial de una bachiller inocente, pero aunque todo esto sólo sea una parte del enramado de mi existencia, en el fondo tengo la inquietud de contestar seriamente a esta pregunta: ¿Qué es el cabaret?

En una reunión de amigas me la plantearon y me pareció tan importante como otro par de cuestionamientos que me acompañan todos los días: ¿Qué es la pedagogía? y ¿Quién soy yo? Porque las tres preguntas me conforman en un todo, se contestan por momentos, son cambiantes, aunque una esencia permanezca en la espina dorsal de todas. De vez en cuando debo replantearlas para saber dónde diablos estoy parada, para dónde voy, y de dónde carajos vengo.

Cuando se habla de mi carrera todo el mundo parece saberlo todo, es más, no tiene caso estudiar Pedagogía porque al parecer la educación es cuestión de sentido común, cualquiera puede educar a un niño, en cualquier libro o revista para padres se encuentran las respuestas, la didáctica de la letra con sangre entra es infalible, y en el mejor de los casos, educar con amor es lo de hoy.

Y si hablamos de la vertiente psicológica de la disciplina, todo el mundo habla del ser humano y sus procesos mentales como si sólo hubiera dos grandes grupos: los listos y los tontos, los locos y los cuerdos. No se puede discutir, no se puede defender a ultranza, que en algo ha de valer la pena estudiar un mínimo de cuatro años, leer chorrocientas lecturas, hacer prácticas profesionales y especializarse en los procesos evolutivos de las personas, porque al parecer todo lo tocante a los vericuetos de la mente humana "cualquiera puede intuirlo". Plop!!

Algo parecido pasa con el Cabaret en México. Cualquiera parece poder hacerlo, basta con tener carrera de actor, habilidades para el canto y el baile, saber escribir, conocer los géneros teatrales y leer periódicos, burlarse del gobierno, defender la causa gay, ser chistocito, etcétera... pero tampoco es tanto así.

En los últimos años se ha puesto de moda el género, todo el mundo cree que lo hace, o al menos lo intenta.

Algunos piensan que hacer cabaret se limita a tocar música con determinados instrumentos de viento, entre los que destacan el acordeón, el saxo o las trompetas. Que teniendo un ambiente bluesero o jazzista ya se tiene ganada la mitad del numerito, usando plumas en el sombrero o en el ropaje, medias de red, maquillaje de draga y corsé rojo y negro.

Se limita el cabaret a una pasarela, a la oportunidad de verse distintos y distintas, y de parecer muy liberales cuando lo que en verdad cuesta es liberar la mente. Para encuerarse, cualquiera; y más si se tiene un cuerpo bonito que lucir en escena: es un espacio liberador y el destape puede ser el primer paso en muchas ocasiones, ya que es lo más inmediato, lo más obvio, el sexo siempre vende. Pero, ¿qué tan verdadero es el discurso que sostiene el encuere, la coquetería? ¿se quiere decir con ello algo más que "mírenme qué sexy soy"?

Los espectáculos cabareteros surgen del dolor, del vacío, de la ausencia de algo. Parafraseando a Freud en una de mis frases favoritas que siempre repito a mis alumnos: "La falta inaugura el deseo...y el deseo nunca se satisface"

Mientras el artista no asuma la fuerza que debe impulsar su acción, mientras se acobarde y sólo haga mofa de los otros sin voltearse a ver para adentro, su cabaret seguirá siendo chatarra. Es mi humilde opinión. No sé si parto ya de un concepto muy personal de lo que para mí significa este modo de expresión, pero si no duele de fondo, la risa no es sincera.

En algún post anterior hablé ya del problema que tengo con la risa. Una amiga mía me decía que cuando alguien me conoce puedo parecer pasiva, demasiado preocupada por la vida, inclusive ensimismada --o "enmimismada" para ser correctos ;P--, que no me río de las cosas simples y que no socializo mucho. Y concediéndole razón en casi todo, difiero en ser pasiva, soy más bien observadora, y en efecto puedo reírme de las cosas más simplonas de esta vida, sólo que no cualquier PERSONA me causa risa.

Me sorprende cuando conozco a alguien y convivo perfectamente desde el primer día, son raros, pero los hay. Cuando la risa en el otro es genuina, desde dentro, me río, cuando advierto cierta burla insana, ni siquiera una sonrisa. Por eso me pregunto, ¿el cabaret es para hacer reír?

Una de las amigas presentes en la citada reunión me preguntaba: ¿qué debo ver para tener referencias de cabareteros reales? Lo primero que se me vino a la mente fue hablarle de Tin Tán, un personaje popular, clásico, gracioso y muy natural. Un talento como pocos, un carisma excepcional. Sin embargo me quedé corta al tratar de buscar gente que pudiera servirle a mi amiga como referente infalible.

Si hoy tuviera que contestar esa pregunta, yo diría: observa a quien tú quieras, aquéllo que te toque en lo más profundo, los artistas que provoquen algo en ti, ya sea que te arranquen una lágrima, un suspiro o una carcajada. Lo que te hace vibrar a tí dice mucho de lo que tú eres, así pues, estúdiate a ti y a lo que quieras decir, lo que realmente te indigne y quieras denunciarlo, lo que realmente te esté molestando de tu persona como piedra en el zapato y desees exorcizarlo. Cualquier cosa que venga de ti, de tu más íntima intimidá.

Ya en un post posterior (valga la cacofonía) compartiré algunas cosas que para mí han sido enseñanza, y tal vez me atreva a explicar por qué. De momento hasta aquí llegan mis debrayes sobre esta, MI crisis cabaretera. Por eso me callo un momento. No pienso crear por crear, y además, hay que atender prioridades. ¿Qué sería de cualquier vida sin ellas?
Agradezco sus comentarios.
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lunes, 24 de mayo de 2010

Galletitas light para el ego de Gloria: la 'Baby Monster' de la comedia.

Si esta mujer tiene algo de perra, será tal vez la cánida ternura que incita a amar y proteger a estos animales con la misma constancia con que ellos muestran su innata lealtad, de modo que cuando apareció en el escenario, lejos de encender fuego o elevarnos al viento, fue como un vaso de agua refrescante en lengua sedienta.

Entra la muchacha aquella con un look como de lolita-experimentada-doble-pechuga...y cabe decir que al mencionar el detalle de su cuerpo robusto no estoy hablando de que deba ser necesariamente una mujer fea. Todo lo contrario.


Miré de reojo a mi joven acompañante y tuve la intención de atestarle un pellizco para que dejara de entrecerrar los ojos con aires de tímida lujuria, lo cual no fue una reacción privativa de su juventud o su alta libido, porque pude notar cómo varios caballeros contuvieron el aliento para no importunar a las féminas que estábamos presentes.

Con la suave voz que por momentos deja escapar un acento fresón, Gloria Rodríguez Sayún comienza el monólogo. Ese acento que en otras personas siempre me ha parecido mamón e insufrible, en la incipiente standuppera suena agradable y conecta una inmediata empatía en quienes lo escuchamos brotar de una voz franca, sin más antifaz que el necesario para subirse a un escenario y hacerse a sí misma pedazos.


Comienza hablando un no sé qué que qué se yo de su gordura, continúa viajando por distintos lugares que nos pasean por su casa, sus costumbres, sus amores. Yo conozco a esa mujer de antes, antes ya había oído hablar de la depresión post-party y de comprar lencería en la Comercial Mexicana. Antes ya había escuchado esos chistes en otros trabajos suyos de comedia y si he de ser sincera, ya no me arrancaron la risa.


Sin embargo una sonrisa permanente al notar cómo golpeaba en quienes lo escuchaban por primera vez, me hacía repetir todavía con sorpresa: "eres grande, Gloria."


Se notaba al principio nerviosa, ya fuera por la luz directa que atacaba su cutis perfecto (NDA: grrrrrrrrrr ¬¬) o porque entre los presentes había amigos y familiares, y algún amor perdido en las sombras, brillando con la sola idea de su imprudente presencia.


Chistes iban, chistes venían, mientras en momentos parecía engolosinarse con las carcajadas que arrancaba, y eso se notaba en un coqueto gesto de niña tímida dentro de cuya mente parecía leerse sin pretención alguna: "God, i'm good", y continuaba...buscando por instantes la mirada aprobatoria de alguna amiga, un guiño amable que le hiciera sentir el apoyo de un ser querido, la fuerza que a veces falta en el centro del valor propio para sentir que se está en el camino correcto. Y lo encontraba.


Yo no sé si es porque me es familiar el tener mis botas en un escenario, tal vez pongo en su actuar interpretaciones mías sobre esas pequeñas cosas que suceden a mil por hora y que uno no se da cuenta hasta varias horas después de haberse bajado. No sé si haya algo de cierto en lo que digo, si en donde quiero ver transparencia en una mujer, sólo estoy viendo una proyección de mis propias debilidades. Lo que sí puedo asegurar es que fui testigo del surgimiento de Gloria Rodríguez como un as del Stand up Comedy, porque he tenido la fortuna de coincidir en tiempo y espacio para saber que de aquello que habla aún se duele profundamente, y por ello puedo dar fe de la honestidad de sus espectáculos.


Gloria Rodríguez no es una zorra, porque a pesar de sentir en sus venas el fluir de una sangre ardiente y hasta insaciable, a pesar de no tener problemas con el sexo sin compromiso, prefiere sentirse amada así como ella es capaz de hacerlo: a plenitud. Y es entregada, apasionada, no se vende, tiene escrúpulos -en mi pueblo aún les llaman valores-, no destruye hogares, no copula sólo por sentirse importante. Gloria Rodríguez es una cínica imperfecta, y eso sí, ¡cuanto más pasa el tiempo, más y más lo admiro!

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viernes, 7 de mayo de 2010

¿Llorar más, reír menos?

¿Cuál es la diferencia entre caer bien y hacerse el chistocito? ¿Hasta dónde podemos decir que el humor es inteligente y hasta dónde que es una simple ligereza?
Hace poco se me invitó a participar en un cortometraje titulado "Las Plañideras", cuyo guión venía acompañado de una muy seria investigación respectiva a las mujeres que en la antigüedad eran pagadas en los sepelios, con el fin de ayudar a sacar el llanto a los dolientes por medio de sus rezos, cantos y lágrimas.

Por algo el oficio del payaso o clown -curiosamente ejercido en su mayoría por hombres- tiene una historia tan antigua como el de la plañidera -ejercido por mujeres, y más recientemente hombres femeninos-; porque siempre en todas las sociedades, sobre todo en las más caóticas, ha hecho falta liberar la pasión por medio de la risa o del llanto, y estas ciudades de nuestros tiempos no pueden estar excentas de ellos.

Ahora las lloronas, plañideras o lamentatrices ya casi no se utilizan mas que en ciertos poblados remotos en donde aún permanece la tradición. En cambio los payasos, cómicos y chistosos natos han invadido todos los medios de la sociedad, porque la risa no es algo que se asocie con la vergüenza, pero el llanto sí. La gente reprime mucho las lágrimas bajo el supuesto de que llorar es señal de debilidad, y en un mundo guiado por el pesado deber de ser competitivos, "mostrarte frágil lastima tu imagen", tal como me lo dijo una vez, y muy convencido, un exitoso publicista.

Yo no me explicaba por qué los espectáculos cómicos tenían siempre más éxito que los serios, por qué la gente llenaba más los shows de carcajada barata que los de teatro clásico, por ejemplo. Y no, no necesariamente tiene que ver el bajo nivel de cultura general que posee la media de nuestra población, no. El hecho de que la gente busque más a Polo Polo que a Eurípides por el grado de esfuerzo mental que requiere entender a uno y otro, me queda clarísimo; pero creo que va más allá, pues también es mayor el esfuerzo que supone dolerse de las cuitas que nos son ajenas, que el de burlarnos de ellas. Y creo que ahí encuentro un punto crucial en el tema de la risa frívola: reírse del otro, pero no reconocerse en él.

Decía Rabindranath Tagore que cuando el hombre sonrió, el mundo le amó, mas cuando rió, le tuvo miedo. Y si no lo entrecomillo como es debido cuando se citan textualmente palabras que no son propias, es porque esta frase me ha sido propia desde hace ya muchísimos años. Siempre desprecié la risa fácil, y no tiene nada que ver con el origen de ello: debido a mi dentadura imperfecta no aprovecho la menor provocación para presumir el encanto de mi sonrisa. Más bien como Mixtli, el héroe del Best Seller de Gary Jennings, mi inevitable miopía me hace ver mejor las cosas de cerca para apreciarlas antes de soltar un juicio tan descarado y "espontáneo" como lo es la risa.

Ahora entrecomillo el término espontáneo porque en muchas personas la risa pretende serlo, pero no es más que un acto reflejo supeditado a la voluntad para manifestar un sinfín de actitudes que van desde la más velada coquetería hasta el más abierto desprecio. La risa confunde, Tagore tenía razón, reírse es perverso, reírse es algo que nos permite hacer saber al mundo que nuestro cerebro es privilegiado, superior al resto de las especies. Reírnos pocas veces resulta espontáneo, a veces ni la propia sonrisa lo es. Hemos llegado a mecanizar el llanto y la risa de modo tal que son usados a capricho, habiendo anulado con esto el origen genuino de tales expresiones.

Pero ello no significa que llorar sea sólo propio de la gente buena, y reír de la gente mala, si como bueno y malo entendemos la virtud y el vicio. Y tampoco el que llora siempre es manipulador o el que ríe siempre es cínico. Ambas expresiones son tan complejas porque en ellas se resume precisamente la paradoja del ser humano: puede llorar cuando lo invade una profunda felicidad, o reír cuando un dolor inmenso se anida en el fondo de sí mismo.

Llorar ante otros, sin embargo, es señalado como signo de locura, de histeria (de ahí que se asocie mayormente con la femineidad y se reprima en los varones); mientras que reír a solas, tiene el mismo destino. Para llorar, hay que hacerlo en privado, y reír es una poderosa arma para socializar. La gente aprovecha la obscuridad del cine, por ejemplo, para dejar caer una que otra lágrima cuando se conmueve con las situaciones presentadas, pero no siempre. Hay personas que están imposibilitadas para empatizar con circunstancias dolorosas ajenas, ya sean reales o ficticias.

Por otro lado, quedarse impávido ante una anécdota en donde se espera la risa, puede ser o no una especie de bloqueo o imposibilidad para reír. Provocar la risa es algo demasiado difícil, no cualquiera puede hacerlo. De ahí que hablar de Slava Polunin no sea para nada lo mismo que hablar del Payaso Platanito, por más que los dos se pinten la cara de payasos.

A todos pueden dolernos casi las mismas cosas, por eso escribir y actuar una condición trágica siempre resulta más efectivo que al querer construir un momento chusco. No a todos nos hacen reír el mismo tipo de chistes, algunas cosas que divierten a unos, pueden irremediablemente ofender a otros; y lo que a algunas personas puede parecerle sublime y conmovedor, digno de una sonrisa tierna y satisfactoria, para otros puede ser insufriblemente aburrido. Y no nada más tiene que ver con el chiste o la ocasión, lo cual es lo más importante escénicamente hablando, sino con la persona que lo cuenta, cómo lo cuenta y en dónde lo cuenta.

Por ejemplo un chiste político en el cabaret puede ser hilarante, mientras que el mismo chiste en televisión puede ser indignante. Exponer el cuerpo desnudo puede ser grotesco o estético, dependiendo del contexto, fingir un orgasmo puede ser muy erótico o muy vulgar... etcétera.

Cualquier cosa que pretenda provocar una sonrisa es muy delicado, lo que no sucede casi nunca con lo que pretende arrancar una lágrima. Puede, por lo mucho, parecer cursi o sensiblero, pero raramente ofensivo.

Lo peor del asunto es que la gente no sabe de qué se ríe hasta que ha dejado de reírse. Es entonces cuando, en el mejor de los casos, cae en cuenta de que se ha reído de algo doloroso para sí mismo o misma, o bien, que se ha reído de una estupidez sin importancia, de algo que no tiene nada que ver con su propia vida, sino con hacer mofa del otro.

Considero entonces, que hay que cultivar la risa, reeducarla, del mismo modo como educamos día a día la mirada, la palabra, el pensamiento. Hemos abusado de nuestra capacidad de reír y lo hacemos de cualquier simpleza... algunas veces es bueno, pero no cuando se hace costumbre. El llanto es más reprimido en general, quizás haya que usarlo más a menudo para reconocernos como seres humanos completos, y al reírnos usar más la inteligencia, de modo que el jolgorio sea más placentero y menos vacío.


lunes, 16 de noviembre de 2009

Carta abierta a mis asesores de tesis

No sé cómo decirles esto... ya sé que a quien más le afectan mis decisiones es a mí misma, y que por tanto, no debería ser difícil decir "no me titulo este año" y ya. Pero la verdad es que no es fácil defender a capa y espada lo que uno siente, la mayor parte de las veces resulta muy complicado.

Segura estoy de que ustedes pensaban que yo sería una gran profesionista, que confiaban en mi conocimiento y en mi compromiso con la educación, pero a veces pasan cosas que transforman el destino de las personas, y hoy por hoy tengo que resolver el eterno problema de la identidad que siempre me preocupó, y que ahora reconozco como propio.

Yo, al igual que ustedes, confié en los libros, en las teorías, en el lema de la universidad, pero ahora tengo una resaca brutal de pedagogos, aulas y escritos. Salí de la carrera queriendo acabar pronto, elaborar mi trabajo recepcional de la mejor manera, transformar la educación poco a poco a través de mi trabajo, elaborar proyectos, hacer propuestas... pero lo verdaderamente importante, eso que me hacía falta para llevar a cabo el objetivo, era conocerme a mí, reencontrarme, reubicarme, redimensionarme. Hoy estoy en el proceso de entender quién demonios es mi persona, de dónde vino y a dónde va. Esta ha sido una búsqueda eterna desde que recuerdo, pero por primera vez en mi vida creo que ya me he encontrado.

Sé que dirán tristemente que al contrario, me he perdido. ¡Tan buena estudiante que era, y ahora echando gorgorillos sobre un escenario!

Sí... seguramente no suena nada lógico, al parecer lo que empiezo a hacer ahora no corresponde con la actitud que manejé durante mis cuatro años de carrera, y podrían condenarme a la hoguera por dejar morir a una buena pedagoga, porque sí, señores, soy potencialmente una buena pedagoga, y de las mejores... pero no se asusten, que esa profesional de la educación no muere mientras no muera yo. Ahora estoy tratando de encontrar ingenuamente el vínculo entre lo educativo y el cabaret... sí, ya sé...por favor no sonrían de lado ni aguanten la carcajada irónica: deben ambos tener mucho que ver para que se hayan mezclado en mi sangre y ahora yo no sepa bién que coctel corre por mis agitadas venas.

Descubrí que puedo hacer algo que disfruto tanto o más que dar clases, y que puedo hacerlo bien, y que quiero explorarlo hacia adentro y hacia afuera de mí misma. No quiero olvidarme por completo de la cientificidad del asunto, pero sí quiero adornarlo con plumas.

Sé que se puede, maestros, confíen en mí... y si no, lo lamentaré. Me dio mucho gusto conocerles, han sido una gran, enorme, inspiración, pero no tanto como esos demonios que me hacen cosquillas en los pies todas las noches, y que me obligan a pensar en ritmos y palabras, si bien soy consciente de que las candilejas no están exentas de amargo dolor.


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lunes, 21 de septiembre de 2009

La vida es un cabaret

No se cómo empezar a escribir esto... la emoción me embarga a pesar de que la tormenta ya fue ayer.
Muchos años me pasé intentando encontrar un espacio en donde no sólo pudiera, sino que fuera obligatorio ser yo. La vida me fue arrastrando lentamente, como una botella en medio del mar, confundida. Hoy llegué a mi destino y pude entregar por fin el mensaje que estaba en mi interior. Mensaje escrito hace mucho tiempo atrás, mensaje que de tan perdido había olvidado el destinatario original, aunque eso ahora ya no importa: llegó a la playa y fue abierto por alguien, da lo mismo quién.



He estado en otros grupos de gente que se dicen artistas. En algunos he conocido a personas verdaderamente valiosas, pero en ningún espacio había encontrado mi propia esencia, mi propio yo. No había descubierto la verdadera mujer, la verdadera persona que habita dentro de mí hasta este momento. No sé qué vaya a pasar de ahora en adelante, pero el cabaret es mi vida... porque mi vida está en el cabaret.


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