
Cuando es de todos sabido que en el transporte público viajan muchos hombres trabajadores, que no por muy trabajadores son menos morbosos ni gustan de manosear e intimidar con miradas a las jovencitas de secundaria; llega entonces al rescate el "super" RTP Sólo para Mujeres.
He de confesar que cuando recién se estrenó este servicio (cuyo nombre real es Programa Atenea), hacíamos malos chistes sobre en dónde estaban los strippers, pero después nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio, y que a pesar de la obligada polémica en estos temas, el proyecto tuvo éxito. Las mujeres nos sentimos seguras al viajar entre pura vieja. Así nos mezclamos ancianas, estudiantes, madres de familia, secretarias y mujeres trabajadoras en general. El servicio es excelente.
Por otro lado, un camión de esta ruta da servicio exclusivo en las mañanas a los chamacos de la escuela: así tal cual. Sólo recogen uniformados y padres o madres de familia con mochila al hombro y niño de la mano. Esto ha sido muy útil porque los niños y adolescentes viajan contentos de que haya un servicio especial para ellos, y quienes vamos de colados porque tenemos retoños que acompañar, también lo estamos.
Pero eso no es todo: al menos en la ruta que me ha acompañado desde hace varios años, la que va del Pedregal de San Nicolás al Metro Chapultepec, los choferes son de lo más selecto de este mundo.
Recuerdo que alguna vez le dije a un alumno:
-¿Quieres dejar de estudiar y volverte microbusero?- todo el grupo se quedó callado, como si con mi alusión ofendiera a sus padres, tíos o hermanos que trabajan de transportistas. Me di cuenta de ello y continué.- Pues si eso quieres, no tiene nada de malo, pero entonces tienes que ser el MEJOR microbusero, dar un muy buen servicio, porque mira que nos hacen falta de esos.
En el caso de los de la RTP, (cuyas siglas significan Red de Transporte de Pasajeros del Distrito Federal) son unos señores intachables. Jamás he visto a alguno infringir una ley de tránsito, echarse a jugar a las carreritas con algunos compañeros, aturdir al pasaje con el alto volumen de una música insufrible, o mentarse la madre, al contrario. Cuando se encuentran dos camiones de frente, se saludan cordialmente alzando la mano y siguen su camino, llevan música a un volumen aceptable y son cordiales con los usuarios. Algunos choferes que se conocen, se sonríen o se gritan un saludo corto, pero no se quedan a cotorrear cuando uno lleva prisa. Más bien son los de los microbuses quienes luego les echan bronca porque en una parte de la zona comparten la misma ruta, y la verdad es que no hay competencia: los camiones de a dos pesitos son mucho más cómodos, rápidos y seguros que los que cobran el doble y arriesgan tu vida.
Una vez me tocó presenciar cómo un tipejo conductor de un micro intentaba provocar al señor del camión... yo creo que estaba drogado o loquito, con esos ya nunca se sabe, pero el caso es que quería pelear por una estupidez de la que él mismo tenía la culpa, es más, lo había hecho a propósito para hacer enojar al chofer. El caso es que el del camión se comportó a la altura, a pesar de que efectivamente el otro tipo le estaba calentando la sangre. El muy imbécil se tuvo que conformar con echar elegantes amenazas del tipo "¡Donde te tope, puto!" y seguir su camino furioso. Nuestro chofer le argumentaba que no fuera necio, que no se iba a bajar a pelear, porque traía pasaje. ¡Qué honor que le den a uno su lugar como pasajero! Y no se bajó, y dejó al baboso ese con las ganas de tirar golpes.
¡Así se hace, carajo! El chofer quedó como un valiente, no como un cobarde que le sacó a los trancazos, y los que estábamos arriba, de no ser por el susto, le habríamos aplaudido de pie al caballero.
Yo no sé si el reglamento de los camiones será más estricto que el de los micros, y las sanciones en caso de incurrir en faltas sean más severas, pero sea lo que sea, está funcionando. Los señores son amables con la gente que aborda sus unidades, salvo extraños casos en que al conductor se le ve cansado y cortante, la mayoría de las veces son finísimas personas.
Sólo espero que en el sindicato que forman los respetables no se maneje de modo que puedan heredar sus plazas a los hijos, y si así lo hicieren, que la nación se los demande (jejeje). Me refiero a que si cuando los señores sean ancianos y otros conductores ocupen sus lugares, que no se pierda la cultura del buen servicio, que les hereden junto con el camión, el gusto por transportar a la gente, la dignidad de tener un trabajo de alta valía, porque en verdad que mover a los que estudian y trabajan en esta ciudad, no es cualquier cosa. Los conductores de microbuses deberían de entender que su trabajo importa, y que por eso deben hacerlo con responsabilidad.
Tampoco quiero generalizar, pues hay quienes conducen unidades limpias, respetan las señales y a las personas, pero después de subirme a un microbús conducido por un menor de edad, que llevaba a otros cuatro cabrones con caguama y vasitos de plástico en mano, oyendo reggaetón a un volumen estridente y orinándose en los asientos de hasta enfrente, ya no sé qué más esperarme de este tipo de transporte público. Los conductores de autos particulares no me dejarán mentir: estos especímenes son un dolor de cabeza, o como diría una gran amiga chilena: son un verdadero grano en el culo.
Sólo hay una crítica que podría hacerle a los camiones: que dejen de dar boletitos que sólo sirven para hacer más basura... aunque, ¡momento!, si su número de serie suma 21, fomenta que la gente se regale un beso, lo cual es también necesario en esta urbe tan falta de amor.