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jueves, 7 de enero de 2010

Calderón, Arce y otras bellezas

Últimamente me la he pasado haciendo trabajo de escritorio en casa, mismo que me permite estar al tanto de la red y de las cosas que empiezan a tener eco en las redes sociales, y como desde hace tiempo he estado queriendo hablar de ello, creo que ha llegado el momento.

El día de ayer nuestro presidente envió un mensaje a la nación con motivo del año nuevo, y claro, como era de esperarse, el mismo debería estar cargado de esperanza y optimismo para que la gente que le cree todo a la tele, y que lamentablemente es una buena parte de la población, se estuviera tranquila y siguiera pensando que si el efe lo dice, por algo habrá de ser.


Escuchar a Felipe Calderón con su acento mezcla de político tradicional y sacerdote de pueblo, no sólo fue un insulto para mis oídos, sino que un descarado escupitajo en el rostro: me remonté a la primaria, con los ojos bien blanquitos y el alma buena, pequeñita, con mochila en la espalda y vestida de blanco el lunes para la ceremonia, escuchando a la nefasta de mi directora hablando hipócritamente de los héroes que nos dieron patria, creyéndomela todita y soñando con algún día alcanzar la altura moral de alguno de ellos.

Sin embargo ya no soy esa niña: tengo los ojos amarillentos por la sobreexposición al estudio y al sufrimiento, el alma buena desgarrada y en reconstrucción permanente, mujer adulta, con mi propia historia en la espalda y vestida de negro porque así me gusta. Ahora escucho hablar del hiper-mentado Bicentenario, esa celebración contra la cual tengo una afrenta personal, esa celebración que le roba tiempo y recursos a lo verdaderamente importante, esa celebración de la cual no quiero formar parte y de la cual no me puedo salvar del todo.


Sé que me he propuesto este año nuevo defender lo que quiero hacer de mi vida contra viento y marea, y que si el año pasado parecía quijotesco tener pensamientos positivos ante tanta adversidad, en este año la aventura es poco más que kamikaze, pues la situación del país está en pleno retroceso, el futuro se vislumbra en medio de paraísos fiscales y de especulación de la bolsa, más pobreza, más violencia, más planes sin escrúpulos para cuidar que la riqueza siga quedando en manos de los mismos de siempre, mientras que el resto somos meros espectadores de un montaje macabro.


¿De algo habrá servido el "Maratón Guadalupe Reyes"? Si usted lo acostumbra y se avienta la borrachera y el despilfarro desde el 12 de Diciembre hasta el 6 de enero, ¿ya está listo para enfrentar una cruda...? ¿Una muy cruda, crudísima realidad? Puede que no, por eso hay que irse de mezclilla al trabajo todos los viernes, y no dejar la sanísima costumbre del "viernes social" con los amigos de parranda, la chela del fin de semana o el pisto del mediodía, ¿o no?


El Zeitgeist* de nuestro tiempo está repleto de frivolidad, acelere y evasión. Cuenta de ello la dan los dos ritmos de moda entre las clases sociales más populares: el reggaetón y el duranguense: si todo ritmo de baile tiene que ver con las pulsiones del cuerpo, y concretamente con la pulsión sexual, este par resume la furia y la prisa con que los individuos quieren acercarse sexualmente entre ellos: ¡tacatatán!, movimiento frenético, sudor, exhibicionismo, ausencia de vínculo emocional, hedonismo puro. Y si entramos al detalle de las letras, habría motivo de discusión de otro post completo, el cual de antemano prometo.


Tampoco quiero decir que los tiempos del danzón eran mejores, pues la insatisfacción sexual de los individuos no tiene que ver con qué tan recatados y prudentes o aventados y locos sean los bailes de la época, sino con esa ausencia de vínculo afectivo que cada vez existe menos entre la gente no sólo para irse a la cama, sino para todo tipo de relación humana: de amistad, de trabajo, incluso de sangre.


El caso es que estamos culturalmente enfermos, contaminados, nos ha atacado un extraño virus más difícil de estudiar que el mismísimo AH1N1 que tanto dio de qué hablar en tiempos recientes. Son unos pocos los que valoran más el dinero que la vida, por eso es que los secuestros en todas sus modalidades son el negocio de moda. Nuestras calles ya claman por ver sangre en la portada de un periódico y tetas en la foto de al lado.


¿Quién nos llevó a agotar como chacales los diarios de nota roja y las revistas pornográficas de la más baja calidad? ¿Es que el pueblo pidió todo esto siempre y generosamente nos fue otorgado, o es que en realidad fue estratégicamente creada esa necesidad de sangre y semen mezclados en un mismo coctel? Somos todo lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos y lo que creemos, somos lo que consumimos y lo que nos acostumbramos a demandar así no sepamos qué consecuencias trae eso. De ahí que el caso Esteban Arce sea un ejemplo importante en estos momentos:


El tipo en cuestión es un señor de esos que se quieren sentir jóvenes buena onda toda su vida, pero que en el fondo están más frustrados y amargados que nada. Yo lo escuchaba en mi época de secundaria en WFM, cuando junto a Jorge, El Burro Van Rankin conducía un irreverente programa. Después saltaron a Tele Hit con su programa El Calabozo, que era divertido por lo novedosa que de alguna forma resultaba su irreverencia... bueno, yo tenía poca edad y menos actitud crítica entonces, por eso me divertía. Ahora es titular de un programa que es mezcla de noticiario y revista, El Matutino Express, en donde poco a poco ha ido cobrando una fuerza de audiencia impresionante.


El asunto es que recientemente se habla de un programa que salió en diciembre del año pasado, en donde se la pasó cuestionando si la homosexualidad era "normal", súper metido en la necia de que no lo era, de que es una perversión, así, igual de cerrado que Serrano Limón en sus mejores tiempos. Por supuesto que entre la comunidad LGBT tuvo un impacto tremendo, y también entre aquellos que no pertenecemos a ella, pero que igual defendemos el derecho a tener la preferencia sexual que a uno le plazca.


Luego, por si fuera poco, en otra emisión se atrevió a hablar mal de José Saramago -por mucho, uno de mis escritores favoritos, con una visión y un talento que ya quisieran tener muchos-. El tal Esteban no lo bajó de "comunista recalcitrante", demeritando su obra y los premios recibidos como si él tuviera toda la verdad en la boca, y atacando desde su tribuna a "la izquierda de todo el mundo" como lo peor que le pudo pasar a la humanidad, diciéndonos hasta "lo que hay que leer"...


¡¡¡Bueno, pero es que entre éste y Calderón nos quieren ver como una bola de niños vestidos de blanco en ceremonia de lunes!!! ¡¡¡Gargantúa y Pantagruel, para todos ustedes!!!


Luego, en una crítica un tanto...mmm...apasionada a mi parecer, el estudioso de la televisión Álvaro Cueva, "defiende a Esteban Arce por ser homofóbico", diciendo que es un escándalo planeado, que todos nosotros somos unos exagerados por criticarlo a él y no al Cardenal Norberto, quien desde su posición política-religiosa, ha atacado sin miramientos la nueva ley que permite el matrimonio gay en México. Cueva dice que no hay que ser, que Arce es "es una criatura vulnerable con otro tipo de antecedentes, es alguien ideal para esta clase de escándalos". Puede ser, yo respeto la opinión del señor Álvaro, pero si es muy difícil tirarles a las escopetas, lo es mucho más tirarle a un tanque de guerra.


Empezar a denunciar por medio de la red, que empieza a ser el único recurso en el que se puede ser crítico y libre en muchos aspectos, es una oportunidad que debemos aprovechar para que cualquiera que piense que puede insultar a quien se le dé la gana sólo porque tiene el poder de un medio masivo, se lo piense dos veces, así que si esta vez le tocó a Esteban Arce, pues que asuma las consecuencias de no cuidar su grandísima bocota, y cual Reina de Corazones de Carroll, ¡que le corten la cabeza!... al menos del programa.

-¡¡Qué hermoso país seríamos si cada quien se hiciera responsable de lo que dice y de lo que puede provocar en los otros!! Habría muchos menos corazones rotos, me queda claro...o al menos sanaríamos mucho más pronto...-

Y bueno, que no se trata de darle fama al baboso este, ni de un escandalito de esos que se olvidan con el tiempo, no. En la televisión están sucediendo cosas muy graves, y si nadie abre los ojos y dice: "aquí ya se pasaron de la raya", vamos a seguir teniendo la basura de programas que vemos todos los días.


Y perdóneme, señor Cueva, pero en su programa del 28 de noviembre usted mismo denunció a los programas que hacen burla de las minorías, yo le aplaudí su valor y en unos minutos supe que había sido víctima de la delincuencia. Esa cadena de sucesos me aterró de entrada, soñé feo, ya para qué le cuento... pero me hizo pensar mucho en qué tan valientes debemos ser, qué tan unidos debemos estar tanto "los más respetados comunicadores de nuestra nación", como los que nada más tenemos un bloguito ahí...


Hay que decir las cosas, ya sea que quienes opinamos diferente a la mayoría tengamos un "tercer ojo" o no, que quienes estemos a favor de la libertad de expresión siempre y cuando se haga con argumentos inteligentes, seamos amargados o no: hay que decirlo.


El supuesto humor que se maneja en este programa y en tantos otros de las dos grandes televisoras del país, es el que nos pone una verdadera cortina de humo para que sigamos riéndonos de nuestros propios problemas, de nuestras propias carencias, pensando que todo está bien como está, que lo que está mal no está en nuestras manos, y que la risa es la única forma de sobrevivir ante el holocausto al que nos están orillando nuestros gobernantes.

Yo no digo que haya que perder el sentido del humor, pero insisto una vez más: ¿dónde vemos eso que nos hace reír? ¿de dónde viene eso que se ve tan bonito? ¿qué pretención hay detrás de tanto trabajo y gasto de producción?

Entre programas como El Matutino Express, TV de Noche y otros tantos, aunados a la magna celebración del dichoso Bicentenario, estamos hasta el fondo del hoyo, pero no conformes, aún le escarbamos más.




*Clima intelectual y cultural de una era

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Festejando a México

Me tocó vivir una infancia feliz llena de representaciones simbólicas. Al menos una vez al mes acudía a la Basílica de Guadalupe a dar gracias a la Virgen por los favores recibidos, mi abuela me acostaba con una oración y me hacía besar la estampa de la señora vestida de tricolor. Crecí creyendo fervientemente en los Reyes Magos, así como en el Ratón Pérez y los Héroes de la Patria.

Cada lunes la directora del Colegio insistía en que había que fortalecer nuestras raíces, practicábamos danzas prehispánicas, escuchábamos aquéllos versos de Nezahualcoyotl recitados con voz grave: "No para siempre en la tierra, sólo un poco aquí...", ambientada con sonido de caracoles. Cantábamos con fervor el Toque de Bandera y el Himno Nacional. Se me enchinaba la piel cuando escuchaba las notas de "¡Oh, Santa Bandera de heroicos carmines...!", y la interpretaba con el pecho henchido de orgullo en el coro, del mismo modo que marchaba en la escolta al compás del precioso Himno de la Escuela Naval Militar. ¡Y qué decir de la emoción de avanzar lentamente con la Marcha Dragona, estremeciéndome con las notas temblorosas de la trompeta y el sonido sordo de los tambores de la Banda de Guerra!

Me enseñaron a escuchar "Mexicanos al grito de guerra..." siempre de pie, saludar a mi bandera con la mano en el pecho, y persignarme al pasar frente a una iglesia o ver la cruz. ¡Qué tiempos aquéllos de inocencia y orgullo patriótico!

Cada vez que veía las Olimpiadas y por algún capricho de la naturaleza, un compatriota se llevaba el oro, me sentía feliz y dignamente representada como mexicana, lo mismo si la Selección de Fútbol metía un gol en el Mundial.

De pronto comencé a detestar el exceso patriotero de la gente a mi alrededor. La emoción por el soccer se me esfumó y en su lugar se quedó a vivir en mí el fastidio por la afición masiva a ese deporte. Me cayó mal Benito Juárez y su historia del indiecito que toca la flauta y cuida ovejas, me aburrió la historia de Juan Escutia envuelto en una bandera cayendo al precipicio, y dejé de llorar con las películas de Miguel Hidalgo y (el ahora San) Juan Diego. Lo inevitable había pasado: definitivamente había crecido, y ya hacía mucho tiempo que me había cansado de rezarle a la Virgen y odiar su carita mustia que nunca me volteaba a ver.

Me enrolé en el ardor de sentirme verdaderamente indignada por la injusticia social, por los abusos del poder y las vergüenzas históricas. Con tristeza veía que las marchas no eran lo románticas y pegadoras que fueron en los sesentas, e incluso deseé haber muerto en la Plaza de las Tres Culturas como la protagonista de Regina. Me identifiqué con el pueblo, con el rezago y la pobreza de los indígenas y los campesinos, me inspiré en las canciones de protesta y las ideologías de izquierda, mi malicia aumentó, así como mi natural desconfianza... pero al poco tiempo dejé de sentirme aguerrida.

Hoy que miro el mundo desde otro palco, me hastía el sombrero de Pique, y las barras tricolores que dejan pintado un listón en la cara, el mariachi y el tequila. Me choca el nacionalismo exagerado, las patadas de ahogado de un festejo que ya no tiene mucho que celebrar. Ya parece de humor negro llenar las plazas y gritar Viva México, cuando aquéllas representaciones que en mi infancia tenían simbolismo sacro, hoy por hoy se han desmoronado y desteñido por la historia. Ya no hay figuras inmaculadas: ni el presidente, ni la bandera, ni la policía, ni la iglesia, ni la familia, ni los héroes de monografía, ni la lírica de Francisco González Bocanegra.

Me duele la Patria, me viene doliendo desde hace años, me punza como una herida infectada, me asusta y por el momento, me paraliza. ¿Cómo enseñar a mi descendencia el sentido patriótico? ¿Cómo hacer que se ponga de pie ante el lábaro patrio? ¿Cómo volver a rezar aquélla oración que decía mi abuela, esa que memoricé a razón de recitarla noche a noche con fe y devoción, y que hoy me arranca lágrimas secas de desconcierto? Estoy en busca de respuestas...

"Virgen Santísima de Guadalupe, Madre y Reina de nuestra patria.
Aquí nos tienes humildemente postrados ante tu prodigiosa imagen.
En Ti ponemos toda nuestra esperanza.
Tu eres nuestra vida y consuelo.
Estando bajo tu sombra protectora, y en tu maternal regazo, nada podremos temer. Ayúdanos en nuestra peregrinación terrena e intercede por nosotros ante tu Divino Hijo en el momento de la muerte, para que alcancemos la eterna salvación del alma.
Amén."