jueves, 16 de septiembre de 2010

¿Los libelos de las libélulas?

Si usted piensa que al ir a ver Las Tandas del Centenario se va a encontrar con buen teatro... está usted en lo cierto. Y tal vez sea lo único que necesita saber para comprarse un boleto en primera fila, o en el lugar que usted prefiera, y sentarse a saborear una deliciosa tarde-noche en compañía de sus seres queridos. El entretenimiento está asegurado, y le garantizo que al menos sale usted con una amplia sonrisa, gustoso de haber decidido conocer esta propuesta, de la que, si quiere usted saber más, ya le platico en las siguientes líneas./
Producto de un concienzudo proceso de investigación sobre la Historia del Teatro de Revista ligada a la Historia de México, Pedro Kóminik trae este concepto personal en donde se reencuentra con sus raíces mexicanas y teatreras, reafirmándose en cada línea y en cada nota de las canciones interpretadas./
El oficio del escritor Carlos Pascual -a quien se le pidió ayuda para elaborar el texto y dirigir la escena- queda manifiesto en la riqueza del lenguaje y el cuidado de los albures. El nivel es muy bueno, se nota su experiencia en la elaboración de personajes, situaciones y enredos que en este caso, con un estilo descaradamente brechtiano, nos narra la historia de un grupo de actores, músicos y cantantes que son sometidos a los abusos de Doña Genara, la administradora del teatro que está supeditada a la figura en el poder, de acuerdo a sus intereses monetarios./
La obra transcurre con aparente ligereza, así que no espere usted encontrar una crítica social directa como en tiempos de Palillo, ni una producción de 40 tiples, pues corre el peligro de salir decepcionado; más bien le invito a buscar la reflexión desde el centro mismo de la vida de los personajes y en el profundo contenido de los textos. Comparto aquí mi muy personal visión:/
Mariano Ocampo -Pedro Kóminik-: Galán fiel, secreto militante de la ideología liberal, el personaje de este dandy tiene un obscuro perfil que se oculta como la cara perdida de la pérfida Luna: es un traidor, una falsa víctima de los tiempos y circunstancias. Tras la brillante apariencia de un empresario exitoso, se esconde un ser pusilánime y convenenciero cuyo gestus de acariciar constantemente un real de oro, nos revela a un hombre frívolo con sueños de ser revolucionario. Podemos en momentos odiarlo, ver asomarse a la maldad detrás de su rostro ambicioso y sin escrúpulos, pero quizás gracias a que el personaje fue estrictamente creado para este actor, nunca alcanzamos a detestarlo, nunca llega a ser tan insoportablemente indignante. El carisma de Kóminik rebasa todo intento de apasionamiento con el personaje en cuestión. Tal vez hizo falta hacer más énfasis en la debilidad de carácter de Mariano Ocampo, pero esto hubiera llevado a la utilización de otro género, y me queda claro que no se quería dejar un mensaje trágico al espectador. Sin embargo el uso de la tragicomedia para temas como este y en estos momentos es cruel y desgarrador: un final abierto es posiblemente la causa de las críticas que ha recibido la puesta, y en las que abundaré un poco más adelante./
Quien conoce el talento de este gran artista, no se sorprenderá al verlo bailar, escucharlo cantar y hacer varios personajes como dueño del teatro en donde se desarrolla la ficción. Y antes de que diga usted que el señor se luce, me adelanto a defenderle sin reservas, pues en los teatros de revista de principios de siglo era inexcusable entrarle a todo en los números presentados, y sin embargo, sólo tiene uno para él solo, por lo que no verá un concierto de sus habilidades, sino que encontrará variedad, no le quepa la menor duda.


Doña Genara Padilla -Pilar Boliver-: Hay que reconocerlo, la señora es graciosa por naturaleza, pero...sin demeritar la preparación actoral y los años de carrera que le anteceden, la también conductora de Farándula 40 está sobreactuada la mayor parte del tiempo. Instalada en la encarnación de Jim Carrey o de Dario T. Pie, no me gustó demasiado. Es cierto que de todos los personajes es la que más arranca sonrisas, pues entre su figura, los gestos y la voz, alcanza momentos de verdadera hilaridad con el público, pero sí, el humor que trabaja es muy cliché, y en las maneras a veces no se sabe si está uno viendo a La Roña o a La Manigüis. De acuerdo con sus tablas y talento, dudo que no pudiera sacarle una personalidad distinta a la ambiciosa administradora. Me parece que confió demasiado en su personalidad, en la naturalidad con que puede burlarse de las cosas y las personas, lo que afortunadamente para ella, le hace tener un buen click con la gente, que finalmente le regala una muy buena ovación. Aunque no tiene número musical, pues su personaje sólo administra los dineros, es muy gracioso verla queriendo robarse la escena en varios momentos. Seguramente le gustará.

Carlos Truchuela -Eugenio Bartilotti-: Si alguien se disputa el ángel con el protagonista, este actor es quien lo hace. Y no hablo del Ángel de la Independencia que sirve de fondo para un número musical, sino del halo de honestidad, talento y buena vibra que rodean al mencionado actor. Eugenio no sólo es bueno en los números musicales y en las diversas caracterizaciones, sino en su recreación de un Truchuela siempre taciturno, agobiado, sin esperanzas. Aun si esto fuera poco, el actor que parece estar en un gran momento de su carrera luce excelente en la comedia, muy versátil entre los números de "Jodoncio y Afrodisia" y "Los Pelados", este último, maravilloso. Por mucho uno de mis favoritos.

Y aquí es donde me gustaría hacer una acotación: no parece casual que el personaje que interpreta Bartilotti: dramaturgo y actor soñador, quien termina vendiéndole el alma al Diablo, se llame precisamente Carlos. ¿Una auto referencia, señor Pascual? El detalle me pareció un guiño triste, certero, aunque un poco superficial. El escritor constantemente cuestionado por su clase social o preferencia sexual, siempre hambriento de reconocimiento y fortuna, es capaz de hacer cualquier cosa en pos de obtener dichos beneficios. Pareciera un intento de Pascual por hacerse trizas, y con él a muchos grandes talentos de carne y hueso, encima de cuyas cabezas pesa la sombra de Televisa, esa empresa gigantesca que durante mucho tiempo abanderó los intereses del gobierno y que ahora lucha por deslavar esa imagen con muy contados aciertos. De ahí que me parece -al menos- un buen truco, escribir el papel para actores carismáticos en estos dos personajes: uno se llega a olvidar de que se traicionan a sí mismos y de que se disculpan todo el tiempo, incluso citando al mismísimo Brecht./
Las Tiples -Dalia Rodríguez, Olinca Velázquez, Verónica Alvarado-: Variadita la situación. Quien hace el papel de Carlota es una soprano que no entiendo si desafina a propósito, o es que las funciones han sido tan intensas, que le tienen horrible la voz a la pobre dama, aunque es sabido que quien alcanza notas muy altas cautiva al público casi por defecto, así que no le va mal en el aplauso. Quien hace el papel de Lupita al parecer es muy joven pero tiene todo para ser una excelente actriz, ya que a diferencia de las demás, transmite una energía muy positiva, de mucha franqueza y profesionalismo. Y quien aparece en el papel de Romualda, sobrina de Doña Genara, es la que menos brilla de todas, amén del encomiable esfuerzo que representa la preparación de los números en que aparece. Pero a fin de cuentas, en esa época, estrellas de revista como María Conesa sustituían su falta de técnica vocal con otros dones, como la chispa de una apabullante personalidad, y en este caso por lo pronto, el reparto está muy bien balanceado, no encontramos miscast alguno: la aspirante a dama de alcurnia, la que se siente diva y la representante de la mujer del pueblo están... que ni mandadas a hacer, producto del buen ojo de quienes tuvieron la responsabilidad de elegir al elenco. En las tiples se encuentra un equilibrio de caracteres que le va muy bien al concepto.

Los músicos son encantadores, su talento indiscutible y su arte, parte imprescindible del montaje; las canciones son fantásticas, me parece que originales de la época en la mayoría de los casos, por lo que ayudan a generar el ambiente melancólico por un México perdido; las coreografías son divertidas y el discurso...el discurso es demoledor: "El mundo está cambiando y por lo mismo, nosotros no debemos cambiar." "Los cómicos nunca hemos cambiado al mundo." (Ouch!)

Por diálogos como estos el trabajo ha recibido algunas críticas, como el haber desperdiciado "una oportunidad inmejorable de dar vino nuevo en odres viejos"(1) o se le calificó de "apenas una débil nota amable muy al margen de lo que interesa vitalmente."(2) Y sin afán de convertir esto en una apología de la obra, al parecer los periodistas citados se acercaron con demasiadas expectativas políticas dadas sus propias referencias históricas del género, mismas que no dudan en mencionar como argumento para respaldar sus opiniones.

Aquí les concedo un poco de razón, ya que el espectador nacional está ávido de propuestas comprometidas, sobre todo en tiempos de violencia y desencanto, pero no es justo politizar una obra que tiene tanto tiempo de producción, investigación y alma de los implicados, aduciendo una "moda derechista", es decir, una "invitación al inmovilismo ante cualquier cambio." Creo que no puede reducirse a eso: al menos a simple vista, este concepto no pretendía ser un panfleto político, por eso nunca lo prometió así la propaganda. Tampoco es una denuncia tan cruda como el más reciente filme de Luis Estrada, ni mucho menos un homenaje a los héroes de la patria como la última serie histórica de Televisa (en donde, dicho sea de paso, Kóminik y Pascual tuvieron una importante aportación teórica y artística).

Las Tandas del Centenario es una propuesta estética, un punto de vista personal, enrarecido quizá en cierta medida por el logotipo de los festejos oficiales, la beca del FONCA -dinero sin el que, seguramente los vestuarios y la escenografía no estarían tan lucidores-y el ansia de que alguien nos diga las cosas a quemarropa. Por lo tanto la obra no es un "mal melodrama" como lo califica la periodista en su artículo, es una "gran tragicomedia", tan grande que devela sin miramientos el motor de quienes se dicen artistas en la sociedad mexicana, y no sólo eso, sino que deja muy claro que los nuestros, como los de hace un siglo, son tiempos de una cruenta lucha por la supervivencia, únicamente justificable por el miedo en el que nos hallamos inmersos todos.

Cierto que una comedia en donde quedaran ridiculizadas las debilidades de Mariano o de Doña Genara podría haber sido más fuerte, más golpeadora, y la motivación a la reflexión tal vez sería más efectiva, se vislumbraría una postura más clara. Aquí sí coincido con Olga Harmony: "extraña en un escritor ganador del Premio Bicentenario de Novela Histórica." y además, con tanto callo dentro de este género.
También estoy de acuerdo con Bruno Bert en que al tratar de revivir la época del teatro de revista -casi abuelo de nuestro actual cabaret-"ni podemos reproducir lo de antaño ni tiene demasiada importancia hacerlo"...

...¡pero a este artista se le pegó la gana, ¿y qué?! Vive la liberté d'expression!! No está apelando a la movilización armada, es más, en la mayoría de los asistentes puede que apenas provoque la movilización intelectual, pero la movilización emocional está a flor de piel, es inevitable, pues nos pega en la nostalgia, y lo que es más laudable: los mexicanos actuales -y sobre todo las generaciones jóvenes- ¡alcanzamos a extrañar un país que ni siquiera conocimos en carne propia!, ¡añoramos unos tiempos en que los espectáculos populares eran aaaaaaaabsolutamente otra cosa! y eso en tan solo dos horas que se viven como una montaña rusa de sentimientos. La adrenalina es tal, que es casi seguro que le quedarán ganas de volver... pero de volver para verla una segunda vez, o si se puede, una tercera, ¿y sabe por qué? porque Las Tandas del Centenario no se parece a nada de lo que hay actualmente en oferta teatral respecto al tema.

Ya usted verá lo que quiera ver y se identificará con el personaje que usted quiera, que yo al menos, me encontré reflejada en Lupita: mujer mexicana, trabajadora, digna y sobre todo tontamente enamorada, muy -pero muy- a pesar suyo.

La temporada termina este domingo 26 de septiembre en el Julio Castillo, así que aún tiene una semana para disfrutar esta puesta que, lo que es a mí, me dejó satisfecha, inspirada, reflexiva...


♪♫"Y algo más también, difícil de decir...y algo más también, que no he de repetir..."♪ ♫ ;)


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lunes, 13 de septiembre de 2010

Reggaetón, sexo y juventud

Hace unos cuantos días acudí a un antro de esos en los que, a menos que llegues en Hummer o vestida como prostituta, tienes que hacer cadena.

Hacía mucho que no presenciaba que a alguien le dijeran "pinche naco", "mugroso malvestido", "gato" y otros piropos como pretexto para no dejarlo entrar. No fue agradable, pero (a no ser que deseara tener el mismo destino) sentí la necesidad de fingir indiferencia para no solidarizarme explícitamente con aquellos que seguramente, al igual que todos, llevaban dinero para gastar y ganas de pasarlo bien.

Luego de esperar alrededor de 10 minutos, "el Brian", chico de unos veintidós años, radio comunicador en mano, hiper delgado, rubio y con brillantito en la oreja, cansado de echarnos miradas a mi amiga y a mí para ver si respondíamos a su coqueteo, retiró la discriminatoria cadena disfrazada en terciopelo rojo y nos dejó pasar porque teníamos reservaciones.

No imaginarían esos tipos de afuera que este par de damas cuya apariencia podría ser la de dos monjas, (en comparación con los vestidos sensuales que vi en el baño) sabrían moverse mejor que cualquier rebote de escote o sacudida aburrida de trasero en minifalda. Ahí estábamos nosotras, tomándonos un descanso del trabajo, y festejando mi cumpleaños una semana después.

No faltaba el guardaespaldas de alguien, que con tal de ligarse a una nena, alardeaba pasándose el brazo por la nuca, con cuya acción dejaba ver el pistolón detrás del cinto (seguramente inversamente proporcional al que usted y yo sabemos). Tampoco los que se sienten inmerecidos, ¡infinidad de ellos!, y afortunadamente los más aquella noche, quienes van a lo que van: a bailar y a disfrutarse.

El caso es que, aunque nada escapa a mi -cuasi obsesiva- observación antropológica, tampoco yo pude escaparme y ¡¡bailé reggaetón!! Que ¿por qué la sorpresa? Pues porque, junto con la música de banda, este forma parte de mis géneros musicales menos favoritos, por no decir que prácticamente ¡no los soporto!

Lo bueno es que el festejo aquél me sirvió para hablar aquí de un tema que he venido prometiendo desde hace mucho, y sólo después de haber superado mi prejuicio, recordando que hay algunas cosas reggaetoneras que SÍ me gustan, es que me siento lista para hablar desde una percepción más amplia mi opinión sobre dicho ritmo. Así que, tomándome la libertad de citar una frase atribuida por el vox populi a Jack el Destripador: "Vayamos por partes."

La historia: Se habla de que este género surge ya en la década de los 70's, pero en realidad cuando empieza a agarrar fuerza es en los 90's, con esta aparente nueva revolución sexual femenina, presente en películas como La Sirenita, de factura Disney, donde hay una chica que lucha contra lo establecido y persigue su ideal máximo en la vida: tener piernas.

Es en este contexto en el que triunfan canciones como Te ves buena de El General (cuando bailábamos estas cosas sin saber en lo que se convertirían con el tiempo), cuya música era muy buena, pegajosa, cachondona, justo lo que necesitaba la sociedad de entonces para sentirse un poquito liberada. ¿Apoco no se acuerdan de la riquísima Muévelo? A mí, literalmente, me hacía moverlo, y con mucho gusto...

Luego de eso, como que hubo un compás de espera... dejó de oírse. Por lo menos en las estaciones de radio mexicanas, no había mucho de música como la que hacía El General, es más, no había nadie más que hiciera de esa música. Pero luego del progresivo aburguesamiento del rock, el jazz y el blues, comenzó a dirigirse la mirada hacia otro tipo de música y estilos que venían de las clases sociales más bajas, así se puso de moda el rap, porque el hip hop todavía parecía 'música de vagos' y no era programada por las grandes radiodifusoras, pues no se habían dado cuenta del negociazo que esto sería en un futuro.

Ya entrados en el siglo XXI la cosa se descaró completita: no había más dónde rascarle; si quería venderse música a las grandes masas, si quería elaborarse un producto con que el pueblo se identificara, habría que pegarle donde más le duele (y por ende, donde más le gusta): en el sexo.

Cabe destacar que tan solo en mi país, el reggaetón se impuso ante el resurgimiento de géneros igualmente populares como el ska y la música mexicana (tambora, ranchera), con la que tiene todavía su muy leal competencia. Es así que se fueron creando personajes icónicos del "ritmo ese nuevo", el que dice las cosas "al chile", tiene un tamborileo "bien sabroso" y se baila "bien acá". (Daddy Yankee, Don Omar, Nigga, Wisin & Yandel, por mencionar algunos de los más famosos, resaltando que es un mercado en donde predominan las voces de los hombres, con algunas excepciones como es el grupo La Factoría)

La música: Sencilla: predominio del bajo, las percusiones, voces distorsionadas, ecos, con bases electrónicas repetitivas (sus padres son los DJ's), mezclas -a veces mezcolanzas- de géneros y de ritmos. Ahí tenemos como ejemplo el romantic style de Nigga (sí, el de Te quierouó), más tendente a la balada, a la bachata, incluso a la música regional. Otros se inclinan por hacerlo sonar más hot como Daddy Yankee (La Gasolina) y otros por hacerlo sonar más elegante -para quien creía que esto era imposible- como Don Omar (Angelito).

Pero también tenemos el reggaetón -podríamos decir- puro, o sea, el que consiste únicamente en acelerar el reggae a 45 revoluciones, lo cual nos da (apegados a la teoría de que el estilo jamaicano representa el ritmo del pulso cardiaco en estado normal) la resultante de que el aceleramiento del ritmo es un estado de excitación completo del corazón humano.

Las letras: Bueno, aquí no tenemos mucha variedad. Como en toda la música que surge del pueblo, las dos grandes preocupaciones del reggaetón que en este caso están manifiestas son las mismas de siempre: la liberación sexual y en menor medida, la denuncia social.

Dentro de esta rebeldía de la población joven, lo que se expresa es un profundo descontento con la hipocresía de los adultos, de los gobiernos, de las figuras de autoridad en general. Con esto no difieren mucho de otras manifestaciones que ha tenido la cultura joven generaciones atrás, sin embargo, dado que los tiempos actuales se perciben quizá más caóticos al encontrarnos inmersos en ellos, la denuncia social ha pasado a segundo término. Canciones como las de Calle 13, que además fusionan ska y otros ritmos con el reggaetón, suenan divertidas, llanas, pero con un contenido social muy profundo (Tango del Pecado, Atrévete-te-te). Lamentablemente es sólo su connotación sexual lo que las hace tan famosas... y digo lamentable porque la liberación sexual que tanto se presume no existe, sólo es aparente.

El baile: Es curioso que el modo de bailar reggaetón tenga un nombre tan elocuente: el perreo. ¿Acaso la envidia de vivir como un amigo canino: libre de prejuicios y preocupaciones, tanto que no le importa hacerlo en la calle? ¿Tiene que ver el término despectivo de 'perro' o 'perra', aplicado a quien lucha por su propia satisfacción sexual sin importarle a quién puede dañar física o moralmente?

Poniéndonos rígidos para explicarnos las cosas, puede ser el baile el culpable de que el sexo sea el velo que cubre todo lo que está detrás del ritmo de moda. Es el baile lo que ha suscitado la peor indignación (¿eso qué?) en algunas esferas de la sociedad mexicana, especialmente en aquellos que a veces nos sentimos intelectuales. De ahí que los cantantes, los managers, y sobre todo, las disqueras, se hagan millonarios vendiendo este tipo de pornografía legal, pseudo arte erótico. El reggaetón se baila representando una relación sexual explícita: frotamiento de genitales peor que en lambada, movimientos y posiciones que aluden al coito o a todas las formas habidas y por haber de tener sexo. Pasos frenéticos que expresan una furia incontenible, provocaciones directas a la erección y a la humedad, nada sutil la cosa.

El perreo es el pretexto para vender esta música, más que el propio reggaetón, el perreo ES la moda. Como aludía en mi introducción al tema: la onda es vestirse como sexo servidoras, particularmente las mujeres. Es en nosotras donde se ve más que nunca la evolución en el atuendo: desde los tiempos en que era mal visto enseñar el tobillo, hasta hoy en que no dejar nada a la imaginación puede ser el pase directo a un antro exclusivo sin pedir credencial que demuestre mayoría de edad, ¡es impresionante!

En los hombres no ha cambiado mucho la vestimenta, salvo que con esta presunta liberación, ahora es menos mal visto 'jotear' en la pista o dejar a la vista algún accesorio muy gay que pudiera 'delatarle'. No obstante, los 'machos' siguen ostentando su virilidad a todo lo que da. Cuerpos de gimnasio, el pelo en el pecho y la preocupación por atuendos que dejen ver una buena posición económica siguen ahí: pantalón de vestir, cacle bien boleado, loción, cera en el pelo, camisa de marca, reloj grande, pistolón al cinto, etcétera, etcétera, etcétera... En el baile están bien definidos los roles: el macho y la hembra, o en su caso, el penetrador y el penetrado. Es aburrido, no es sensual, es grotesco, no es liberador, es una pose más de una juventud dolida y por mucho, sin modelos adultos que valga la pena seguir para inventarse una existencia. El perreo es patético, primitivo, triste.

El discurso: Son impresionantes el amor y el odio que se han generado hacia este tipo de música. ¿Por qué levanta pasiones? ¿Provoca? ¿Es vanguardista? Bueno, al menos ¿es artístico? Como todo tipo de manifestación cultural, es un reflejo de los tiempos en que vivimos en todo el mundo, una tendencia, un gusto por lo efímero, lo superficial, lo inmediato.
Preguntémonos también dónde está la pose que, hasta antes de este análisis, teníamos usted y yo. ¿No es un tanto clasista el prejuicio que presentamos hacia el reggaetón? Pues le informo que no sólo los pobres y los tontos escuchan reggaetón, aunque lo identifiquemos más con la gente de escasos recursos, ya sean estos económicos o intelectuales.
La violencia contenida en este ritmo pega a ricos y a pobres, toda la juventud está falta de oportunidades, toda la juventud tiene pocas opciones. No es un género que despierte conciencias, como lo hicieran alguna vez el rock o el ska. Esto es música hecha por gente muy ambiciosa para gente poco ambiciosa. Al igual que la cadena en el antro, la industria y los consumidores del reggaetón marcan fuertemente las desigualdades que existen no sólo a niveles locales, sino internacionalmente. Por un lado, los jóvenes latinoamericanos de todas las clases bailando esta especie de apareamiento vertical simulado, intentando olvidar por un momento su miseria existencial, en mitad de una sociedad que sólo les da un lugar por su potencial erótico. Por otro lado, la imagen del reggaetonero: esta especie de vándalo con dinero, algunos todavía con imagen más marginal, más auténtica, cercana al pueblo (Calle 13). Algunos con el modo de hablar del barrio pero con joyería en diamantes y trajes de Armani (Daddy Yankee).

Finalmente, centrándonos en el contexto desde el cual escribo, ¿cuál es la aspiración en este México de la juventud, en términos muy generales? ¿Ser narco o ser reggaetonero? ¿Nada más? Ambos parecieran ser las únicas opciones deseadas: dos personajes que destilan oro por todos lados, pero que a la vez tienen este enganche con los pobres, los desorientados y/o los perezosos mentales: el desenfado, la aparente humildad, lo buena gente que no perdieron nunca a pesar de ser millonarios. Este ser que ha surgido de abajo, pero que, sin dejar de ser el mismo ignorante (no habla bien, se le nota la escasa educación tan pronto abre la boca o camina), ahora goza de fama, fortuna y una vida sexual (hiper) activa. En tiempos de drogas, violencia y trata de personas, ¿qué más puede desearse en un mundo con futuro incierto? Si espantarse no es para tanto, por lo menos habría que preocuparse un poco. ¿No lo cree usted?

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viernes, 10 de septiembre de 2010

La Historia de México en manos de sus creativos

Sí, ya sé que he confesado en distintas ocasiones que esto del Bicentenario ya me tiene hasta el gorro, pero si hay algo de lo que me puedo alegrar, es de la producción artística que se ha desatado alrededor del evento del año. He aquí sólo una raquítica muestra de lo que el talento mexicano (y uno que otro extranjero apasionado en el tema) ha hecho para conmemorar dos siglos de un país rico en historias.
CINE

Revolución



Héroes Verdaderos



El Infierno



El Atentado



Hidalgo: La Historia Jamás Contada


Suertes, humores y pequeñas historias de la independencia


Batallón 52: historias que animan la Historia


Repensar la Historia


13 formas de amar a México



Mujeres Patria

TEATRO Y CABARET
(Sólo en la Ciudad de México)



La Güera Rodríguez



Las Tandas del Centenario



Festival de Cabaret 2010 "Pitorreándonos del Centenario"



Revo-Ilusión
Prohibido usar calzones de manta
Ensalada de heroínas: ni cómo ayudarlas
Rancheras Revolution...
...y una amplia propuesta escénica formal e informal sobre el asunto...

TELEVISIÓN


Discutamos México



Gritos de Muerte y Libertad


Los Minondo


LITERATURA
La Resurrección Maya (Steve Alten)
La Malinche (Laura Esquivel)
La novela fundamental sobre la intervención francesa en México (Francisco del Paso)
Ojos Azules (Arturo Pérez-Reverte)
Contra la historia oficial (José Antonio Crespo)
Pobre patria mía: La novela de Porfirio Díaz (Pedro Ángel Palou)
A la sombra del Ángel (Kathryn S. Blair)
Historias desconocidas de la Independencia y la Revolución (Trino)
La Constitución ilustrada por Trino (Christian Cymet)
La derrota de Dios (José Luis Trueba Lara)
2010: ni Independencia ni Revolución (Eduardo del Río, 'Rius')
Pendejadas célebres en la Historia de México (Antonio Garci)
Leona (Celia del Palacio Montiel)
La Insurgenta (Carlos Pascual)


Y más de un centenar de títulos...
Hay gran variedad y para todos los gustos. Y a usted, ¿qué se le antoja VER?
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