miércoles, 28 de octubre de 2009

Hablemos de las guarderías

Los seres humanos comenzamos a socializar desde el primer momento en que tenemos contacto con alguien más de nuestra especie: ese momento es, en la gran mayoría de los casos, cuando conocemos a nuestra madre y a nuestra familia más cercana.

De ahí aprendemos gestos, sonidos y movimientos que representan algo, que nos servirán para algo. Por eso la sonrisa que enternece, el llanto que alerta, las palabras que nos ayudan a explicarnos mejor la vida y a explicar mejor la vida. Socialmente nacemos ahí, en el seno de la familia, observando con nuestros ojillos tiernos la dinámica de relaciones que poco a poco vamos internalizando y dándole nuestro toque personal.

Sin embargo, el verdadero momento en el que hay que poner a prueba todo lo aprendido en nuestra casa, ocurre en cuanto pisamos una escuela. Es entonces cuando entramos en contacto directo con seres educados de diferentes maneras, gente que aprendió otros gestos y otras palabras, otros modos de supervivencia y otras mañas. Sí, la escuela es el lugar en el que inevitablemente todos tenemos que caer tarde o temprano.

Hace algunos años, la educación preescolar no era obligatoria, por lo que muchos niños llegaban a este espacio determinante en sus vidas cuando ya tenían unos seis o siete años. Esto podría parecer ventajoso porque en el mejor de los casos, llegaban ya con cierta madurez y firmeza en sus personalidades, lo que podría hacerles más llevadera la dinámica de la socialización; pero ahora que cursar el Jardín de Niños es absolutamente obligatorio, la edad en la que esto pasa se reduce hasta los tres años.

No conforme con esto, hay niños que salen de casa para entrar a un espacio compartido con otros niños, desde su más tierna infancia: me refiero a los pequeños que por necesidades específicas de sus madres, tienen que caer en una guardería.

Esto es una realidad, no es algo que pueda evitarse, vivimos en ciudades caóticas con estilos de vida demandantes y con cada vez más madres trabajadoras que, ya sea que no cuenten con el apoyo de una pareja, o bien, que ellas mismas tengan que ser el apoyo económico de su pareja, tienen que salir a ganar el sustento para los hijos desde muy temprana hora, y conservar sus trabajos sin poder darse el lujo de amamantar y tomarse tres años para ser madres de tiempo completo en lo que sus hijos van a la escuela. Las guarderías, si no existieran, alguien tendría que inventarlas algún día, ya que son un mal necesario.

Pero también pueden ser un bien. Recuerdo haber tenido discusiones levemente acaloradas con personas que, ya siendo madres, maestras o simples personas que se creen con el derecho a opinar sin conocer, despotricaban contra la sola posibilidad de enviar a los niños a lugares como estos. En mi caso, fui educada en casa bajo la protección de mi abuela, y después cuando fui madre, tuve la necesidad de encargar el cuidado de mi pequeña a otras personas desde sus primeros meses de vida, así que puedo hablar del contraste entre su personalidad y la mía. El ser educado por alguien de la familia, en este caso los abuelos o los tíos, que son muchas veces quienes más están a la mano para ayudar, no siempre es la mejor opción de todas. La protección recibida en mi caso, únicamente sirvió para formarme una personalidad introvertida que he luchado con uñas y dientes para liberar de su prisión. En cambio un niño criado en guardería obtiene mucha más independencia, mayor conocimiento de la gente, más fina percepción de las cosas, mayores mecanismos de defensa ante la sociedad devoradora.

No voy a mentir diciendo que no hubo malas experiencias, en mi caso, leves, como rozaduras en las pompas o un día en el que supe que no quiso comer nada, tal vez algún problema con un compañerito o que le contagiaran la gripe o se enfermara del estómago. Esas cosas suceden.

Tampoco he de decir que nunca me preocupé, que no hubiera preferido de alguna manera ser yo quien estuviera a cargo de la pequeña de tiempo completo en lugar de otra persona, ni decir que no sentía horrible los primeros días el dejar a mi más preciado tesoro con su gorrito rosa y su dotación de biberones mientras yo me iba a estudiar o a trabajar para superarme y ofrecerle mejores cosas en la vida... pero si desde el primer momento tenemos la certeza de que los hijos no son propiedad de uno, sino sólo una responsabilidad, el espectro cambia, y puede uno suspirar y seguir adelante, dejando en claro que lo que uno está encargando es lo más valioso para uno, y que si algo le llegara a pasar, habría una leona enfurecida que acabaría con todo aquél que osara maltratar al cachorrito.

Si uno se ocupa de brindar el soporte educativo que le corresponde desde casa, incluso desde los primeros meses de vida, creando un vínculo fuerte que le dé seguridad al bebé, que no le permita ser manipulador o susceptible de abuso, uno puede tener la tranquilidad de que el hijo se comportará adecuadamente, y que obtendrá los regaños que merece y no más.

El error de muchos padres de familia es aventar a los pequeños en lugares donde no se cerciora de las personas que están a cargo, ni está al pendiente, ni hace preguntas todos los días, ni deja saber a los encargados de que efectivamente, lo que tienen que cuidar no es un mueble, sino una persona. La responsabilidad no es sólo de las guarderías, sino de los padres, y de ahí hasta que los hijos son adolescentes, no hay que despegarse de esa atención y esa preocupación por saber lo que pasa, lo que está detrás de la gente que se encarga de tenerlos la mitad del día.

No se vale que se ataque tanto a las guarderías desde un gobierno hipócrita que fomenta la unión de la familia y sataniza a los lugares de cuidado que, digámoslo como es, tienen una labor muy importante en esta sociedad, indispensable diría yo. No se puede cantar y comer pinole, decía mi abuela, y las familias cuya unión promueve el gobierno de la derecha, tenemos que comer, debemos trabajar, las madres solteras particularmente, necesitan ganarse el pan y salir adelante en un país donde las cosas no se les facilitan para nada.

Hoy parecen estar de moda las noticias de tragedias en las guarderías, desde el incendio de una de ellas, la tristemente célebre ABC en Villahermosa, ha comenzado una verdadera cacería de brujas contra estos centros, y muchos de ellos están cerrando. Cabe aclarar aquí que este caso es especial, pues ha destapado muchas coladeras malolientes a costa de las vidas de muchos pequeños, pero es un caso tan doloroso y complejo, que no puedo opinar todavía con el rigor que debiera.

Hablo más bien de que luego de esta tragedia, el oportunismo de los medios para buscar más ratas ocultas en estos centros, ha sido llevada al extremo: después vino el caso Casitas del Sur, en donde hasta de trata de personas se habló, y en cuyo caso "cerrado" sigue habiendo muchas irregularidades. Pareciera que se buscara desprestigiar a todos estos centros con el ejemplo de los mal administrados, los mal habidos o los mal encausados. Cierto que hay que voltear a ver qué hay detrás de esto, para que un caso como el de ABC no se repita, pero no es justo agarrar un "tema de moda" nada más para rellenar un noticiero.

Hoy por la mañana veía el caso de un niño que fue violentamente golpeado y mordido ¡por uno de sus compañeritos!, acentuando la negligencia de los cuidadores. Entiendo que este tipo de casos se tenga que demandar, pero ¿darle más de media hora a una noticia como esta? Me parece francamente perverso, exagerado, y por demás tendencioso.

Lleve a sus hijos a guarderías si tiene que hacerlo, las guarderías no son del diablo, y usted no es peor madre por tener que dejar sus criaturas al cuidado de unos brazos extraños, siempre y cuando haga su parte y asuma su responsabilidad con respeto y amor.

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