miércoles, 25 de febrero de 2009

¡Los Jaigüey al rescate! Crónica de una tragedia

¿Debe un súper héroe sentirse satisfecho lo mismo si salva a un gatito que a un enorme tren de pasajeros? ¿Importa lo mismo la abuelita agradecida que la multitud vitoreando al unísono? ¡Quién lo sabe! Lo que ahora relataré me hizo pensar mucho, mucho en las posibles respuestas.

El día de hoy me sucedió una tragedia por partida doble, triple, ya perdí la cuenta: acababa de comprar un libro y estaba por entregar dos más en la biblioteca. Dos libros rarísimos que no se consiguen fácilmente, y que ahora tendré que pagar porque juntos se fueron de viaje a las manos de quién sabe quién. Hoy viví en carne propia la desgracia de vivir en un país donde si alguien se encuentra algo, "¡Matanga, dijo la changa!, lo caido, caido"

Busqué como desesperada, siguiendo cual sabueso el rastro dejado en los lugares visitados de la Universidad. ¡Porque fue dentro de la Universidad que sucedió! Tuve que salirme de una conferencia importantísima porque simplemente no podía concentrarme. (No me la voy a acabar con mis maestros, ya los oigo. ¡Dejar con la palabra en la boca a un discípulo de Cornelius Castoriadis, nuestro autor base desde el semestre pasado!) Aquí ya iba doble tragedia.

Por suerte pude entrar al concierto de Los Jaigüey, el proyecto en el que Poncho Figueroa, bajista de Santa Sabina tiene el papel de front man. Como era de esperarse, sobraban dedos en el cuerpo para contar a los asistentes: la paradoja de mi Universidad.

El otro día vino Pedro Kominik y más de la mitad del auditorio se perdió de un orgásmico espectáculo lleno de alegría y de una hermosa voz, han venido concertistas de Bellas Artes, la rockera Teresa Estrada, entre muchos otros, y el auditorio: vacío... así ha pasado últimamente en mi casa de estudios, luego del paro de hace unos meses, de los cambios administrativos y de la habitual apatía de los futuros educadores de México. Triste, triste, y vergonzoso.

Da pena propia y ajena no cubrir las expectativas de una banda que venía -estoy segura- con toda la emoción de presentar su material en una Universidad PEDAGÓGICA. (¡Jaigüey! ¡Estos cuates han de ser super cultísimos, a ver si damos el ancho!) Y al llegar y tocar, ¿qué? Creo que de entrada Ricardo Jacob, se quería echar a correr.

-¡Gracias a ustedes que vinieron!- hablaba Poncho al micrófono
-Algunos...- murmuraba el baterista

Dos veces amenazaron con dar por terminado el repertorio antes de cubrir las diecisiete canciones anunciadas en el programa de mano, y -a Dios gracias- los pocos que estábamos no los dejamos huír. Por más de una hora y media nos permitieron disfrutar de un concepto que de entrada, se antojaba interesante: Gustavo Jacob, un flaquito con enorme parecido a un maestro de Filosofía de la UPN (Martín Hernández, saludos), de anteojos y mirada perdida en el sonido que sus dedos arrancaban prodigiosamente a la guitarra eléctrica. Parecía un tímido muchachito, de esos que no encuentran pareja para bailar en las fiestas, de hecho porque no baila, porque lo único que hace es hablar con notas y no puede entablar otro tipo de conversación... eso parecía. Pronto descubrí que era el típico "mátalas callando", de sonrisa pícara y mirada maliciosa cuando se comunicaba con sus compañeros, además, talentosísimo, y no es cebollazo.

Del otro lado el bataco, que a su vez hacía los coros. Fuerza imponente, ritmo contagioso y potente voz , el más impaciente, el cara de "ya vámonos". Probablemente hermano del otro, por el apellido, pero poco parecidos físicamente. No quería seguir, se le notaba, pero desquitó el sueldo -si es que lo hubo- muy dignamente.

Pero entonces Mr. Incredible, voz principal y bajo hizo lo que tenía que hacer: simplemente ser él mismo, y relajado nos deleitó con la hermosísima "El lenguaje del amor", una rola que me conmovió muchísimo, la riquísima "Linda motorista", que inevitablemente me llevó de paseo a la playa, y algunas más locochonas como "Pedernal" y "Qué pató?"

Descubrí a la banda de Los Jaigüey, luego de haberlos conocido "de vista" navegando por la red, recreados en los personajes de South Park y con una primitiva animación en flash, nunca había oído su música. Por suerte llegaron a bajarme del árbol donde me encontraba aterrada, pensando en mis libros perdidos y en la conferencia que será referente seguro para muchas clases y que no pude escuchar. Me llevaron por las buenas, tal vez muy a su pesar, pero me hicieron sentir muy bien, me inyectaron su música. Fue algo muy raro.

Siempre pensé que los músicos leidos y escrebidos eran tan fríos que jamás me harían vibrar como ahora. Tal vez yo estaba sensible, tal vez me hacía falta oír unas cuantas notas en lugar de palabras sabias como las del conferencista. Tal vez necesitaba perder esos libros para darme cuenta de que ya estaba perdiendo la cabeza, no sé lo que haya sido... el chiste es que Poncho y sus amigos me recordaron que aún sigo viva.

Poncho, Mr. Incredible, me quito el sombrero... ¡realmente me comunicaste con Dios! -¡jajajajaja!- ¡me llegó su mensaje! Precioso místico rockero, simpático, neto, te quiero.

...bueno, después de éste lapsus de fanatismo, emocionada porque tal vez me leerá, reitero mi agradecimiento con el grupo, y lo hago extensivo al arte en general. Los mejores momentos de la Universidad los he pasado en ese mismo auditorio, cuando después de un día difícil mando todo a la chingada y me meto a ver qué hay en ese sitio que se ha convertido en la enfermería del alma. Creo que todos en esa escuela deberían hacer lo mismo, dejarse de somnolencias y buscar el electroshock del arte...

...hoy para mí fue un mal día, y no habría valido la pena de no ser por los ojos amables de Poncho, su franca sonrisa, su enorme sensibilidad que lo convierten en un artista verdadero, y por supuesto, por la excelente mancuerna que hace con los músicos Jacob, que juntos se llaman Los Jaigüey y que hicieron conmigo su buena obra del día.
ACTUALIZACIÓN DE ÚLTIMA HORA, UNA IMAGEN DE ESA VEZ:


AHÍ SE VE MI CABEZOTA FRENTE A PONCHO :)

martes, 24 de febrero de 2009

El lado oscuro del corazón (Apología de mí misma)

ADVERTENCIA:
Si usted llegó buscando información sobre la película del mismo nombre, pierde su tiempo, este post no trata de eso. Gracias



Hace algunas semanas agregué el post que precede a éste, y después tuve la oportunidad de convivir muy de cerca con una amiga que podría escupir sobre lo que el mismo dice.

Nótese que nadie me ha pedido que dé explicaciones sobre lo antes vertido en este espacio, pero el espejo que son los otros y que me devuelve una imagen muy fuerte de mí misma, me hace tener la necesidad de hacerlo.

La postura que antes manifestara no es una actitud superficial ante la vida, tal como intenté dejar claro al hablar de los muchos males que aquejan al mundo, y que son motivo de preocupación obligatoria para todo ser humano que se precie de serlo. La postura de "ver la vida en rosa" tiene que ver, en mi caso, con un camino de regreso, no con una evasión o un estancamiento. No le doy la espalda al mundo "esperando me avisen apenas se ponga lindo", como aquél personaje de Quino. No me encierro en la burbuja dorada esperando que llegue mi príncipe azul cabalgando a rescatarme de mi encierro, mientras cepillo mi larga cabellera o me duermo durante cien años: el querer mirar que la vida es bella obedece a todo un proceso de análisis más profundo, plagado de situaciones muy difíciles y de muy duras decisiones.

Mi amiga es una mujer que lucha incansablemente por las causas sociales, no para. A menudo se le ve envuelta en más tareas de las que puede cumplir cabalmente, con su cámara de fotos colgada al cuello, retratando las incongruencias que encuentra en cada esquina, es actriz, pero va como oyente a clases de alemán, recita poemas en los camiones, organiza eventos subversivos para protestar por ésto o aquéllo, es amiga de artesanos y de danzantes aztecas, quiere juntar dinero para ir al desierto en Semana Santa y aventarse un viaje de peyote inolvidable. Está haciendo su tesis sobre el Teatro del Oprimido, vende películas de autor, va a clases de natación, está en un grupo de danza contemporánea, está montando una obra de teatro conmigo y a veces pasan días en que no llega a su casa porque se queda en casa de amigos donde le agarra la noche. Le falta tiempo y vida para hacer todo lo que quisiera hacer.

Alegre, sensual, parlanchina, y muy firme en sus ideales desde hace al menos cuatro años que la conozco, esta mujer me enfrenta conmigo misma aún sin pretenderlo. Tal es el golpe, que me encuentro escribiendo sobre ella imaginando la expresión de sus ojos y su gesto de desaprobación ante tanta melcocha absurda sobre los cuentos de hadas y el amor de pareja. Cualquiera diría que yo debería agachar mi cabeza sonrojada ante tanta actividad de ella, que debería dejar de ver historias de amor porque en mi -no muy cómodo- asiento frente a la computadora, no aspiro a cambiar ni el más mínimo porcentaje de lo que ella logra moviéndose de un lado a otro.
Me pido y me otorgo la oportunidad de defenderme porque no es cierto.

Esta mujer me diría con justa razón y sin pelos en la lengua, que el mundo es más grande que mi habitación, que por eso estoy gorda, como estarán en el futuro todos los habitantes de la tierra, esos que tendrán sus ojos rojos frente a una pantalla sin pensar un carajo, y que comerán Chips Ahoy! mientras agrandan su cintura y su trasero al mismo tiempo que empequeñecen su cerebro. Que así nunca voy a hacer nada, que si quiero mover conciencias, no voy a hacerlo desde una galería elitista, desde un blog elitista o desde una universidad elitista. Me diría que no todos tienen el privilegio de visitar el arte que está encerrado en los teatros y en los museos, y yo asentiría cabizbaja. Me diría que no todo el mundo tiene acceso a Internet y que nosotras somos burguesas por tener el privilegio de ser universitarias, que el pueblo verdaderamente necesitado, el que tiene hambre de que se le lleve al arte y el conocimiento a sus barrios y comunidades, normalmente está alejado de este mundo en el que yo me muevo y en el que pienso inocentemente que estoy haciendo algo importante...

...le daría muchísima razón, pero no toda.

Mirar a mi amiga en esas condiciones me hace recordar inevitablemente a la que antes fui, y me hace contemplar una alta probabilidad de que, si las circunstancias en mi vida hubiesen sido distintas, yo estaría junto con ella en las marchas, en la calle, platicando con los vagabundos, durmiendo en el suelo, fumando yerba y echándole siempre la culpa al gobierno y las clases dominantes. Negándome tajantemente a Televisa y TV Azteca, a Walt Disney y a Mc Donald's, procurando consumir sólo alimentos del país, fijándome que lo que me eche a la boca no sea transgénico, guardando la basura para reciclarla, disfrutando mi sexualidad plenamente y con toda libertad, despreocupándome -más- por la imagen que hay que mostrar socialmente, bañándome con menos frecuencia para ahorrar el agua del planeta y viajando de aventón por todo el país. Probablemente yo sería muy parecida, probablemente sería tan aguerrida como ella, tan loca como ella lo es a su manera, tan activa, sin nada que perder ni ganar.

Porque de verdad, no estoy en desacuerdo con nada de lo que ella está enteramente convencida. Tengo ante muchos temas, ciertas reservas, pero comparto la indignación, la inconformidad y el encono contra el abuso del poder en todas sus facetas. Comparto la idea -más que obvia- de que la gente está ciega, de que nos estamos acercando peligrosamente al mundo distópico que tanto han predicho escritores y cineastas, y estoy cierta de que si uno tiene conocimiento, hay que compartirlo, que no se puede uno quedar de brazos cruzados si como dice Silvio: "Dar con una razón, alumbra deberes". Y ya que estamos desde hace un rato con el trovador cubano, recuerdo aquélla canción "Debo partirme en dos":

"Yo también canté en tonos menores,
yo también padecí de esos dolores,
yo también parecía cantar como un santo,
yo también repetí en millones de cantos:
Te quiero, mi amor, no me dejes solo,
no puedo estar sin tí, mira que yo lloro...
Pero me fui enredando en más asuntos,
y aparecieron cosas de este mundo:
fusil contra fusil, la canción de la trova,
y la era pariendo se puso de moda.
Debo partirme en dos, debo partirme en dos.
Unos dicen que aquí, otros dicen que allá,
yo sólo quiero decir, yo sólo quiero cantar
y no importa que luego me suspendan la función..."

Ese era un himno en mi vida, cuando dejé de sentirme de la high sin serlo, y me empecé a vestir de huaraches y morral, con muchos colores y ropa artesanal estilo Frida Kahlo. Cuando, aún habiendo hecho un poco de lado el terciopelo negro, tenía el alma tan dark como ésta página, cuando todo me enfadaba, todo me producía una amargura y una depresión galopantes, cuando -incluso hace poco, en plena carrera- llegaba a mi casa a llorar por haber elegido una profesión que llegué a creer inútil, utópica, obsoleta. Podía haberme cortado las venas por sentir que no servía de nada estudiar la ciencia de la educación en un país como éste y en un momento como éste.

Por eso digo que la decisión de focalizarme en lo bello de la vida es un camino de vuelta, que no es que quiera estancarme en ese estadio. Descubrí que prefiero vivir la vida en rosa que vivir estacionada en el lado oscuro del corazón, mismo que también tiene su encanto y que momento a momento me equilibra cuando quiero volar muy alto. Respeto a mi amiga y admiro lo que hace, le aplaudo la valentía y la determinación que muy poca gente tiene en estos tiempos desoladores, pero ante todo le agradezco que aún sin saberlo, me ha confrontado, me ha hecho dar la vuelta y replantear lo dicho. Llego al mismo punto: por ahora he decidido vivir así, ya que basta que algo se ponga de moda para que me fastidie, y yo, ya estoy cansada de sentirme emo... aunque... creo que podría hacer todavía más por mi mundo ensombrecido por lo gris de la desesperanza.

lunes, 2 de febrero de 2009

Mi vida en rosa (Apología de la Telenovela)

ADVERTENCIA:
Si usted llegó buscando información sobre la película del mismo nombre, pierde su tiempo, este post no trata de eso. Gracias



¿Qué sería de las almas solitarias, los desadaptados sociales y los insatisfechos sexuales si no existiera la telenovela? El mundo seguro sería aún peor.

No se espante usted con mis palabras, que yo sé que a través de la historia se ha demostrado que las telenovelas tienen gran culpa de la educación sentimental de los pueblos, y que a pesar de que el género ha dado vida a muchas de las mejores historias jamás escritas, el cine y la televisión han conseguido que el melodrama se abarate, se acorriente y se degrade.

Tendrán que estar de acuerdo conmigo en que cuando una historia se lee, las sensaciones son más ricas, más intensas, dado que cada quien le pone de su cosecha personal características que sólo uno conoce, sólo uno valora, sólo a uno le emocionan. Por eso nos gustan las novelas, las obras de teatro, la poesía, por eso hay Best Sellers que hablan no sólo de las cosas que uno se pregunta sobre los misterios de la vida, sino que pueden ser universales porque tienen "eso" que engancha, y que hace que miles o millones de personas alrededor del mundo se identifiquen con esas letras. Por eso Corín Tellado, conocida como "la inocente pornógrafa" es la mujer que ha vendido más ejemplares de su obra en el planeta, sólo después de Shakespeare y de la Biblia, según dicen los datos duros.

Porque el mundo necesita el amor, necesita creer, necesita aferrarse a un sueño, a una fantasía.

Con la creciente desilusión que dejan las religiones al estar sustentadas en políticas humanas y no divinas como presumen, con la impotencia que deja en los marginados la certeza de que haciendo lo que hagan, no cambiarán de esfera social por más que se esfuercen, sólo quedan en esta vida dos caminos a seguir: la esperanza o la violencia...a veces el primero lleva al otro, pero el segundo jamás llevará al primero.

Me explico mejor: el ser humano tiene la capacidad de imaginar, de ver lo que no se ve, de percibir lo que no es palpable, y no hace falta ser artista o genio para tener esa sensibilidad, todos la poseemos. Como diría Silvio Rodríguez, y dice bien: "yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible, se sabe demasiado". Así pasa cuando leemos una novela, un cuento o una historia de ficción, somos capaces de depositar ahí nuestros anhelos, nuestros miedos y nuestros más hondos secretos, podemos creer en un amor que es posible muy a pesar de toda adversidad. Podemos soñar con que, sin importar nuestro físico, nuestro oficio o nuestra clase social, tenemos la posibilidad de amar y ser amados, de encontrar esa media naranja que nos valore como personas, como individuos únicos e irrepetibles... y eso es lo que nos hace tener la esperanza en un mundo mejor, en que llegará el día cuando los seres humanos se den cuenta de la verdadera esencia de la belleza, y cuidarán el tesoro de la vida como lo que es: un verdadero milagro.

Eso es lo que a quienes vivimos en el ensueño nos mueve para intentar violentar conciencias, para querer sacudir las almas de aquéllos que nos leen, que nos oyen, que nos miran actuar. No empezamos al revés, en la violencia desnuda, sin sustento, dolorosa y lastimera, no. Empezamos soñando, creyendo a pesar de la adversidad, a pesar de los golpes de realidad que nos amoratan el rostro cada vez que salimos a la calle o encendemos el canal de las noticias. No se vale empezar la mañana enterándonos de a quién mataron y por qué causas injustas pasó, cuando debiéramos oír un disco de música clásica al despertar y tratar de mantener esa armonía hasta la tarde y noche, intentando ser mejores.

Y no estoy hablando de evadirse de lo que pasa, no señor. La realidad nos muerde, no podemos dejar de sentirla porque entonces ya no seríamos seres humanos, sino otra cosa muy cercana a un robot. No podemos ignorar mientras viajamos a cumplir nuestras responsabilidades, que hay basura en las calles, por ejemplo, pero no podemos ir levantando lo que otros tiran en cada esquina. No podemos ignorar que en cada estación hay un ambulante o un mendigo, pero tampoco podemos comprarle y darle una moneda a todos y cada uno de los necesitados que hallemos al paso. No podemos ignorar que hay pobreza, enfermedad, ignorancia, desigualdad, injusticia a nuestro alrededor, pero no podemos sentarnos a llorar de tristeza o rabia por cada persona que muere de hambre, por cada civil que muere en la guerra, por cada inocente que es torturado, por cada pobre que es humillado, por cada ignorante que es engañado... no es posible.

Queda endurecerse un poco, hacer de tripas, corazón, como dicen en mi México, tener la esperanza de que algo se puede cambiar poco a poco, y tener la conciencia de que nada de lo establecido se erradica de la noche a la mañana y sin que haya mártires que paguen por ello. Queda trabajar, hacer patria en cada calle, con cada persona... pero para hacer tan compleja tarea hace falta no dejar de soñar en lo más simple: el amor entre dos personas, el amor de pareja.

¿Qué si no, satisface cuerpo y alma en plenitud? Sólo el arte, dirán algunos, pero sólo cuando es reconocido y valorado por un gran número de personas que te hacen vibrar en un orgasmo de aplausos cuyo éxtasis no supera un encuentro sexual... pero si no es así, no hay cosa que iguale a la sensación de carne y espíritu satisfechos al por mayor.

¿Por qué la idea de un amor ideal es alguien que sólo tenga ojos para uno, se endiose con uno y sea cien por ciento correspondido por uno? Es sencillo: porque la gente que lucha todos los días por ser mejor persona, por sobrevivir honestamente en un mundo deshonesto, esa que entiende el valor de un abrazo y no recibe más que frialdad, tiene muy cierto que lo que está haciendo es lo correcto, que lo que piensa es razonable y justo, y por lo tanto, necesita que se le reconozca.

Por otro lado, quien ha cometido errores, pero que no ha tenido la oportunidad o el tiempo de convertirse en un ser de piedra, es consciente de lo que ha hecho mal, sabe que no ha sido correcto, y ruega por que alguien se ponga en contacto con su lado bueno, y le redima por todos los males cometidos. Por eso es que tienen éxito las novelas.

El ser humano en general busca la aprobación, la aceptación de los otros... pero como nunca vamos a quedar bien con justos y pecadores, necesitamos al menos UNA persona en el mundo que nos comprenda, que nos valore, que nos quiera tanto, que tenga ganas de abrazarnos y besarnos todo el tiempo, que sea capaz de dar la vida por nosotros, y que a la vez sea capaz de sacarnos de nuestra coraza para que nos sintamos capaces de sentir lo mismo. Una persona que aprecie nuestra compañía por encima de la compañía de cualquiera, nuestra opinión y nuestro bienestar por encima de la opinión y el bienestar de cualquiera, y que a la vez respete nuestro espacio y mantenga su distancia cuando queramos estar solos, que sea una persona segura de sí misma que a la vez nos haga sentirnos seguros de nosotros mismos: esa es la pareja perfecta.

¿No miento, verdad? Muchos habrán asentido al leer lo anterior.

El ideal de pareja perfecta se encuentra claramente retratado en la inmensa mayoría de los melodramas televisivos y en el cine. El error que han tenido muchos de ellos ha sido alejarse de una esencia cuidadosa de la historia. Si bien es cierto que los personajes secundarios y situaciones paralelas dan mucha vida a la línea principal, también lo es el hecho de que se ha abusado del uso de personas famosas, populares por lo vulgar, atractivos visuales extremos, énfasis en lo sexual y en el modelo de belleza establecido, demasiada atención en los valores que, según la época y el lugar, son considerados adecuados, de actualidad o convenientes para quienes manejan el poder -más recientemente quienes manejan un mercado que necesita sociedades consumistas y en apariencia rebeldes ante lo viejo y tradicional-.

Por eso las historias recreadas por modelos en lugar de actores, escritas y dirigidas por empresarios en lugar de dramaturgos, y publicitadas por vendedores en lugar de creativos honestos, son cada vez menos impolutas, se encuentran invadidas de basura, tanto que vuelven al producto mismo una basura.
Pero quiero retomar la pregunta del principio: ¿qué sería de quienes no nacimos con la fortuna de los que no engordan aunque se traguen la vaca entera? (en éste mundo hay que estar obligatoriamente esbeltos luego de que McDonald's y el fast food nos han hecho un daño generacional peor que la radiación en Chernobil). ¿Qué sería de quienes no poseemos las características físicas y sociales que nos dicta la moda? ¿Estamos condenados a no sentir con la misma intensidad los besos y caricias que se dan en sus rostros y en sus cuerpos perfectos quienes salen en la tele? ¿Será que no podremos jamás salir del hoyo de la ignominia o el anonimato?, ¿No debemos seguir en la ilusión de que alguna vez encontraremos a esa pareja perfecta que cubrirá todos los requisitos mencionados?

No lo sé... "ya bájate de tu nube", me dirán algunos, pero yo rescato ese tipo de telenovelas: esas que, a pesar de basarse en fórmulas dramáticas básicas, tienen su encanto en la belleza de la esperanza. Ya hablando más a título personal, ¿qué sería de mí sin Yo soy Betty, la fea, por ejemplo? Una mujer que a pesar de las burlas por no encajar en el estereotipo de belleza predominante, demuestra que su inteligencia y su lealtad son más valiosas para enamorar a un hombre que la superficialidad de las demás mujeres bellas que puedan rodearlo. ¿Y qué me dicen de Café con aroma de Mujer, anterior a la de Betty, pero de la pluma del mismo autor, Fernando Gaitán? El colombiano tiene talento y sensibilidad superiores a la de muchos escritores actuales. Una mujer puede superarse, abrirse paso en la vida y no olvidar sus raíces, ser valiente, decidida, y no por ello negarse al amor. Un hombre puede reconocerse débil, vulnerable y equivocado, entregarse al amor sin reservas y contra toda necedad de cualquier otro tipo.

Mi adorable Kim Sam Soon, "hitazo" coreano. ¿Quién dijo que una mujer gorda y mayor de edad no puede enamorarse como si tuviera quince y ser correspondida de igual forma? ¿Está mal tener ese encanto y esa ternura aún cuando ya se pasó de los veinte años? ¿No se vale amar como si nunca nos hubiesen lastimado?

Cada quién tendrá alguna con la que identifique rasgos personales en particular, pero en mi caso, las novelas que pintan la vida tal y como es, con sus matices y traiciones, terriblemente humanas, esas son mis consentidas. No creo que sea justo encerrar en una sola celda a todas las telenovelas y condenarlas al desprecio generalizado. Hay historias que son buenas así: rosas-rosas. El tratamiento de los personajes no degrada a nadie, es digno. La convención del cuento de hadas está ahí, pero jamás te olvidas de que hacer el amor con amor es posible, es lo idóneo, y es tan real como la camioneta de Salubridad llevándose salvajemente al perro callejero. Una lágrima de felicidad durante el beso es tan real como el hacha sobre la cabeza de la foca, y un abrazo que estremece por sí mismo es tan posible como la más cruel de las cosas que vemos a diario.

Así que le invito a que vea telenovelas, buenas telenovelas. Goce historias de cine conmovedoras, cursis, rosas. Lea más al amor que a los periódicos. Supere la amargura de un mundo descompuesto, y sin cerrar los ojos, siga mirando a la luna, suspirando porque es la misma que en algún sitio de la tierra, está mirando el ser que nació para estar con usted, para ser el amor de su vida.