miércoles, 24 de septiembre de 2008

Festejando a México

Me tocó vivir una infancia feliz llena de representaciones simbólicas. Al menos una vez al mes acudía a la Basílica de Guadalupe a dar gracias a la Virgen por los favores recibidos, mi abuela me acostaba con una oración y me hacía besar la estampa de la señora vestida de tricolor. Crecí creyendo fervientemente en los Reyes Magos, así como en el Ratón Pérez y los Héroes de la Patria.

Cada lunes la directora del Colegio insistía en que había que fortalecer nuestras raíces, practicábamos danzas prehispánicas, escuchábamos aquéllos versos de Nezahualcoyotl recitados con voz grave: "No para siempre en la tierra, sólo un poco aquí...", ambientada con sonido de caracoles. Cantábamos con fervor el Toque de Bandera y el Himno Nacional. Se me enchinaba la piel cuando escuchaba las notas de "¡Oh, Santa Bandera de heroicos carmines...!", y la interpretaba con el pecho henchido de orgullo en el coro, del mismo modo que marchaba en la escolta al compás del precioso Himno de la Escuela Naval Militar. ¡Y qué decir de la emoción de avanzar lentamente con la Marcha Dragona, estremeciéndome con las notas temblorosas de la trompeta y el sonido sordo de los tambores de la Banda de Guerra!

Me enseñaron a escuchar "Mexicanos al grito de guerra..." siempre de pie, saludar a mi bandera con la mano en el pecho, y persignarme al pasar frente a una iglesia o ver la cruz. ¡Qué tiempos aquéllos de inocencia y orgullo patriótico!

Cada vez que veía las Olimpiadas y por algún capricho de la naturaleza, un compatriota se llevaba el oro, me sentía feliz y dignamente representada como mexicana, lo mismo si la Selección de Fútbol metía un gol en el Mundial.

De pronto comencé a detestar el exceso patriotero de la gente a mi alrededor. La emoción por el soccer se me esfumó y en su lugar se quedó a vivir en mí el fastidio por la afición masiva a ese deporte. Me cayó mal Benito Juárez y su historia del indiecito que toca la flauta y cuida ovejas, me aburrió la historia de Juan Escutia envuelto en una bandera cayendo al precipicio, y dejé de llorar con las películas de Miguel Hidalgo y (el ahora San) Juan Diego. Lo inevitable había pasado: definitivamente había crecido, y ya hacía mucho tiempo que me había cansado de rezarle a la Virgen y odiar su carita mustia que nunca me volteaba a ver.

Me enrolé en el ardor de sentirme verdaderamente indignada por la injusticia social, por los abusos del poder y las vergüenzas históricas. Con tristeza veía que las marchas no eran lo románticas y pegadoras que fueron en los sesentas, e incluso deseé haber muerto en la Plaza de las Tres Culturas como la protagonista de Regina. Me identifiqué con el pueblo, con el rezago y la pobreza de los indígenas y los campesinos, me inspiré en las canciones de protesta y las ideologías de izquierda, mi malicia aumentó, así como mi natural desconfianza... pero al poco tiempo dejé de sentirme aguerrida.

Hoy que miro el mundo desde otro palco, me hastía el sombrero de Pique, y las barras tricolores que dejan pintado un listón en la cara, el mariachi y el tequila. Me choca el nacionalismo exagerado, las patadas de ahogado de un festejo que ya no tiene mucho que celebrar. Ya parece de humor negro llenar las plazas y gritar Viva México, cuando aquéllas representaciones que en mi infancia tenían simbolismo sacro, hoy por hoy se han desmoronado y desteñido por la historia. Ya no hay figuras inmaculadas: ni el presidente, ni la bandera, ni la policía, ni la iglesia, ni la familia, ni los héroes de monografía, ni la lírica de Francisco González Bocanegra.

Me duele la Patria, me viene doliendo desde hace años, me punza como una herida infectada, me asusta y por el momento, me paraliza. ¿Cómo enseñar a mi descendencia el sentido patriótico? ¿Cómo hacer que se ponga de pie ante el lábaro patrio? ¿Cómo volver a rezar aquélla oración que decía mi abuela, esa que memoricé a razón de recitarla noche a noche con fe y devoción, y que hoy me arranca lágrimas secas de desconcierto? Estoy en busca de respuestas...

"Virgen Santísima de Guadalupe, Madre y Reina de nuestra patria.
Aquí nos tienes humildemente postrados ante tu prodigiosa imagen.
En Ti ponemos toda nuestra esperanza.
Tu eres nuestra vida y consuelo.
Estando bajo tu sombra protectora, y en tu maternal regazo, nada podremos temer. Ayúdanos en nuestra peregrinación terrena e intercede por nosotros ante tu Divino Hijo en el momento de la muerte, para que alcancemos la eterna salvación del alma.
Amén."

domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Quién dice que la tradición ha muerto?

Que el macho mexicano está pasado de moda, que la imagen de la mujer sumisa no sigue siendo la aspiración de tantas damiselas que sufren y sufren para que al final merezcan ser felices, porque el disfrutar la sexualidad libremente no es cosa de mujeres malas, sino inteligentes.

Todo este discurso modernista se va por el caño cuando nos damos cuenta de que noche a noche las familias mexicanas siguen reuniéndose para enterarse de las aventuras de los tres hermanos Reyes, mientras sopean en la leche el sabor de un pan dulce marca Sofía.

Una historia de venganzas, supuestas relaciones de amor y toques de humor barato, son los ingredientes principales de esta masa que al salir del horno da como resultado un éxito rotundo para los productores que tuvieron la gran puntada de adaptar una historia colombiana (como ya es costumbre) al contexto de nuestro país, inspirados en los tiempos gloriosos del cine nacional, donde la figura del galán sombrerudo y bigotón era la fórmula perfecta para hacer que las virginales jóvenes suspiraran por sus amores.
Los famosos hermanos Reyes, recuerdan a los míticos tres García, que son los típicos hombres fuertes, guapetones y sensuales, a quienes debido a estas cualidades, se les perdona todo: lo tontos, lo mediocres o lo mujeriegos. Se les justifica su sed de venganza, la defensa del honor por la sangre, y su obsesión por ser los primeros y los últimos en el corazón de la mujer que quieren.

Por otro lado las mujeres, son el vivo retrato de Marga López y Blanca Estela Pavón en sus más denigrantes actuaciones: lloriqueo, sufrimiento, silencio, y una cara bonita. Mientras la mujer sea presumible físicamente, no importa que sea una inútil.

El padrecito del pueblo, que es la voz de Dios, se anda metiendo en la vida de todos, especialmente de los más ricos, según él interesado sinceramente en volver las ovejas al redil, pero exponiendo su propia vida y haciendo méritos para su canonización.

¿Qué valores de familia y de sociedad se transmiten a través de esta telenovela? Es una extraña combinación entre los intereses comerciales, que han sacado una marca de pan dulce y ofrecen conciertos donde los dichosos hermanos cantan ¡horrible!; y una maquiavélica treta para hacernos creer que seguimos viviendo en el México tradicional en donde nada ha cambiado desde el siglo pasado. Yo no sé si la vasta cantidad de gente que le da los altos índices de rating a "Fuego en la sangre", son las amas de casa sumidas en el idealismo del marido ejemplar, perdidas en el romanticismo de un amor que nunca tuvieron, gozando en la piel de Adela Noriega e imaginando que Eduardo Yáñez es el Quijote con quien se acuestan todas las noches; o bien son los maridos cansados que llegan de trabajar para recrear la pupila en los pechos tiesos de Ninel Conde, o en los libres movimientos de Niurka Marcos y la impudicia de Susana Zabaleta.

Yo no sé... pero no creo que los jóvenes encuentren identificación alguna con ese México de calendario que se retrata en dicha serie, ni que concuerden con la ideología decimonónica que se proyecta a través de las relaciones entre los personajes; sin embargo les entretiene, y probablemente en el seno de las familias más humildes y tradicionales, todavía algunas chicas y chicos crean verdaderamente que el amor significa eso, que el poder significa eso, que está permitido quitar del camino a quien nos estorba, y que la fidelidad eterna existe. No por nada tiene casi un año al aire, y se mantiene en el gusto del público por más que en el siglo XX ya poco tengan que hacer un ranchero enamorado y una bruja malintencionada.

Está claro que el horario en el que se transmite no está destinado a la juventud, que tiene sus propios tiempos con programas bobos, de los cuales ya hablaré en análisis posteriores, pero al ser los adultos quienes refuerzan su nostalgia por el pasado, la brecha generacional se hace más y más amplia, y la incomprensión entre los muchachos y sus padres se va acrecentando al remarcar estas diferencias entre lo que antes era bueno y ahora ya no, lo que antes se acostumbraba y que hoy ya no tiene valor. Cierto ideal de familia ha desaparecido, ya no es el mismo que en el tiempo de los abuelos, y eso los jóvenes más modernos lo ven como obsoleto, aburrido y anticuado. La tradición sin embargo, no ha muerto del todo, lo que pasa es que sólo vive en las mentes y en los corazones de quien está envejeciendo, y el mundo ha sido heredado por otra generación que ya no cree en las mismas cosas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

The power of Christ compels you!!

Yuri, Lupita D'Alessio, Sylvester Stallone, Juan Luis Guerra, entre otras celebridades de aquí y de allá, han contribuido a poner de moda el convertirse al Cristianismo: de la noche a la mañana vemos vidas transformadas, corazones tocados en lo más profundo de su arteria aorta, testimonios de llagas abiertas que están dispuestos a ser parte importante en el cambio de vida de otras personas, y que aprovechan la menor provocación para decir con orgullo que el Señor es su camino, su verdad y su vida, y que desde que aceptaron a Cristo en el corazón, su día a día cambió definitivamente.

Lo anterior no lo digo en sentido peyorativo, ni tengo la intención de ofender a nadie, puesto que hay gente muy cercana a mí que desayuna, come y cena con el Jesús en la boca, así que he aprendido a respetar su estilo de vida y comprender la necesidad que el ser humano tiene de entrar en contacto con su lado espiritual. De ninguna manera quiero en este espacio tirar la primera piedra y atacar a las personas que han decidido dar el volantazo y buscar otro camino, aquí todo eso se respeta, y si es para ser mejor persona, mucho más.

Desgraciadamente todo lo que suena a religión no es fácilmente creíble en estos tiempos, debido a que mucha gente se ha enriquecido ilícitamente gracias al abuso ejercido sobre esta necesidad imperante de encontrar un consuelo a la soledad. El mundo necesita mirar hacia arriba y hallar la ilusión de unos brazos abiertos que nos cobijen de tanta frialdad, y eso es lo que el Cristianismo ha logrado en tantas personas.

No defiendo a ultranza a estas congregaciones, puesto que en todos lados se cuecen habas, como decía mi abuela, pero si han contribuido a hacer mejores personas a aquéllos que no daban un solo centavo por su propia existencia, creo que es justo y necesario agradecer a quienes se dedican a ser pescadores de almas y se entregan de corazón a rescatar vidas de las garras de la perdición, entendida esta como el naufragio de las ideas, el sofoco de la culpa y la desesperanza de los años recientes.

Quien entrega amor desinteresadamente, está aceitando un motor potentísimo que estoy segura puede mover montañas....y no es que me haya puesto mística de un momento a otro, de hecho siempre he creido en la utopía colorida del amor, aunque desentone con lo grisáceo de la época en la que estoy viviendo.
Por otro lado, en lo personal, no siento el más mínimo interés por ser parte del ejército de Dios, pues en mis venas corre más malicia que inocencia, pero me conformo con algún día ser la Magdalena que se enamore del Superestrella y le cante aquéllo de "Yo no sé cómo amarlo..."... porque no tengo intención de exorcizar mis demonios, esos que gracias al Cielo, sólo son diablillos pastoriles que a veces me hacen pensar.